Vicario de Anatolia: Mons. Zohrabián, 'un testimonio actual en medio de las persecuciones'

de Dario Salvi

El Papa Francisco promulgó el decreto que reconoce las virtudes heroicas del obispo turco. Para Mons. Bizzeti es una ocasión de alegría, como "reconocimiento" de la historia de un pueblo. Su familia fue exterminada durante la Primera Guerra Mundial, pero su historia "va más allá del genocidio armenio". Aún hoy, quienes dan testimonio del Evangelio encuentran "dificultades y resistencias". Después de 14 años, los obispos turcos irán a Roma en febrero para la visita ad limina.

Roma (AsiaNews)- “El suyo es un testimonio que sigue siendo actual, una figura sobre la que debemos meditar hoy más que nunca, porque en este momento histórico se están repitiendo hechos y condiciones similares” a los de la época en la que vivió Mons. Cirilo John Zohrabián, señala a AsiaNews Mons. Paolo Bizzeti, vicario de Anatolia, comentando el reconocimiento de las virtudes heroicas del obispo de origen turco que el Papa Francisco acaba de autorizar el 24 de enero. Su ejemplo, sigue diciendo, señala que en aquel momento, al igual que hoy "la persona que quiere vivir según los valores del Evangelio encuentra dificultades, resistencias y persecuciones". Y esto - advierte - debería hacernos reflexionar, porque si el testimonio de la caridad" se convierte en fuente de ataques y marginación "es una mala señal no sólo para los cristianos, sino para toda la sociedad".

La decisión del pontífice "es motivo de gran alegría" para toda la Iglesia local, subraya el prelado, porque valora y reconoce su misión "no sólo para Turquía, sino para todo Oriente Medio", al confirmar el "valor heroico" de su vida. Porque hoy es muy fuerte el riesgo "de olvidar el pasado, la historia de los sacerdotes, religiosos y laicos que dieron testimonio del Evangelio", incluso a riesgo de perder la vida o sufrir graves persecuciones. “Recordar vidas como la suya - afirma - es también una oportunidad para que los jóvenes conozcan la historia de los cristianos del siglo pasado” y una historia reciente en la que no faltan episodios dolorosos y controvertidos.

El siervo de Dios Cirilo Juan Zohrabián, de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos y obispo de Acilisene (Turquía), nació probablemente el 25 de junio de 1881 en Erzerum, en el seno de una familia pobre y de profunda tradición cristiana. En 1894 ingresó a la orden en el convento de Estambul, y habiendo cumplido el año de noviciado hizo la profesión temporal el 14 de julio de 1899 y la profesión solemne tres años después, el 14 de julio de 1902. Destinado a la misión de Trebisonda, el futuro obispo se dedicó al ministerio pastoral y espiritual, a la enseñanza y a visitar a los enfermos en los numerosos pueblos de la zona. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial debió permanecer en Estambul y no pudo regresar a la misión, mientras su familia era exterminada en el contexto del genocidio armenio.

Cuando terminó la Gran Guerra, se hizo cargo de cientos de niñas armenias huérfanas y en 1920 abrió en Trebisonda las puertas de la iglesia y del convento a los griegos del Ponto, expulsados de su tierra. Por ello fue expulsado él mismo de la ciudad y arrestado cuando llegó a Estambul en marzo de 1923. Fue sometido a tres días de tortura y condenado a muerte por cargos falsos, pero lo liberaron a último momento; lo expulsaron de su país y se refugió en Grecia, donde se ocupó de los refugiados armenios y construyó iglesias y escuelas. El 21 de noviembre de 1938 fue nombrado vicario patriarcal de Alta Gezira, en Siria y, el 8 de junio de 1940, obispo titular de Acilisene, recibiendo la ordenación episcopal en Beirut el 27 de octubre siguiente.

Pero su dedicación a los demás y su generosa misión le valieron el ostracismo del gobierno griego, que primero lo vigiló y luego lo expulsó. Por último se dirigió a Siria, donde llevó a cabo una intensa labor pastoral y asistencial, construyendo escuelas, iglesias y casas para sacerdotes, e impartiendo clases particulares a numerosos estudiantes. Los problemas de salud, relacionados con las torturas sufridas, le empujaron a renunciar a la sede episcopal el 12 de junio de 1953 y radicarse en Roma, donde participó personalmente en los trabajos del Concilio Vaticano II y donde murió el 20 de septiembre de 1972, tras pasar sus últimos años en el convento romano de San Fedele.

Para comprender y valorar la figura del obispo, explica mons. Bizzeti, “no debemos detenernos en la masacre de los armenios. Porque fue perseguido dondequiera que iba", desde Turquía hasta Grecia, demostrando que "los hombres que practican el Evangelio siguiendo las huellas de los apóstoles, siempre son incómodos". “Miles de personas - continúa - se han beneficiado de su trabajo, pero parece haber mucha intolerancia hacia los que trabajan por el bien y eso es particularmente actual. Hoy también vemos personas que se esfuerzan por ayudar a los pobres y necesitados, pero terminan siendo atacadas o acusadas". La comunidad cristiana recibió con alegría la noticia, porque "a través de una persona y su testimonio" se produce el "reconocimiento" de la historia de un pueblo. "A principios del siglo XX - recuerda el vicario apostólico - el 20% de la población de Turquía era cristiana, mientras que hoy somos menos del 0,1%", pero en esta tierra "el cristianismo está presente desde hace 20 siglos y antes que otras religiones". Por último Mons. Bizzeti señala que "después de 14 años", a principios de febrero, coincidiendo con el primer aniversario del devastador terremoto en Turquía y Siria, los obispos del país "serán recibidos por el Papa para la visita ad limina. Será un momento muy significativo".