08/11/2022, 13.37
PUERTA DE ORIENTE
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Siria, narcoestado de Oriente Medio: el captagon une a Assad y a los rebeldes

de Dario Salvi

Un negocio de 10.000 millones de euros al año que alimenta las arcas del gobierno y de la oposición, creando alianzas "impensables". Una sustancia universal que consumen estudiantes y profesionales, y se considera menos "prohibida" que el alcohol u otras drogas. Arabia Saudita es el principal destino del mercado.

 

Milán (AsiaNews) - Un comercio que une a todas las partes involucradas en el conflicto sirio, desde la familia Assad hasta la oposición, desde los kurdos hasta los grupos rebeldes y yihadistas que todavía controlan una parte considerable del territorio sirio. Y que, a lo largo de los años, ha establecido alianzas teóricamente impensables. Más de una década de devastadora guerra civil ha reducido a Siria, que alguna vez fue uno de los centros económicos y culturales más avanzados de todo Oriente Medio, a un desierto de ruinas, escombros y pobreza. Sin embargo, hay un elemento que trasciende las fronteras y une a los bandos contraopuestos: el captagon, la droga que en los últimos tiempos se ha consolidado como la más consumida en toda la región. En torno al estimulante, famoso en el pasado porque estaba muy difundido entre los milicianos del Estado Islámico (IS, antes Isis), hoy ha florecido una industria de más de 10.000 millones de euros que alimenta las arcas del gobierno (y de los más cercanos al presidente Bashar al-Assad) y también de muchos grupos que se oponen a él.

La droga de las lunas crecientes

Un floreciente comercio que ha convertido al país árabe en el último narcoestado del mundo y ha extendido sus tentáculos hasta abrazar al vecino Líbano, sumido también en una gravísima crisis política e institucional. En este momento el captagon -anfetamina derivada de un tratamiento legal para la narcolepsia y los trastornos de atención- supera con creces a todos los demás productos de exportación legal sumados entre sí. Desde Siria y Líbano, los principales productores con cientos de millones de pastillas al año, la droga cruza las fronteras para satisfacer las enormes demandas de los países del Golfo, encabezados por la Arabia Saudita (MBS) de Mohammed bin Salman. Los comprimidos se ingieren, pero también se pueden triturar e inhalar. La anfetamina que contiene estimula la actividad cerebral, aumentando -por lo menos al principio- el nivel de atención y la confianza en sí mismo, al tiempo que disminuye el apetito y la necesidad de dormir. Esas características lo hacen muy apreciado por un amplio abanico de consumidores, incluso entre los estudiantes, que pueden pasar noches enteras sobre los libros, o los taxistas, por no hablar de los profesionales que quieren estar concentrados durante muchas horas.

El reino wahabita es el principal mercado de la droga, sobre todo entre los jóvenes, que pueden aprovechar las aperturas de bin Salman en el ámbito del entretenimiento -desde conciertos hasta cines, pasando por fiestas rave y ahora Halloween- para poder disfrutar toda la noche. Las jóvenes lo toman principalmente, y en grandes cantidades, para perder peso, porque reduce la necesidad de comer. Además, existe una razón ética, no solo en Riad sino también en otros países musulmanas del Golfo, desde los Emiratos Árabes Unidos hasta Qatar, para decretar su éxito: el captagon se considera una sustancia menos peligrosa y censurada que la cocaína o el alcohol, cuyo el consumo está prohibido (al menos teóricamente) en los países islámicos. Sin embargo, el consumo -y el abuso- de la metanfetamina provoca a largo plazo graves daños en el organismo, con lesiones en el sistema nervioso, muscular y cardíaco. Además, los comprimidos -que se distinguen de otras drogas por la presencia de la característica "C" estampada en ambas caras- también tienen otros componentes que son igualmente peligrosos. Por otra parte el logo ha llevado a los consumidores del mundo árabe a apodar la droga "Abou al-Hilalain" o "Padre de las dos lunas crecientes".

Desde la diversión hasta el estudio, un uso universal

Las pastillas de mejor calidad, destinadas al Golfo, son blancas, pero también las hay amarillas, beige e incluso rosas, y vienen envasadas en bolsas de 200 unidades cada una. No se trata sólo de diversión más o menos "halal", sino que a algunos, sobre todo entre los inmigrantes, las drogas también les permite trabajar y ganar dinero. Barato, discreto y menos tabú que el alcohol, para muchos saudítas pobres y para los que vienen de otros países de Asia (o África), el captagon es una inyección de fuerza, como muestra una investigación de AFP. “Puedo trabajar dos o tres días sin parar -dice Faisal, un obrero de 20 años que gasta hasta 40 euros por semana en pastillas-, lo que me ha permitido duplicar mis ingresos y pagar las deudas. “Termino mi primer trabajo agotado a la mañana temprano -observa el joven- pero las drogas me permiten realizar un segundo trabajo como conductor de vehículos compartidos”. Un inmigrante egipcio que trabaja en la construcción cuenta que empezó a tomar pastillas porque su jefe se las ponía a escondidas en el café, para que trabajara más rápido y durante más tiempo, "En poco tiempo -reconoce- mis compañeros y yo nos hicimos adictos". El precio también puede variar mucho, desde los 25 euros de las pastillas premium que se venden a los sauditas ricos hasta las adulteradas y de baja calidad que rondan el euro.. 

Assad y los rebeldes, un negocio para todos

Los que operan en el comercio ilegal afirman, bajo condición de anonimato, que los costos son bajos y los beneficios altos, hasta el punto de que si solo un transporte de cada 10 sale bien, la operación sigue siendo un éxito. En la cúspide del narcotráfico regional hay una red formada por unas cincuenta personas de nacionalidad siria, libanesa y saudita. Algunos tienen fuertes vínculos con las poblaciones tribales de la zona, en particular con la confederación beduina de Bani Khaled, que desde Siria y Líbano extiende sus tentáculos de lazos e intereses a Jordania, Irak y Arabia Saudita. Incluso las cifras relativas a las incautaciones, aunque solo corresponde a una mínima parte del tráfico, son considerables: el año pasado las fuerzas del orden confiscaron al menos 400 millones de pastillas en todo Oriente Medio. Los agentes de aduanas y antidrogas informan que por cada cargamento que incautan, otros nueve tienen éxito. Esto significa que incluso con un precio medio bajo de 5 euros por paquete y solo cuatro de cada cinco que pasan los controles, el captagon se ha convertido en una industria con un valor de más de 10.000 millones, y Siria cuenta con el 80 % de la oferta mundial, al menos tres veces superior al presupuesto nacional..

Además, en el negocio estarían involucrados tanto la familia del presidente sirio como los grupos rebeldes y yihadistas. La oscura red de señores de la guerra y especuladores que Assad compró para que lo apoyaran se ha beneficiado enormemente, incluido el Hezbolá libanés, que desempeñaría un papel "significativo" en la protección del comercio especialmente a lo largo de la frontera. Rami Abdel Rahman, director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una ONG con sede en el Reino Unido y una densa red de informantes sobre el terreno, señala que "Maher al-Assad es uno de los principales beneficiarios del comercio de captagon". Recibiría "una cuota" a título personal, mientras que el dinero obtenido del tráfico también se utiliza para pagar a los grupos armados que intervienen en las distintas zonas donde hay focos de conflicto, como Idlib. En algunas oportunidades la materia prima se suministra en bolsas con el escudo del ejército, pero los mismos grupos rebeldes están involucrados de lleno en el tráfico explotando la ruta que, desde las provincias de Sweida y Daraa, en la frontera con Jordania, lleva a Arabia Saudita.

"El captagon ha unido a todas las partes en conflicto... El gobierno, la oposición, los kurdos y el Isis", afirma un ex alto funcionario de Damasco. En toda esta región las drogas “han forjado alianzas teóricamente impensables”. Mientras tanto, en Siria y Líbano no hay perspectivas de mejora y la crisis política, económica e institucional parece destinada a perdurar en el tiempo, permitiendo que la droga se consolide como un pilar indispensable para sustentar las arcas de ambos países. "Siria se ha convertido en el epicentro mundial de la producción por una decisión consciente", confirma Ian Larson, experto en el sector y director de la consultora COAR. “Con su economía paralizada por la guerra y las sanciones -añade- Damasco tiene pocas opciones más sobre la mesa” mientras que productores y traficantes están convencidos de que esto “es solo el principio”.

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