Una SIM para los refugiados afganos que regresan: la nueva estrategia de seguimiento de los talibanes
Continúan las deportaciones de refugiados desde Pakistán y también desde Irán, que devolvió a más de 13.800 personas en sólo 10 días. Las relaciones con Islamabad se encuentran en su punto más bajo y, según los expertos, la expulsión de los refugiados podría empeorar la situación.
Kabul (AsiaNews) - A los refugiados expulsados de Pakistán y que regresan a Afganistán los talibanes les entregan un kit de ayuda que incluye alimentos, tiendas de campaña y una tarjeta SIM para el teléfono celular, que en este caso también está disponible para las mujeres, a pesar de que en el pasado se les había prohibido poseer uno.
Según declaró a Rest of world Mohammad Najeeb Azizi, ex presidente de la Autoridad Reguladora de las Telecomunicaciones de Afganistán, al parecer la medida respondería al "interés del gobierno en recopilar y centralizar los datos biométricos de los refugiados, con fines de identificación, seguimiento y vigilancia”. Azizi añadió que a pesar de que la situación económica es cada vez más desastrosa, los cinco operadores telefónicos de Afganistán (cuatro privados y uno público) han registrado un crecimiento positivo y hay planes para construir 450 nuevas torres de telecomunicaciones, que probablemente serán posibles gracias a la ayuda de Beijing.
No sería la primera vez que los talibanes utilizan tarjetas SIM para rastrear y recopilar información sobre sus ciudadanos. La agencia china Xinhua informó hace dos años que el régimen había encargado al Ministerio de Comunicaciones e Informática que preparara, en colaboración con el Departamento Nacional de Estadísticas, un plan para registrar los datos biométricos de aquellos que poseían una SIM, con el objetivo declarado de reducir los delitos cometidos con SIM no registradas. Además, cuando regresaron al poder en agosto de 2021, los talibanes firmaron acuerdos con la empresa china Huawei para instalar cámaras de vigilancia en varias ciudades, con especial atención a la capital, Kabul. Los talibanes han devuelto la ayuda con una reciente declaración sobre las elecciones en Taiwán: el Ministerio de Relaciones Exteriores afirmó que "el Emirato Islámico de Afganistán se compromete a respetar el principio de una sola China y considera que la injerencia en los asuntos internos de China son provocativas y perjudiciales para la paz y la estabilidad de la región".
La preocupación de los talibanes por la seguridad interna está bien fundada debido a los frecuentes ataques del Estado Islámico (ISKP) - el más reciente ocurrió hace apenas dos días en la provincia de Nimroz -, pero en los últimos años los grupos de defensa de los derechos humanos han señalado reiteradamente la creciente represión del régimen contra la población civil.
Ahora los primeros afectados son los refugiados a los que se obliga a regresar a Afganistán, no sólo desde Pakistán sino también desde otros países vecinos: la policía fronteriza informó que Irán ha devuelto a más de 13.800 refugiados afganos en diez días. En los últimos nueve meses se han expulsado alrededor de 520.000 inmigrantes afganos indocumentados, añadieron los medios iraníes. Pero incluso aquellos que huyeron a Turquía dijeron que no se sentían seguros y temían ser deportados a Afganistán, donde sus vidas correrían peligro porque habían trabajado con las fuerzas lideradas por Estados Unidos durante la guerra de 20 años contra los talibanes. Según estimaciones de las Naciones Unidas, más de 1,6 millones de afganos abandonaron el país cuando regresaron al poder los "estudiantes coránicos", elevando a 8,2 millones el número total de refugiados acogidos en los países vecinos.
De nada parece valer el hecho de que muchos afganos estén esperando visados de terceros países, como demuestran las expulsiones llevadas a cabo por las autoridades paquistaníes en los últimos meses, cuando Islamabad ordenó a 1,7 millones de afganos que abandonaran Pakistán voluntariamente para evitar la deportación. Se trata de una medida que adoptó el gobierno provisional en vistas de las elecciones del 8 de febrero, con la esperanza de presionar a Kabul y lograr que disminuyeran los ataques terroristas de los Tehrik-e-Taliban Pakistán (los talibanes paquistaníes o TTP).
Hasta el momento han sido expulsados 500.000 refugiados afganos, que se encuentran viviendo en condiciones precarias: los campos de refugiados donde se los aloja no disponen de infraestructuras adecuadas, el suministro de alimentos es insuficiente y muchos se han visto obligados a abandonar sus pertenencias a pesar de que algunos han vivido en Pakistán durante generaciones.
Como era de esperar, tampoco han mejorado las condiciones de seguridad, al tiempo que las relaciones entre Pakistán y Afganistán están en su punto más bajo: Islamabad no sólo ha dejado de expedir visados a los afganos y ha frenado el comercio cerrando el paso fronterizo de Torkham, sino que también está considerando degradar las relaciones diplomáticas con los talibanes.
Pakistán cerró 2023 con el mayor número de ataques suicidas desde 2014, en los que murieron casi 1.000 personas. Según muchos expertos, el rechazo de los refugiados afganos podría empeorar aún más las relaciones entre Islamabad y Kabul, que también tiene problemas en materia de atentados terroristas: el 14 de enero, el gobernador de la provincia de Nimroz, Sheikh Khalid Qasim, fue víctima de un atentado no reivindicado. Sin embargo, según varios observadores, es muy probable que el ISKP esté detrás del ataque, ya que algunas fuentes reportan un número creciente de desertores que abandonan a los talibanes para unirse al Estado Islámico.
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