Tokio, tras el Covid: aumentan un 40% los suicidios en las escuelas
En el 2020 hubo un récord de suicidios, con 479 alumnos de todas las edades que se quitaron la vida, incluyendo niños de primaria. Se observa un incremento más fuerte luego de reanudar las clases presenciales. Padre Villa: "Con el confinamiento obligatorio, creció el bullying digital. Y cuando se reanudaron las clases, muchos fueron incapaces de hacer frente a la situación".
Tokio (AsiaNews) - La vuelta a las clases después del Covid-19 ha provocado una nueva escalada de suicidios entre los alumnos de Japón. Según los datos publicados por el Ministerio de Educación, en 2020 se registró un aumento del 40% en comparación con el año anterior. Con ello, el país alcanzó la cifra récord de 479 niños, niñas y jóvenes que se quitaron la vida.
El aumento se concentró sobre todo en junio y en los meses posteriores a agosto, cuando las clases se reanudaron en las aulas tras un receso escolar de verano más breve de los habitual. En detalle, se registraron 14 suicidios en niños de primaria (8 más que en 2019), 136 en secundaria (40 más que el año anterior), 329 en el bachillerato (92 más que en los últimos doce meses). Entre los estudiantes mayores, el número de muchachas jóvenes que se quitaron la vida prácticamente se duplicó: pasó de 71 a 138.
"En los últimos años, los suicidios de adultos en Japón disminuyeron un poco, pero entre los niños el problema aumenta constantemente", afirma el padre Marco Villa, secretario general del PIME. El padre Villa es misionero y al vivir en Japón, pudo seguir de cerca la magnitud de la fragilidad psicológica que viven los niños y jóvenes. La principal causa de estas muertes es el acoso escolar, que también aumenta entre las niñas", comenta. La reanudación de las clases siempre es un momento delicado. Este año, sin embargo, me temo que el confinamiento obligatorio (lockdown) ha fomentado aún más la violencia psicológica a nivel digital. Y cuando luego vuelves a encontrarte con los demás, los problemas estallan".
“En las escuelas hay gabinetes psicológicos y profesores que se ocupan de estas situaciones, pero a los chicos les cuesta exponer su malestar y contactar con ellos. Lo viven como un fracaso - continúa el misionero del PIME -. La mayoría de las veces, las propias familias no son capaces de darse cuenta del problema, salvo cuando aparecen los síntomas físicos: a veces estos alumnos ni siquiera pueden cruzar la puerta del colegio y en ese momento salta la alarma. Sobre sus hombros pesa sobre todo una sociedad en la que la competencia es muy fuerte, incluso a nivel escolar: quien necesita esforzarse más se siente apartado, marginado”.
