Teherán y Bakú, rumbo a una colisión
Los iraníes apoyan a los armenios en el conflicto contra los azeríes por Nagorno-Karabaj. Azerbaiyán sueña con expandirse hasta una provincia de Irán de mayoría azerbaiyana. Por su parte, la República Islámica procura una mayor influencia en el Cáucaso Sur.
Moscú (AsiaNews) - Las relaciones entre Azerbaiyán e Irán nunca han sido fáciles y en los últimos 30 años pasaron por varias fases. La fuerte presión azerí en el sur, tras la guerra de 44 días en 2020, está provocando reacciones cada vez más tensas entre los iraníes. Irán es un país con un sistema muy rígido, que conoce bien sus objetivos y cómo conseguirlos, y cuándo arriesgarse, conservando siempre el recuerdo de su antiguo pasado imperial.
Zerkalo.az destaca las repercusiones del conflicto azerbaiyano-armenio por Nagorno-Karabaj en la política de Irán, un país no implicado directamente en el conflicto, pero muy interesado en sus consecuencias.
El Sha de Persia convirtió a Teherán en el principal actor de todo Oriente Medio, con un ejército fuerte y un servicio de seguridad activo: el Savak -creado con la ayuda del Mossad y la CIA- que aspiraba a tener reactores nucleares. En los años 70, Irán era muy superior a todos los demás Estados de la región, incluida Turquía.
Las ambiciones iraníes tampoco han desaparecido bajo el régimen de los ayatolás. Se han reanudado los programas atómicos y el desarrollo militar, con el apoyo de la URSS, posteriormente de Rusia, y ahora de China. Si bajo la presión de las protestas recientes, el régimen volviera a cambiar, los planes geopolíticos de Irán no variarán mucho, ni siquiera con un gobierno liberal.
Las estrategias quizás cambiarían, pero los azeríes están convencidos de que la relación con su país no mejoraría. Lo mismo ocurría en la época del Sha, a pesar de que era hijo y marido de dos mujeres azerbaiyanas: en aquella época el solo hecho de pronunciar en la calle algunas palabras en lengua azerí era motivo de castigo.
Los azeríes siempre han llenado las filas del ejército iraní, pero sin ocupar puestos de mando. La desconfianza hacia los "provincianos" azeríes se debe también a razones religiosas: Irán siempre se ha considerado el líder del Islam tradicionalista, mientras que Azerbaiyán es visto como una cueva de extremistas radicales.
Los azeríes desempeñaron un importante rol en el derrocamiento del régimen laico del Sha, junto con los comunistas locales y los ayatolás más intransigentes. Incluso hoy, gran parte del clero islámico de Irán está formado por azeríes, que también están presentes en el partido gobernante y en el ejército; el propio ayatolá Jamenei ha admitido abiertamente en varias ocasiones que es de origen azerí.
Los azeríes de Irán constituyen una población de habla turca y han pasado por fases más o menos afortunadas, hasta que quedaron completamente marginados durante la dinastía Pahlavi. Para defenderse mejor, siempre se han opuesto a cualquier forma de nacionalismo azerí dentro de Irán, manteniéndose bastante separados de sus hermanos de la zona del Cáucaso.
En el Cáucaso postsoviético, se han cuestionado estos antiguos y precarios equilibrios. Sin ir más lejos, la competencia histórica con Irán está en el trasfondo del conflicto de Karabaj, que enfrenta a los azeríes con los armenios. En Teherán ven con creciente preocupación el crecimiento de los turanios en toda la región, hasta Asia Central, aunque no hablen abiertamente de ello, y sospechan que podría tratarse de una maniobra de los israelíes.
Por estas razones, Irán apoya a Armenia, que, sin embargo, ha sido la parte perdedora en el conflicto. En las continuas tensiones entre Ereván y Bakú, Teherán sigue jugando la carta armenia. El choque con los azeríes subraya también el aspecto religioso del conflicto entre chiíes y suníes, que los azeríes fomentan contra el régimen iraní.
Los azeríes miran más allá de Karabaj y sueñan con expandirse hacia el sur, creando un “Azerbaiyán meridional” en la zona más poblada por azeríes iraníes, profundamente arraigados en la economía y la política locales. Irán, por su parte, pretende recuperar un papel dominante en el Cáucaso Sur. Dada la actual inestabilidad en toda la región, se espera que el enfrentamiento no degenere en un conflicto devastador.
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