Verbitas: 150 años al servicio del mundo
Nacido en los países de habla alemana, actualmente más de la mitad de los misioneros del instituto que fundó Arnold Janssen proceden de Asia. También está en primera línea en las periferias existenciales de la Europa de nuestros días. En Roma, del 27 al 29 de marzo, reflexionará sobre la misión en el mundo de hoy en un congreso internacional.
Roma (AsiaNews) - En las escuelas de la diócesis de Münster había ganado fama de educador. Después, en 1873, creó una revista, El pequeño mensajero del Corazón de Jesús, que –como la nuestra, nacida en esos mismos años– llevaba a los hogares noticias sobre las misiones. Pero el padre Arnold Janssen tenía una preocupación: a diferencia de lo que ocurría en Francia, Italia y otros países europeos, en Alemania no existía un Instituto que enviara misioneros al mundo.
Fue él quien realizó ese sueño en 1875, dando vida a la Sociedad del Verbo Divino, el Instituto de los Verbitas. El padre Janssen se encuentra hoy entre los santos de la Iglesia católica y su familia misionera es una de las más presentes en todo el mundo. Pero aquellos comienzos no fueron nada sencillos: Alemania estaba entonces profundamente marcada por el Kulturkampf, la "batalla cultural" del gobierno alemán contra los católicos, que incluía la cárcel y la expulsión física de sacerdotes y religiosos. En un momento tan delicado, quien alentó al padre Janssen fue precisamente un misionero del entonces Seminario Lombardo para las Misiones Extranjeras, el Instituto que en 1926 se convertiría en el PIME. El padre Timoleone Raimondi – después de haber participado en la primera desafortunada y aparentemente fallida experiencia de los misioneros de Milán en Melanesia – había sido nombrado vicario apostólico de Hong Kong, y en 1874, durante una visita a Alemania, respaldó con fuerza la idea de un Instituto misionero alemán. Con su apoyo, el padre Janssen pudo inaugurar en 1875 su "casa misionera" en Steyl, a pocos kilómetros de la frontera alemana, en la diócesis holandesa de Roermond, donde se formaban misioneros para enviar a Oriente. Los dos primeros, Johann Baptist Anzer y el futuro santo de los ladinos Joseph Freinademetz, por sugerencia del obispo Raimondi fueron enviados a Hong Kong con los misioneros de Milán para prepararse en Shandong para trabajar en China,. Y al mismo tiempo la casa de Steyl se convirtió rápidamente en un punto de atracción excepcional para muchos laicos que querían apoyar el apostolado misionero.
Ciento cincuenta años después, ¿qué ocurre en la actualidad con el carisma de los Verbitas? ¿Y en qué fronteras viven hoy estos misioneros su testimonio del Evangelio? Este será el tema – a finales de este mes– de un importante congreso internacional que la Sociedad del Verbo Divino ha organizado en Roma, del 27 al 29 de marzo en la Universidad Gregoriana, sobre la misión en el mundo de hoy. Y en vista de este encuentro, también se lo hemos preguntado al padre Anselmo Ricardo Ribeiro, misionero brasileño de 51 años con experiencias en Chiapas y en su tierra de origen, que desde el verano pasado preside como superior general el Instituto de los Verbitas. «El padre Janssen – comenta – decía que el anuncio del Evangelio es la primera y más alta forma de caridad. Por eso trabajaba para que la Iglesia enviara misioneros a llevar la buena nueva de Jesús donde todavía no era conocida. Los tiempos cambian, por supuesto, pero esta intuición sigue siendo muy actual en muchas fronteras de hoy».
¿Partir de dónde y hacia dónde? «Desde el principio, para nosotros ha sido fuerte la idea de una comunidad internacional entre misioneros de países del área alemana: Alemania, Austria, Suiza, Países Bajos… –continúa el superior de los Verbitas–. Pero actualmente ha asumido la dimensión de la multiculturalidad: provenimos de 76 países diferentes y realizamos nuestro ministerio en 77 países en los cinco continentes. Vivir la misión juntos viniendo de realidades tan diferentes es parte de nuestro ADN».
Actualmente apenas el 15% de los Verbitas tienen orígenes europeos, las nuevas vocaciones vienen sobre todo de Asia, el continente donde los cristianos son una pequeña minoría. «La mitad de nuestros misioneros nació allí –confirma el padre Ribeiro–. El grupo más numeroso es el de los hermanos indonesios, que son nada menos que 1.575. Luego vienen India, Filipinas y Vietnam, mientras que otros 680 nacieron en países africanos. Esta pluralidad de proveniencia es un desafío para nosotros. Pero también es un signo para el mundo de hoy».
Un testimonio llamado a hacer presente el Evangelio en muchas fronteras particularmente calientes. «Pienso en nuestros misioneros que se encuentran tanto en Ucrania como en Rusia – comenta el superior general –. Pero también tengo en mente a Cuba, donde hace poco estuve de visita; me encontré con un país que en muchos aspectos hoy es literalmente una tierra de primer anuncio. O las realidades que todavía esperan vivir profundamente el desafío de la inculturación. Aunque también pienso en Holanda, la tierra donde el padre Janssen estableció nuestra primera casa en Steyl y que nos ha dado tantos misioneros. Ahora tenemos hermanos indonesios, indios, ghaneses, congoleños que viven aquí su apostolado en tantas fronteras existenciales. Uno de ellos presta servicio en un hospital, y allí encontró a un católico que le pidió la Comunión diciendo: “Padre, es la última que recibiré; he pedido la eutanasia”. ¿Qué significa ser misionero en esas situaciones? Estamos llamados continuamente a plantearnos esta pregunta».
¿Qué representa la Europa de hoy para un misionero que proviene de Asia? «El choque cultural es fuerte – admite el padre Ribeiro–. Generalmente llegan de contextos donde los cristianos son ciertamente minoría, pero la identidad religiosa es muy fuerte. Por el contrario, en Europa se encuentran inmersos en sociedades secularizadas, donde no basta con abrir la puerta de la iglesia para que la gente entre. En las ciudades de hoy, para muchas personas nuestros gestos ya no significan nada. Y no sólo es válido para Occidente. En un país como Corea del Sur, por ejemplo, muchos jóvenes ya no piensan en casarse o ven la idea de una familia como un obstáculo para su carrera. ¿Qué hacer, entonces? Hay que salir, buscar a los que están solos, hacer frente a muchas heridas. Acercarse para mostrar, a pesar de todos nuestros límites y fragilidades, que puede haber una vida diferente. Mostrar que el Evangelio de Jesús tiene una esperanza que ofrecer».
Hablar al mundo de hoy. Con misioneros que a menudo pertenecen ellos mismos a la Generación Z. Hay muchos jóvenes en los noviciados de los Verbitas; solo en Asia, actualmente están en formación más de 600. ¿Qué aportan a su congregación? «Vienen de un contexto que prefiere la experiencia a la racionalidad, frecuentan mucho mejor que nosotros el entorno digital – responde el superior general –. Tienen la suerte de contar todavía con una experiencia familiar a sus espaldas, lo que puede constituir un valioso testimonio entre sus coetáneos. También tienen un profundo sentido de lo sagrado, una dimensión que en Occidente se ha perdido. El desafío es ayudarlos a crecer en la generosidad, en un contexto cultural en el que todos estamos mucho más centrados en nosotros mismos».
Con una brújula que sigue siendo clara: la referencia al Verbo divino, es decir, la mirada puesta en Jesús como Palabra de Dios hecha carne, que el padre Janssen quiso que fuera el nombre mismo del Instituto. «El apostolado bíblico es una dimensión fundamental de nuestro ministerio – comenta el padre Ribeiro –. Eso significa, ante todo, escuchar la Palabra de Dios en nuestras comunidades, para luego compartirla con los demás en la vida cotidiana».
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07/05/2021 12:50