Wang Dang: Venezuela enseña que un cambio de régimen solo ocurre con personas en las calles
El ex líder de Tiananmen, actualmente exiliado en los Estados Unidos, reflexiona sobre los acontecimientos en curso en Venezuela. Tal vez, estableciendo una comparación con la situación china. Gentileza de la revista ChinaChange.
Washington (AsiaNews) – El 2 de febrero, decenas de miles de venezolanos se volcaron nuevamente a las calles, para exigir un cambio. Escrito por Wang Dan (王丹), líder de las protestas estudiantiles de Tiananmen de 1989, este artículo fue publicado el 25 de enero pasado en idioma chino por Radio Free Asia. Tras haber ejercido la docencia durante años en Taiwán, Wang Dan ahora vive cerca de Washington (EEUU) y dirige el nuevo think tank Dialogue China. Los editores de China Change.
El 23 de enero, decenas de miles de manifestantes de volcaron a las calles de la capital venezolana para protestar contra el partido actualmente en el gobierno y contra el presidente (Nicolás) Maduro. Frente a una multitud exultante que agitaba los brazos en signo de apoyo, el líder de la oposición –de treinta y cinco años de edad- Juan Guaidó se proclamó “presidente interino” e inmediatamente recibió el reconocimiento de países occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, y de los países vecinos de América Latina. La actual administración se encuentra afrontando serios desafíos y lo más probable es que la alternancia de régimen se cumpla de un modo pacífico. Lo que ha sucedido en Venezuela nos dice, una vez más, que sólo cuando las personas toman las calles, el cambio de régimen es posible.
Y ustedes podrían preguntar: ¿por qué? Simplemente porque en países con dictaduras autoritarias, como es el caso de China y de Corea del Norte, no existe ningún mecanismo que permita a las personas cambiar el régimen a través de elecciones u otros instrumentos internos del sistema. Incluso en los países democráticos, las personas que salen a las callen son el modo más eficaz y directo para poner en acto un cambio en el poder político.
Venezuela no es un Estado totalmente autoritario. Hace tiempo que tiene una democracia constitucional. Pero un sistema democrático no puede garantizar que un régimen corrupto, de por sí, corrija sus errores. Durante los cuatro mandatos de presidencia de Chávez y de su sucesor, Maduro, no es que la oposición no haya intentado voltear su dominio a través de las elecciones, sino que no ha podido sacudir un poder que está arraigado. Esto se ha debido, en parte, a las decisiones irracionales de los electores venezolanos, y en parte al hecho de que la oposición no podía reunirse y acordar conjuntamente un líder que proponer. Pero en los últimos años, el partido opositor venezolano ha continuado explorando la manera de resolver los problemas dentro del sistema y la mayoría de la opinión pública ha respaldado a la oposición.
En las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, la oposición ganó 112 de los 167 escaños y asumió el control de la Asamblea nacional. El mundo externo pensaba que ello ejercería un control eficaz sobre la conducta antidemocrática del actual gobierno. Sin embargo, el 18 de agosto de 2017, Maduro llegó a valerse de un método interno del sistema para anunciar la institución de la Asamblea constituyente. Esta Asamblea Constituyente, con poderes legislativos directos, hizo que la Asamblea Nacional fuese despojada de sus principales poderes, tornando imposible para la voluntad popular hallar una expresión en el seno del sistema. A través de la manipulación ejercida por el gobierno, el sistema judicial –otro mecanismo integrado orientado al control y equilibrio- fue incapaz de desarrollar su rol. La Corte Suprema se opuso al ejercicio, por parte de la Asamblea Nacional, de su derecho a efectuar cambios en el poder político.
Las personas actuaron solo cuando todos los medios dentro del sistema se habían agotado, y ya no quedaba otra manera de constreñir a la renuncia a un régimen que había perdido el apoyo popular. Aceptando la llamada del partido de la oposición, decenas de miles de personas salieron a las calles. Y esto nos ha llevado a presenciar una escena conmovedora, de la cual todo el mundo ha sido testigo: la auto-proclamación de una toma de poder por parte del joven líder de la oposición.
Aún queda por ver si la alternancia del poder político en Venezuela se realizará sin complicaciones. Más allá del factor crucial relativo a la posibilidad de que el apoyo de los militares al actual gobierno pueda cambiar, es igualmente definitoria la actitud de los Estados Unidos y de los países latinoamericanos vecinos, tanto sea si habrán de emprender acciones bélicas como su influencia. Aún prescindiendo de ello, en este momento ya podemos ver que hay esperanzas de resolver la parálisis política que ha estado atormentando a Venezuela durante largo tiempo.
Habiendo perdido el reconocimiento de la comunidad internacional y hallándose frente a protestas masivas a gran escala, las perspectivas a futuro para el presidente Maduro no parecen ser buenas. Aún si lograra mantenerse aferrado a su mandato, es harto improbable que su gobierno siga adelante sin contratiempos. Todo lo qe ha sucedido se asienta en la gente que sale a las calles de manera masiva y muestra de manera pacífcia su deseo da cambio.
Con frecuencia se dice que las manifestaciones masivas son una forma radical de protesta, que con facilidad puede llevar a conflictos generalizados y violentos y minar el proceso democrático. Pero de hecho, a lo largo de siglos, la gran mayoría de los cambios de régimen ha tenido lugar cuando las personas salieron a las calles. Sin la presión de las personas tomando las plazas, son pocos los gobiernos que tomarán la iniciativa de renunciar al mando. Al mismo tiempo, también hemos visto que, sin el respaldo de las manifestaciones callejeras, el mecanismo dentro del sistema puede ser fácilmente derrotado por todos los instrumentos de manipulación política. Si bien las personas que salen a las calles pueden conducir a conflictos violentos a gran escala, también existen muchos ejemplos de manifestaciones pacíficas que han obligado a un cambio pacífico en el régimen. La resistencia en la calle, que se verifica por afuera del sistema, brindará una oportunidad al partido de oposición dentro del sistema. Esta es la principal causa de que las manifestaciones masivas en las calles constituyan el único método para cambiar un régimen, y cuanto sucede en Venezuela lo demuestra una vez más.