27/01/2024, 15.04
MUNDO RUSO
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Ucrania, entre Lenin y Putin

de Stefano Caprio

En los medios rusos oficialistas se presenta a Lenin como "el inventor de Ucrania" y, por lo tanto, el verdadero culpable del actual conflicto, en contraposición con el liderazgo ilustrado de Stalin. En realidad, es Putin quien ha inventado una nueva Rusia mitológica, que reinterpreta a su manera la historia antigua y reciente para instalar un nuevo imperio.

 

El centenario de la muerte de Vladimir Uljanov, conocido como Lenin, se conmemora en estos días no sólo en Rusia, sino en toda la prensa internacional, como una de las figuras que determinaron el curso de los acontecimientos a lo largo del siglo XX. Y el siglo posterior a su muerte se enfrenta de nuevo a su legado, en un contexto de guerras que se suceden y en las cuales resuenan algunas de las motivaciones de la revolución y el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania. En ellas el líder de los bolcheviques tuvo que expresar su concepto de nación y de socialismo, lo que condujo a la proclamación de la Unión Soviética en 1922, poco antes de quedar debilitado por un derrame cerebral que lo relegó a los atentos cuidados de Stalin, y finalmente a la muerte.

En la retórica actual de la guerra de Putin, el fundador del imperio comunista es recordado de manera muy diferente al mito de la época soviética, que lo canonizó en el mausoleo que aún se encuentra en la Plaza Roja, cada vez más grotesco y aparatoso. Los medios oficialistas, los comentarios de los propagandistas y las declaraciones de los propios dirigentes de la Rusia actual, presentan a Lenin como el "inventor de Ucrania" y, por lo tanto, el verdadero culpable del actual conflicto, a diferencia del liderazgo ilustrado de Stalin, que trató de enmendar los errores de su predecesor. Fue el propio Putin quien utilizó este argumento el 21 de febrero de 2022, dos días antes de cruzar las fronteras occidentales con todo su ejército, afirmando que Ucrania había nacido "como resultado de la política bolchevique", y que el actual Estado de Kiev "puede legítimamente llamarse la Ucrania de Lenin, quien fue su autor y arquitecto, como lo demuestran los documentos. Y ahora sus descendientes derriban los monumentos a Lenin, en razón de lo que llaman des-comunización”.

De este juicio surge el nuevo mito de una Ucrania artificial y sin fundamentos históricos, que en realidad no es más que una parte de Rusia ocupada hoy por los occidentales y que, por lo tanto, debe ser desnazificada y reunificada en la sobornost original. La verdad de los hechos posrevolucionarios nos dice más bien que Lenin tuvo que inventar una nueva Rusia, juntando las piezas del imperio zarista que él mismo había derribado, y que en realidad se vio obligado a reconocer una Ucrania que no había imaginado y que nunca habría querido.

En efecto, en 1918 se proclamó en Kiev la República Popular de Ucrania (UNR), que los bolcheviques intentaron en vano tomar bajo su control. Para recuperar esos territorios, Lenin comprendió que tendría que reconocer la independencia de ese Estado, y hacer muchas concesiones a la especificidad de la lengua y la cultura ucranianas, poniendo fin a la rusificación centenaria impuesta por el imperio de los zares, incluso con sangrientas represiones. La Ucrania socialista ocupó la mayor parte de los territorios actuales, incluido el Donbass, y la Rusia leninista emprendió entonces una guerra despiadada contra ella, que incluyó el exterminio de la población de la capital, Kiev. Miles de habitantes de Kiev cayeron víctimas de los bolcheviques, entre ellos numerosos miembros del clero ortodoxo, como el metropolitano Vladimir (Bogojavlenskij), asesinado durante el ataque del 7 de febrero de 1918 y cuyos restos descansan en la Lavra de las Cuevas de Kiev.

Después de este ataque de los rusos, los jefes de la UNR lograron regresar a Kiev sólo dos meses más tarde, con el apoyo de los ejércitos alemán y austrohúngaro, pero ya en abril de 1918 la democrática Tsentralnaya Rada fue reemplazada por el régimen autoritario del atamán Pavel Skoropadskij, con la bendición de los austríacos. Al final de ese año, con la salida de las tropas germánicas, se restauró la República Popular, que sobrevivió sólo hasta 1920, cuando fue desintegrada por enemigos de todos lados: los bolcheviques, los ejércitos blancos contrarrevolucionarios y los ejércitos de Polonia y de Rumania. Cuando Lenin finalmente "creó" Ucrania en 1921, el país estaba dividido en varias partes y en varias identidades, empezando por la socialista de la UNR y la dictatorial de Skoropadsky, con la que los bolcheviques no habían tenido ninguna relación. Lenin ya había declarado la guerra a la Rada en 1918, pero en el momento del Tratado de Brest, el 3 de marzo de ese año, se vio obligado a reconocer de facto la independencia de Ucrania ante las potencias centrales europeas.

En 1921 la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR) tuvo que reconocer entonces a la República Socialista Soviética de Ucrania (USSR) en el contexto de la firma del Tratado de Paz de Riga con Polonia, suscripto también por los ucranianos como sujeto independiente. Recién en 1922 se proclamó finalmente la Unión Soviética, que también incluía a la USSR, ya existente y que, por lo tanto, no fue inventada por Lenin. No fueron los bolcheviques quienes establecieron los territorios y las fronteras de la Ucrania soviética, sino que fueron los ucranianos quienes los conquistaron y defendieron, aceptando también unirse al nuevo Estado que después colapsó en 1991, renunciando a todas las reivindicaciones entre las mismas repúblicas soviéticas, más allá de las reconstrucciones históricas sesgadas.

La UNR, que luego se convirtió en la USSR, había sido invadida por los alemanes y los austríacos con el consentimiento de los bolcheviques, pero en ese momento los ucranianos no la consideraron una ocupación, tal como se define hoy, porque en la práctica su presencia suponía el reconocimiento de una Ucrania independiente. Era la llamada Ucrania materikovaja, "de tierra", que limitaba al oeste con Polonia, separada por el río Zbruch en Galitzia, e incluía las tierras orientales ahora invadidas y "anexionadas" por Rusia y aún más lejos, hasta la ciudad de Taganrog en el sur de Rusia. Era un territorio extenso que no incluía Crimea - que a su vez en los turbulentos años posteriores a la revolución se había constituido como una república independiente - ni otras partes occidentales que quedaron bajo el imperio austrohúngaro - también disuelto en noviembre de 1918 - y posteriormente devueltas a Ucrania en el Tratado de Riga de 1921.

En modo alguno fue Lenin quien inventó Ucrania; es más, antes de sucumbir a la enfermedad y la muerte, el líder revolucionario trató de oponerse al "chovinismo de la gran Rusia" del resto del partido, posteriormente liderado por Stalin y ahora revivido por Putin, que imponía lecturas diferentes de la historia y las divisiones territoriales. En todo caso, fue Stalin quien añadió territorios a Ucrania cuando invadió Polonia en 1939 con el consentimiento de Hitler, recuperando las zonas de Galitzia y Volynja que habían sido concedidas a Varsovia en el tratado de paz. La plenitud territorial de Ucrania fue entonces mérito de los sucesores de Lenin, incluida la incorporación de Crimea que decidió el secretario soviético (de nacionalidad ucraniana) Nikita Khrushchev en 1954, con el objetivo de rusificar un poco más la propia Ucrania.

La política soviética de divide et impera se extendió en realidad a casi todos los territorios de las quince repúblicas, que fueron subdivididos y "compartidos" según los objetivos que decidía el Politburó para controlar las diversas tensiones étnicas, tanto en los países bálticos como en el Cáucaso y en Asia Central. Por no hablar de los territorios de la propia Rusia europea y siberiana, donde hoy renacen las identidades de muchos pueblos menores y diferentes tradiciones histórico-culturales. La verdad es que todos los Estados independizados con la caída de la URSS reconocieron recíprocamente sus fronteras el 31 de diciembre de 1991 con el acuerdo de Belavezha, a pesar de las incertidumbres y tensiones aún presentes, sobre todo en las zonas caucásicas y asiáticas. Y Rusia reconoció a Ucrania.

No fue Lenin el culpable, al menos en lo que a Ucrania se refiere, sino que es Putin quien ha inventado una nueva Rusia mitológica, que reinterpreta a su manera las historias antiguas y recientes para intalar un nuevo imperio, aplicando esquemas mentales de clara raigmbre soviética. La memoria del líder revolucionario sirve, en cambio, para distinguir las influencias de la "ideología" - el comunismo inventado por los occidentales y reinterpretado por Lenin - de la "tradición de valores morales y espirituales", que existen desde el origen de la Rus' en el bautismo de Kiev hasta finales del primer milenio y conservados por todas las Rusias posteriores, incluida la soviética. La definición de Ucrania se convierte así en un elemento crucial para la autoconciencia de Rusia, que se ha perdido a sí misma en los meandros de la Historia y necesita afirmarse por oposición, porque no tiene ya su propia razón de ser. La guerra contra Ucrania, un Estado joven y complejo, pero orgulloso de su identidad y lleno de esperanza en su futuro, es la declaración del fin de Rusia, que se disuelve en la pretensión de la Victoria, cuando en realidad ha quedado fuera de la Historia.

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