23/12/2022, 21.20
TAILANDIA-MYANMAR
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Son refugiados birmanos y cuidan de una niña tailandesa abandonada por todos

de Adriano Pelosin *

En los suburbios de Bangkok vive el padre Adriano Pelosin, quien cuenta: "Joseph, Anna y Mary tuvieron que huir de Myanmar tras el golpe de Estado; no sabían adónde ir. En la parroquia les dimos la bienvenida. Ahora se preparan para recibir el bautismo y cuidan de Bang Eung, una niña de tres años que fue abandonada por su madre, una mujer drogadicta”. El deseo del sacerdote es “que todos podamos vivir la Navidad con la alegría de los pobres".

 

Bangkok (AsiaNews) - Los pobres nos muestran el sentido más auténtico de la Navidad. Quien lo dice es el padre Adriano Pelosin -un misionero del PIME, párroco de la comunidad de San Marcos, en las afueras de Bangkok, y superior del Instituto Misionero Tailandés. En su carta con motivo de la Navidad, se entrelazan dos historias: la de una familia de refugiados birmanos que huyen de la represión y la de una niña tailandesa que no tiene a nadie que se ocupe de ella. 

Bang Eung' significa 'Por casualidad'. Bang Eung es una niña de tres años muy vivaracha y locuaz. Se rasca la cabeza con frecuencia, porque está llena de pulgas, salta de silla en silla como un monito y luego vuelve con su bisabuela, que está enferma del corazón.

Bang Eung fue abandonada por su mamá poco después de nacer. Su papá está en la cárcel por tráfico de drogas; su madre también es drogadicta y huyó para evitar que la atrape la policía. La bisabuela nos pidió que acogiéramos a Bang Eung porque dice que si ella muere, nadie cuidará de la niña. Hace unos treinta años, la misma bisabuela vino a verme con "An", un nieto de 14 años que nunca había ido a la escuela y ni siquiera hablaba; sus padres lo habían abandonado cuando era pequeño y estaban en la cárcel por tráfico de drogas. Hace tres años, la misma bisabuela me había preguntado si podía cuidar de un nieto de un año, "New". New es el hermano de Bang Eung, nacido de la misma madre pero de distinto padre.

Cuando recibimos a Bang Eung en la parroquia, nos preguntamos quién podría cuidar de la pequeña.

Y aquí es donde entra otra historia; la de Joseph, Anna y Mary (evitamos dar sus nombres reales... por cuestiones de seguridad política). Una noche, hace unos dos meses, Joseph me telefoneó y me preguntó si podía recibirlos a él, a su esposa Anna y a su hija Mary, de cinco años. Son birmanos y huyeron de Myanmar porque los buscaba el ejército, que hace dos años perpetró un golpe de Estado y comenzó a perseguir a todos los manifestantes que protestaban contra el gobierno.

Joseph era uno de los líderes de la protesta. Cuando llegaron, la niña, Mary, seguía aterrorizada; llevaba muchos días sin hablar, sin comer, sin dormir y sin ir al baño. Le dije a Joseph que tomara un taxi y viniera a la parroquia, que yo pagaría el viaje. Una joven pareja birmana también vino con la familia de Joseph. Se dieron un baño, comieron y descansaron, después de muchas noches sin dormir y con miedo. A la mañana siguiente, todos los birmanos se postraron a mis pies y Joseph dijo: “I believe in God”; "Creo en Dios, porque aunque soy budista, anoche recé al Dios que adora mi padre, Jesús, y le pedí que me ayudara. Alguien me dio tu número de teléfono y ahora sé que Dios estaba allí”'.

Al cabo de dos días, alquilé dos habitaciones y traje todo lo necesario para instalar a las dos familias. Más tarde, la otra pareja birmana se fue a trabajar a una obra. Joseph y Anna demostraron ser tan amables, inteligentes y serviciales que los invitamos a trabajar con nosotros, y Mary va a la escuela Maria Auxiliadora y le va muy bien. Ahora esta pareja birmana, que viene a la iglesia todos los días y se prepara para bautizarse, se ofreció a criar a Bang Eung y ser su papá y su mamá.

Quiero terminar pidiéndoles a todos que recen por nosotros, que siempre tenemos la tentación de escapar del dolor y el sufrimiento que conlleva nuestro trabajo. Con motivo de la Santa Navidad que se acerca, les deseo a todos la paz, la paz de quienes se reconocen pobres y discapacitados, como las personas que celebraron con nosotros la fiesta de los pobres en la parroquia de San Marcos, hace pocas semanas. Había una gran paz y una alegría íntima que nos dejó a todos asombrados. Todo esto es obra del Señor.

* misionero en Bangkok

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