Bartolomé: Para una verdadera acogida se necesitan verdad y justicia
El Patriarca ecuménico de Constantinopla envió un mensaje al convenio en curso en Nápoles sobre “La Teología después de la Veritas Gaudium en el contexto del Mediterráneo”. “Necesario examinar con cuidado el modo de acoger, el por qué acoger, en el respeto de las poblaciones locales. La acogida debe ser principalmente integración, pero jamás sincretismo”.
Estambul (AsiaNews)- La cogida “no puede limitarse a una obra de asistencia, pero debe mirar al tema de la verdad y de la justicia, para comprender las causas, cuidar los efectos y testimoniar con fuerza el peligro de viejas y nuevas esclavitudes del ser humano, ocultas muchas veces bajo formas de encendido buenismo, de tortuosos conceptos de libertades ilimitadas, cuyas consecuencias está aflorando prepotentemente dentro de muchos pueblos, también cristianos”. Lo escribe el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, en un mensaje al convenio en curso en Nápoles sobre “La Teología después de la Veritas Gaudium en el contexto del Mediterráneo”.
En el texto, el líder religiosos saluda al Papa Francisco, que intervendrá en el curso del encuentro y escribe: “Hoy este mar de encuentro (el Mediterráneo, ndr) presenta una valencia muy diversa (respecto al pasado), a veces tomada como ejemplo en muchas partes del mundo, no como lugar de encuentro, sino más bien como frontera que no hay que atravesar entre norte y sur del mundo, poniendo interrogativos al mismo concepto de acogida del extranjero, del cual el Cristianismo es expresión máxima, según la enseñanza de nuestro Maestro y Salvador”.
La acogida, escribe aún Bartolomé, “no puede por lo tanto limitarse en una obra de asistencia, pero debe mirar al tema de la verdad y de la justicia, para comprender las causas, curar los efectos y testimoniar con fuerza el peligro de viejas y nuevas esclavitudes del ser humano, ocultas muchas bajo formas de un encendido buenismo, de tortuosos conceptos de libertades ilimitadas, cuyas consecuencias están aflorando prepotentemente dentro de muchos pueblos, también cristianos. La trashumancia de enteros pueblos o peor de enteras generaciones, causando ulteriores pobrezas en el sur del mundo y fenómenos de intolerancia en quien debería practicar la acogida como dictamen del propio adherir evangélico. Y todo esto lo vemos en los países del Continente africano en camino hacia países que se asoman al Mar Mediterráneo, pero también entre los países de Sudamérica en camino hacia el Norte, entre los países asiáticos hacia Oceanía y también dentro de la misma Europa entre Oriente y Occidente.
Por los tanto se convierte en “preponderante compromiso primario de las Iglesias por la justicia social, para crear los presupuestos teológicos y antropológicos, también a través de del trabajo de las Universidades y de los Centro de Estudios, al fin de crear una conciencia nueva en las Instituciones mundiales, en el cual el el beneficio no sea el único metro de medida, pero que se pueda o deba girar hacia una economía ecosustentable, respetuosa también del ambiente en el cual vivimos y que tenemos el deber de consignar intacto a las generaciones futuras, una economía que dé dignidad de ser humano, en su totalidad y por lo tanto libre de tensiones, libre de brotes de guerra, inducidos muchas veces al fin del propio exasperado egoísmo y egocentrismo de pocos sobre muchos”.
Lo opuesto, advierte, “es el gran peligro que hoy atraviesa el concepto de acogida, no más percibido por los pueblos Cristianos como dictamen evangélico y ejemplo de la fraternidad humana, pero como una “invasión” de pueblos sobre otros pueblos. La historia nos enseña que este concepto de invasión no desaparece más del sentir común de los pueblos a los largo de los siglos, porque este tiene siempre una acepción fuertemente negativa. Todavía hablamos de las invasiones de los Persianos, de los Romanos, de las invasiones bárbaras, de la invasión árabe, mongol, turca, de los blanco sobre los nativos americanos, de la Comunidad negra en América erradicada en el pasado de África y también de la invasión Nazi, Soviética y otras más hasta nuestros días. Este sentimiento debe ser fuertemente evitado hoy, también por nuestras Iglesias, para que no se realice el binomio acogida-invasión”.
La solución se encuentra en el examinar con cuidado “el modo de acoger, el por qué acoger, pero sobre todo el modo cómo acoger, en el respeto de la poblaciones locales. La acogida debe volverse principalmente integración, pero jamás sincretismo. Si hay necesidad de una justicia mundial para muchos pueblos en movimiento, hay también una justicia de los pueblos que abren las propias fronteras. Es deber evangélico y humano de acoger a quien está en dificultad, pero también existe el deber de quien viene de respetar las tradiciones, costumbres, credos de aquellos que lo acogen”.
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