La guerra en Ucrania obliga a los pueblos de estas tierras a tomar una decisión drástica en contra de su propia conciencia. Los moldavos quieren tener un lugar en el mundo, no sólo en el "mundo ruso", del que de todos modos saben que forman parte. Aún más dramática es la decisión que deben tomar los georgianos este fin de semana, cuando se decidirá no sólo el reparto de los escaños parlamentarios sino el futuro del país.
Mientras Tiflis se prepara para votar en las elecciones parlamentarias del 26 de octubre, la Presidenta Salomé Zurabišvili se presenta cada vez más abiertamente como la antagonista del Sueño Georgiano, la fuerza prorrusa que dirige el país desde hace 12 años. Ha exigido a sus socios europeos la reanudación inmediata de las conversaciones para la integración en la UE en caso de victoria de la oposición. Mientras que el Primer Ministro, Iraklij Kobakhidze, exigió su dimisión en caso de victoria de su partido.
El enfrentamiento político en Georgia aumenta de cara a las elecciones parlamentarias de octubre. La oposición mira a Europa, mientras que la cúpula gobernante aspira al control del país (y a un nuevo equilibrio entre Rusia y la UE, según el modelo húngaro). De fondo, el papel de Ivanišvili entre la esfera pública y los intereses privados.
El giro de Tiflis hacia Moscú amenaza también con repercutir en los gasoductos que conectan Azerbaiyán con Europa atravesando su territorio. Y Armenia, que intenta separarse de Rusia, también podría perder a su aliado más importante.
Al promulgar la discutida ley «sobre la transparencia de las influencias extranjeras», el partido gobernante, Sueño Georgiano, promete «descubrir a todos los agentes extranjeros, traidores y espías», empezando por los «jóvenes alistados» para organizar el levantamiento. Las paredes de las casas de los diputados que votaron a favor de la medida están pintadas con las palabras «esclavos». Pero las fuerzas de la oposición también denuncian amenazas e intimidaciones.
A pesar de que el «Sueño Georgiano» se enfrentó a la aprobación final, los manifestantes tuvieron la oportunidad de mostrar la «cara europea» de Tiflis. Muchos esperan que la medida no se aplique, para evitar sanciones de Washington y Bruselas. A la espera de las elecciones de octubre.