17/11/2014, 00.00
CHINA - VATICANO
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¿El Papa Francisco es optimista sobre la Iglesia en China?

de card. Joseph Zen Ze-kiun
Si bien abriéndose a gestos de buena voluntad, el pontífice recordó la actualidad de la carta de Benedicto XVI a los católicos chinos, deploró la falta de libertad de los obispos; aclaró que para el diálogo se necesita un corazón abierto pero también coherencia de valores. El cristiano no es jamás pesimista, porque sabe que todo está en manos de la providencia. Pero sería equivocado sacrificar la fidelidad por un resultado inmediato.

Hong Kong (AsiaNews)- El cardenal Zen envió a AsiaNews algunas consideraciones suyas sobre la relación entre China y el Vaticano. El purpurado estará presente en el Simposio internacional de AsiaNews sobre el tema "La misión en Asia: de Juan Pablo II al Papa Francisco".

Optimismo y pesimismo, califican dos expectativas en lo que se refiere al futuro. Puede tratarse del futuro próximo o del futuro remoto. Si se trata del futuro definitivo, nosotros fieles somos sin duda optimistas: la victoria pertenece a Dios y aquellos que ponen la propia esperanza en Él. Pero también el futuro está bajo la Providencia de Dios, y por lo tanto los fieles son fundamentalmente optimistas.

Pero optimismo no quiere decir creer en una victoria inmediata. Los fieles pueden mantener la esperanza también en las situaciones más desesperadas. Creen que todo sea gracia de Dios. Ya sea en el suceso como en las contrariedades, ellos alaban al Señor y perseveran en cumplir Su voluntad.

Durante el vuelo de retorno de Corea, los periodistas le preguntaron a Francisco si deseaba visitar China. Y Él respondió: "¡Ciertamente! ¡También mañana!". La pregunta de los reporteros debe haber encontrado pretexto de la noticia que el Papa Francisco y el señor Xi Jinping se intercambiaron congratulaciones por haber sido elegidos, y por el hecho que China hubiese permitido al avión papal volar por el espacio aéreo. Son ciertamente gestos de buena voluntad, pero pueden ser también no muy comprometedores. Así debe ser entendida también la respuesta a los periodistas.  

Muchos recordarán que yo había dicho audazmente en el curso de una entrevista que, si el Papa fuese invitado hoy a visitar China, yo le aconsejaría que vaya. Basándome en la gran falta de libertad religiosa y sobre el reciente agravarse de la opresiva política religiosa, tengo razón en suponer que una similar invitación sería solamente una trampa para manipular al Papa y crear una falsa impresión. Y un grave efecto de todo esto sería el de hacer sufrir a aquellos que son fieles a la autoridad del pontífice.

Si la situación presente cambiase milagrosamente, estaría seguramente contento en el ver al Santo Padre encontrar a sus hijos, desde hace tanto tiempo tenidos alejados.

Dense cuenta que el Papa Francisco, después de haber dicho que deseaba visitar China, agregó que lo que él pide a Beijing es sólo la libertad de poder realizar ustros deberes religiosos. Y además agregó: "El Papa Benedicto escribió una Carta a la Iglesia en China. Y es todavía válida. ¡Léanla!".

En aquella Carta, el Papa Benedicto escribió que los principios de la Asociación patriótica de los católicos chinos no van de acuerdo con la eclesiología católica, y que el más grave problema de hoy para la Iglesia en China es que los órganos extraños a la Iglesia están más arriba de los obispos, O sea, como se dice, es el Estado que dirige a la Iglesia.

Se siente decir que China y el Vaticano han empezado a hablarse. En Corea, durante el encuentro con los obispos asiáticos, el Papa habló del diálogo. Según él, las condiciones esenciales para un buen diálogo son dos: primera ser coherentes con la propia identidad, segundo, que haya apertura de corazón para entender realmente al interlocutor. Los periodistas subrayaron gustosamente el segundo punto, pero el primero es igualmente importante. La Iglesia no puede venderse para complacer a la otra parte.

Recientemente se realizó un seminario para los obispos consagrados en estos últimos años en los países bajo la jurisdicción de la Congregación para la Evangelización e los pueblos. En la alocución conclusiva, el Santo Padre notó la ausencia de los obispos chinos. Y dijo: "Esperemos que un día, pronto, también ellos puedan venir. Mientras tanto nosotros los apoyamos con la oración, seguros que el sufrimiento de ellos traerá frutos. ¡Y, cuáles frutos!"

Esto es el optimismo cristiano. El sufrimiento presente no es motivo de pesimismo. Sería, en cambio muy peligroso querer a toda costa el suceso inmediato (¿poder evangelizar?) quizás traicionando la fidelidad.

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