27/06/2023, 11.40
KAZAJISTÁN
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Aldeas kazajas sepultadas bajo la arena

de Vladimir Rozanskij

En unas veinte localidades de la región de Aktyubinsk, las dunas cubren incluso los postes de luz. Muchos se han ido, pero hay otros que no tienen intención de abandonar su casa y pasan el día limpiando las partes esenciales. Las tormentas de arena son habituales en la zona entre fines de abril y noviembre, pero este año son especialmente invasivas y ninguna protección parece suficiente.

 

Astana (AsiaNews) - En la región de Aktyubinsk, en Kazajistán, hay cerca de 20 aldeas -como la de Zyltyr- donde la arena de las dunas ha sepultado las casas y todas las demás construcciones, e incluso cubre los postes de luz. También impide que la gente salga de su casa porque corren peligro de ser arrastrados por los remolinos, a tal punto que los habitantes acudieron a las autoridades locales en busca de ayuda.

En Zyltyr la población está formada por un centenar de familias y vive principalmente de la cría y pastoreo de ovejas. Ahora ni siquiera pueden cultivar una huerta debido a las ráfagas de arena que hay en verano, sobre todo por la sequía de los últimos meses. Al sureste de la aldea hay algunos campos de trigo sarraceno y otras hierbas silvestres, cercados con alambre de púas para que no se confundan los propietarios, como Ramazan y Uays, quienes contaron sus dificultades en Radio Azattyk.

Ellos dos fueron los que presentaron un pedido de ayuda a la administración regional y recaudaron fondos entre los habitantes para colocar algunas protecciones en los campos, tratando de encontrar los sectores donde todavía se puede cultivar algo. Los arbustos que luchan por crecer, y que los animales no pueden alcanzar, podrían constituir una mínima defensa contra el avance de las arenas movedizas. Toda la vida de la aldea trata de organizarse del lado donde no sopla el viento, que por lo general viene del sureste.

Muchos se han ido, pero hay otros que no tienen intención de abandonar sus casas, como Ermekbaj Akhetov, que vive en el extremo sur con su hijo menor. La arena supera incluso las protecciones, e invade continuamente su campo, asfixiando también el pozo para la canalización. Ermekbaj mira las dunas acumuladas alrededor de su casa y con humor las llama “nuestro Dubái”.

De lejos ya sólo se ven los techos de las casas, y los que no están acostumbrados tienen mucha dificultad para caminar sobre la arena inestable. No se pueden usar zapatos, porque se llenan inmediatamente de arena, y hay que caminar descalzo sobre la arena caliente, tratando de resguardar ojos y oídos de los remolinos. Akhetov advierte que no hay que "pisar la despensa", que ha quedado completamente cubierta por la arena, y distingue la suya de las de otros habitantes, sobre todo la del aksakal Maman, el anciano jefe de la aldea a quien se le ha destruido el establo, el garaje y la casilla de verano.

El día transcurre sacando la arena de las partes más necesarias de las estructuras y trasladándola con baldes y carretillas, por lo menos para poder entrar y salir de la casa. Hay que llamar a los familiares y a los vecinos cuando uno no puede hacerlo solo, cuenta otro habitante de Zyltyr, Zenis Mysyrova, así que "básicamente no hacemos otra cosa que sacar arena, ése es nuestro único  trabajo".

En estas regiones las tormentas de arena son bastante habituales. Comienzan a fines de abril y continúan hasta noviembre, pero este año han sido particularmente invasivas, y ninguna cerca o protección es suficiente para defender a las personas y los animales. La gente está cansada de hablar y quejarse solo por esto, porque casi nadie los escucha. “Tenemos un dicho: Ayta Ayta altajdy, Žamal apaj kartajdy” [Žamal-apaj se ha vuelto vieja hablando continuamente de Altaj], una forma de decir que de nada sirve repetir siempre las mismas historias, explica Zenis. Con gran esfuerzo, su familia logró cavar un pozo en medio de un muro defensivo, que parece resistir al menos un poco la arena.

Entre todos los habitantes hicieron una colecta y plantaron alrededor del pozo cerca de 200 plantines jóvenes de hierbas necesarias para la supervivencia, y todos rezan para que los arbustos puedan echar raíces. Para no desperdiciar agua, debajo de cada tallo se han colocado botellas de plástico con agujeros para regarlos sin que se pierda ni una gota en la tierra árida.

 

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