08/02/2019, 14.15
VATICANO
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Papa: el martirio es don de la vida, testimonio que la vida tiene valor sólo al donarla

La cuestión de Juan Bautista, el anunciador de Jesús, aquel que dijo: “No soy yo. es este” el Mesías. “Lo hizo ver a los primeros discípulos y luego su luz se fue apagando poco a poco. hasta el oscuro de aquella celda, en la cárcel, donde solo, fue decapitado”. Muere allí en la celda, en el anonimato, “como tantos mártires nuestros”.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- El martirio es don de la vida, es el gran testimonio que la vida tiene sólo valor al donarla a los otros. Lo dijo el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en la casa S. Marta, partiendo del pasaje del Evangelio de Marcos (Mc 6,14-29) que narra la muerte de Juan Bautista, “el hombre más grande nacido de mujer”, según Jesús.

La narración evangélica tiene 4 personajes, que el Papa invitó a mirar “abriendo el corazón” para que el Señor nos habla: el rey Herodes “corrupto e indeciso”, Herodías, la mujer del hermano del rey, que “sabía sólo odiar”, Salomé. “la bailarina vanidosa” y “el profeta decapitado solo en la celda”.

Una narración que Francisco describió iniciando del final, con los discípulos de juan que piden el cuerpo del profeta y lo ponen en un sepulcro. “El más grande terminó así”. “Pero Juan sabía esto, sabía que debía aniquilarse”, Lo había dicho desde el inicio, hablando de Jesús: “Él debe crecer y yo disminuir”. Y él “se disminuyó hasta la muerte”. Fue el precursor, el anunciador de Jesús, aquel que dijo: “No soy yo, es este el Mesías. “Lo hizo ver a los primeros discípulos y luego su luz se apagó poco a poco, hasta lo oscuro de aquella celda, en la cárcel, donde, solo, fue decapitado”.

Pero, ¿por qué sucedió esto? Se preguntó Francisco. “La vida de los mártires no es fácil de narrar. El martirio es un servicio, es un misterio, es un don de la vida muy especial y muy grande”, Y al final las cosas concluyen violentamente, a causa de “actitudes humanas que llevan a quitar la vida de un cristiano, de una persona honesta y a hacerlo mártir”.

Entonces, el Papa analizó las actitudes de los personajes protagonistas de la cuestión. El rey, ante todo, que “creía que Juan fuese un profeta”, “lo escuchaba con agrado”, a un cierto punto “lo protegía”, pero lo tenía encarcelado. Era indeciso, porque Juan le “reprocha su pecado”, el adulterio. En el profeta, Herodes “sentía la voz de Dios que le decía: ‘Cambia de vida’, pero no lograba hacerlo. El rey era un corrupto y donde hay corrupción es muy difícil salir”. Un corrupto que “trataba de hacer equilibrios diplomáticos” entre la propia vida, no solo adúltera, sino también llena “de tantas injusticias que llevaba adelante” y la conciencia de la “santidad del profeta que tenía adelante”. Y no lograba desatar el nudo. Luego, Herodías, la mujer del hermano del rey, asesinado por Herodes para tenerla, el Evangelio sólo dice que “odiaba” a Juan, porque hablaba claro. “Y nosotros sabemos- comentó Francisco- que el odio es capaz de todo, es un gran fuerza. El odio es el respirar de satanás. Pensemos que él no sabe amar, no puede amar. Su ‘amor’ es el odio. Y esta mujer tenía el espíritu satánico del odio”, que destruye. Al final el tercer personaje, la hija de Herodías, Salomé, buena para bailar “Te daré todo”. “Usa las mismas palabras que usó satanás para tentar a Jesús. ‘Si tú me adoras te daré todo el reino’”. Pero Herodes no lo podía saber.

“Detrás de estos personajes está satanás, sembrador de odio en la mujer, sembrados de vanidad en la joven, sembrador de corrupción en el rey. Y ‘el hombre más grande nacido de mujer’ terminó solo en una celda de la cárcel, por el capricho de una bailarina vanidosa, el odio de una mujer diabólica y la corrupción de un rey indeciso. Es un mártir, que dejó que su vida disminuye, siempre más, para dar lugar al Mesías”.

Juan muere allí en la celda, en el anonimato, “como tantos mártires nuestros”, comentó el Papa. El Evangelio dice sólo que “los discípulos fueron a buscar el cadáver para darle sepultura”. Todos pensamos, agregó Francisco, que este “es un gran testimonio, de un gran hombre, de un gran santo”.

“La vida- agregó- tiene valor sólo en el donarla, en el donarla en el amor, en la verdad, en el donarla a los otros, en la vida cotidiana, en la familia. Donarla siempre. Si alguno toma la vida para sí, para custodiarla, como el rey en su corrupción o la señora con el odio o la joven, la muchacha, con la propia vanidad- un poco adolescente, inconsciente-la vida muere, la vida termina marchitándose, no sirve”.

Juan, concluyó Francisco, donó su vida: “En cambio yo debo disminuir para que Él sea escuchado, sea visto, para que Él se manifieste, el Señor”. “Solamente les aconsejo que no piensen demasiado en esto, pero recuerden la imagen, los 4 personajes: el rey corrupto, la señora que solamente sabía odiar, la muchacha vanidosa que no tiene conciencia de nada y el profeta decapitado solo en la celda. Mirar aquello y cada uno abra el corazón para que el Señor les hable sobre esto”.

 

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