Stephen Gill: Cristo ha aplacado mi sed de paz
El escritor y poeta pacifista, de familia cristiana, cuenta su descubrimiento de la fe a lo largo de su historia personal, tras un pasado de dudas y dolor espiritual. Nacido en Pakistán, sufrió a causa de la división de la familia. Hoy vive en Canadá, donde ha ensayado varias religiones, hasta que llegó a comprender que solo “Cristo es el Príncipe de la paz”.
Cornwall (AsiaNews) – Un “nuevo nacimiento, como seguidor de Cristo”: es de esta manera que Stephen Gill, un poeta indo-canadiense, define su conversión al cristianismo. Habla de ello él mismo, en un diálogo con uno de sus alumnos del doctorado, que le ha pedido brindar un recorrido por los orígenes de la fe cristiana de su familia y que revele su edad. Sobre esta última cuestión, él responde: su edad “no tiene nada que ver con mi escritura”. En cuanto a la primera, la fe en Cristo, él recorre su vida, marcada por dudas sobre la religión y por el dolor a raíz de una familia que quedó dividida al repartirse el territorio entre la India y Pakistán.
Gill nació en Sialkot, en el Punjab pakistaní, antes de la división del imperio británico. Pasó su infancia en Nueva Delhi, con su familia, alejado de los parientes, que permanecieron en Pakistán. Las persecuciones de aquellos años, entre hindúes y musulmanes, que forzaron a la huida a miles de cristianos y parsis, marca profundamente la persona del poeta. Por años, su alma se mantiene inquieta, en una búsqueda continua de paz interior. La misma paz que surge en los versos de sus composiciones. En total, ha escrito una veintena de obras que suman poemas, novelas y textos críticos. Sus trabajos han aparecido en más de 1000 publicaciones. Sobre él se han desarrollado cuando menos 12 estudios críticos.
Graduado en la Ansted University, escribe sus textos principalmente en inglés, pero también redacta poemas en urdu e hindi. Es miembro de la Unión de Escritores de Canadá y profesor asociado de la European-American University. Ha recibido numerosos premios, entre ellos, el Sahir Award of Honor, de la Sahir Cultural Society india, y la Placa del World Council of Asian Churches (en Canadá).
Gill cuenta que desde pequeño, él estaba continuamente a la búsqueda de Dios. Es por ello que se acerca a varias religiones. Pero ninguna lo sacia plenamente. Finalmente, entiende que es Jesucristo el que calma su “sed”, en particular, la “sed de paz”. A continuación, brindamos el relato del escritor, que fue publicado en el Pakistan Christian Post (traducción del inglés al español, por AsiaNews).
Mi vida es un libro abierto, y así quiero que permanezca. En lo que concierne a mi herencia religiosa, mi madre solía hablarme sobre mis parientes. Según ella, mis abuelos eran cristianos, y también lo eran mis bisabuelos. Parece que mis bisabuelos se volvieron cristianos a causa de sus contactos con misioneros. Según parece, los misioneros se encargaron de la educación de mi madre para que desempeñara la profesión de docente de nivel primario. Conocí a mi bisabuela y pude estar con ella apenas pocos días, durante mi infancia. Míos tíos maternos y otros parientes por su lado eran granjeros. Desafortunadamente, no recuerdo sus nombres. Esta es la historia por el lado de mi madre. No sé nada del lado de mi padre, excepto que mis bisabuelos y tatarabuelos también eran cristianos y granjeros. Sé algo acerca de las hermanas y hermanos de mi madre. Al único hermano de mi padre lo vi un par de veces. Él era militar. No recuerdo mucho más que eso. No sé cómo ingresó a las fuerzas armadas, ni nada más. Recuerdo que físicamente, era un hombre muy fuerte. Vivió mayormente en un pueblo y tenía la tez blanca, como mi padre.
Si bien nací en una familia cristiana, tuve mis dudas. Solía pensar en por qué los cristianos son perseguidos en todas partes. Tenía que haber algo mal en el Cristianismo. Dejé el cristianismo durante años y seguí siendo un cristiano nominal, con dudas, cuando estuve en Canadá. Antes de explayarme sobre mis dudas y mi apostasía, quisiera dejar en claro que yo no estudié el Cristianismo en ninguna institución religiosa, donde pudiera afirmar mi fe heredada. Tampoco me moví en el ambiente cristiano. En casa no estudiábamos la Biblia ni rezábamos, excepto cuando asistíamos a las celebraciones de la Iglesia Católica, la mayor parte de los domingos. No teníamos celebraciones especiales en Navidad ni en Pascua. La mayoría de nuestros parientes eran cristianos, pero ellos vivían lejos, y después de repartirse el territorio, ellos se fueron a Pakistán. Lo que quiero decir aquí es que no heredé ningún pasado o influencia cristianos. En el prefacio de Songs Before Shrine, escribo sobre esa etapa de mi crecimiento en Nueva Delhi.
“Para nosotros, los niños, no había tías, ni tíos, ni primos que saludar o que nos saludaran los fines de semana, porque ellos vivían del otro lado de la línea imaginaria que estaba trazada por los robots religiosos. Años después, cuando mi madre nos contó sobre nuestros parientes, solíamos escucharla como si se tratase de cuentos de hadas (viii). Como consecuencia, comencé a leer literatura religiosa para averiguar si el Cristianismo era realmente malo. Hubo momentos en los que empecé a odiar las religiones. Empecé a tener una mayor simpatía por los marxistas y socialistas debido a su antipatía hacia la religión.
Sentía tal frustración al ver los sufrimientos y el sufrimiento sin razón de mi familia, que me convertí en un ateo. En lo que concierne al ambiente en el cual debía vivir, el Dr. P.C.K. Prem en An Interpretation of the Mind and Art of Stephen Gill, editado por Dr.Anuradha Sharma y publicado por Sanbun Publications en 2011, afirma:
“El poeta es implacable cuando describe las atrocidades y abrumadoras escenas de las brutalidades cometidas durante aquellos días de odio colectivo… Como es de esperar, el poeta está hondamente dolido y herido siendo que también fue uno de los que peor sufrió durante aquellos días. Él plantea preguntas razonables: ¿Por qué surgen actos de barbarie y por qué los hombres sufren de una depravación obsesiva? (pág.140)”.
Me uní a la compañía de los marxistas y de los ateos, leí su literatura y asistí a sus reuniones. Encontré una buena colección de literatura sobre ateísmo. De alguna manera, mi padre llegó a saber de mis intereses. En mi ausencia, un día, él quemó todos esos panfletos y libros y vigiló de cerca mis movimientos para mantenerme alejado de la compañía de ateos. Yo no era un ateo plenamente comprometido, tanto como tampoco era un cristiano enteramente comprometido. Como es lógico, aún estaba sediento. Mi interés por la paz continuó, e incluso adquirió mayor vigor. Sin embargo, gradualmente, comencé a volver a Dios, pero la búsqueda por una religión que me mostrase el camino a la paz nunca bajó su marcha. Como resultado de mis oraciones a Dios e incluso por lo contrario, comenzaron a suceder algunos milagros en mi vida. El milagro principal fue salir de la India, algo que, por cierto, era imposible.
En Canadá, comencé a interesarme por las religiones judía, budista, bahaí y musulmana. Hubo un tiempo en que me contacté con el clero judío para seguir su religión. El Bahaísmo comenzó a agradar a mi intelecto, por su solución a los problemas de una manera pacífica. Discutí y estudié su literatura y su abordaje de la paz. Todavía tengo una buena colección de libros de Bahaísmo. Eventualmente me convertí en Bahaí y recibí mi credencial de membrecía. Poco a poco, supe que ellos no alientan a sus miembros a participar en eventos políticos. Los buenos bahaíes no ejercen su derecho al voto. Creen que los sistemas políticos son corruptos y por tanto, la abstinencia de las actividades políticas es la manera de derrotar el sistema. Yo concuerdo totalmente con esa mirada, pero no con el método de pacifismo que usan. Por esta y por otras razones, dejé a esa buena gente.
De todos modos, continué mi búsqueda por la fe que tuviera la llave hacia la paz y también un amor incondicional. Continué mi búsqueda, pero no para convertirme en un predicador religioso. Mi meta era convencer mi intelecto. Eventualmente mis estudios me convencieron de que las enseñanzas de Cristo son el [camino] para lograr la paz y de que este camino para lograr la paz es el del Todopoderoso. Porque el camino de Cristo es el camino del Todopoderoso, y debido a su vida práctica inmaculada, Cristo es llamado el Príncipe de la Paz. En lugar de llamarme cristiano, comencé a referirme a mí mismo como un seguidor de Cristo. Me convertí en un seguidor de Cristo que volvió a nacer a raíz de mis estudios y experiencias místicas. Luego de estudiar la vida y las enseñanzas de Cristo durante años y con detenimiento, puedo decir objetivamente que Cristo es la encarnación del amor incondicional y que el amor incondicional es la madre de la paz, que está más allá del entendimiento humano.
Quisiera añadir que los Evangelios y la Biblia mencionan que los hombres sabios de Oriente fueron a rendir honor a Jesús cuando nació. Según marcan las leyendas, uno de estos hombres provenía de la India. Quisiera agregar, además, que de acuerdo a algunos documentos y libros académicos, así como según ciertas disertaciones doctorales, los Vedas profetizan el nacimiento de Jesús. Siendo hijo de la India, para mí no fue difícil aceptar a Cristo como el Príncipe de la Paz. Según la manera de pensar india, Om Shanti Shanti Shanti Om, y en el Cristianismo, Dios es el Príncipe de la paz. Además de esto, yo soy una persona que apoya abiertamente la ideología del vive y dejar vivir. Este también es un pensamiento indio. En el Cornwall Seeker [publicado] el día 28 de enero de 2018, Melanee Morin, una académica, dice que “Pese a que nació en Sialkot, actualmente [situado] en Pakistán, los temas principales que se despliegan en todo el trabajo de Gill son la encarnación de los valores canadienses: paz, tolerancia y libertad”. Estos valores son la materialización de los valores indos, en particular, de la ideología del vive y deja vivir. Estos son los pilares de los valores cristianos.
En lo que respecta a mi edad, agradecería que esta no sea de dominio público. Es más, mi edad no tiene nada que ver con mi escritura.
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