Semillas de esperanza: El Jubileo en el corazón de China
El relato de Mei Li, que pensaba en el suicidio: "Lo que más atrae de Dios es la esperanza". La historia de la adolescente que les dice a sus padres que va con sus amigos al centro comercial y en realidad participa en actividades en una iglesia y elige Juana de Arco como nombre de bautismo. El deseo de unidad con el mundo entero. En el Año Santo de las comunidades católicas chinas, la esperanza que permite escapar del vacío social, político, existencial que sólo genera presiones infinitas.
¿Cómo están viviendo el Jubileo las comunidades católicas en la República Popular China? ¿Y en qué medida el tema de la esperanza habla a la vida de los jóvenes chinos de hoy? Lo cuenta en este testimonio una fuente de AsiaNews que vive en China.
Visto desde este rincón del mundo, el Jubileo de la Esperanza tiene un sabor especial. Aquí casi no se habla de otra cosa: hay grupos que promocionan viajes, vídeos que explican su significado, donde es posible está presente el símbolo y, por supuesto, Luz, la mascota oficial, que también se puede ver en las fachadas de algunas iglesias.
Una Iglesia que celebra el Xi Nian (el Año Santo) en un contexto desfavorable, a menudo asociado a la desesperación, pero que a veces, inesperadamente, se convierte en un recurso y un momento creativo. Silenciosa, pero poderosa, la Iglesia china es un campo arado con semillas de esperanza.
La situación política no puede competir con la vitalidad que habita en lo más profundo de ella misma.
Semillas de conversión, en primer lugar. Cada vez más frecuentes, que se caracterizan por una gran seriedad y atención por el catecumenado. En efecto, hay cursos de formación para los formadores de los catecúmenos que requieren meses de intenso estudio, oración y servicio. A estos cursos asisten generalmente mujeres y hombres que están reduciendo su vida laboral - desafiando la fortísima presión social y profesional - para poder dedicarse con mayor libertad a su propio crecimiento espiritual y a la formación de otros cristianos.
Conversiones como la de Mei Li, casada y con una hija de veinte años, con un título universitario y un buen trabajo, pero que cuenta que se sentía triste e insatisfecha desde hace mucho tiempo, "A menudo pensaba en el suicidio, no entendía para qué había servido todo el esfuerzo de mi vida". El “esfuerzo” al que se refiere es la presión social y familiar que caracteriza la vida cotidiana de los chinos. Una presión que comienza en la infancia y acompaña toda la vida: ser la mejor alumna, la mejor hija, la mejor esposa, la mejor madre, tener el mejor trabajo, la mayor cantidad de dinero posible, ser bella, encajar perfectamente en el estereotipo impuesto… Esta es la inmensa fatiga que impregna la vida de los chinos (y que también se aplica al mundo masculino).
Todo lo que se hace está sometido a presión y a juicio, y la unidad de medida para decidir el éxito o el fracaso de la vida es el dinero que uno puede ganar y exhibir. Mei Li había superado estas presiones con razonable éxito, y aún así pensaba en el suicidio. “Te das cuenta de que creer en el dinero no lleva a ninguna parte y sientes que no eres más que una caja vacía. Toda una vida de presiones para llegar a sentirse vacío es la prueba de que este sistema no funciona”. De hecho, el suicidio para escapar de la presión es un problema real en China, donde cada vez más jóvenes deciden quitarse la vida porque no pueden hacer frente a los estándares impuestos.
Después se produjo el encuentro con una amiga cristiana recién bautizada, quien condujo a Mei Li a una comunidad que la acogió, la escuchó, la comprendió y, finalmente, la acompañó al bautismo. “No es cierto que los chinos no creemos en nada, ocurre que hasta ahora estábamos concentrados en salir del hambre y sabíamos que sólo trabajando duro podríamos conseguirlo. Ahora finalmente ha llegado el momento de pensar en nuestro espíritu, y mi corazón anhela que cada chino se haga cristiano; cuando camino por la calle y me cruzo con el rostro de alguien, tengo la certeza de que a él también le llegará el momento", porque "lo que más me atrae de Dios es la esperanza".
Aunque también hay conversiones más “frescas” como la de la despreocupada Juana de Arco, una chica de 17 años de una gran metrópoli internacional, joven, bella, audaz, que decide recibir el bautismo sin decirle nada a su familia (¡y elige Juana de Arco como nombre de bautismo!). Les dice a sus padres que pasa las tardes en el centro comercial o en alguna confitería, pero en realidad participa en la catequesis o en actividades comunitarias. Su primer contacto con los cristianos fue a través de algunas iglesias protestantes; pero después, con una actitud muy tipo “navaja de Ockham” y una mezcla de pragmatismo chino y concisión propia de la edad, sentenció: “las iglesias protestantes eran hermosas pero demasiadas, la Iglesia católica es una y la misma en todo el mundo, y eso es mejor”.
El deseo de unidad con el mundo es otra gran semilla de esperanza. Durante una cena con algunas familias y muchos niños, un padre confió que estaba muy feliz de que su hijo de siete años viera que hay cristianos que vienen de lejos para compartir y estar juntos en amistad. Él mismo recordaba que cuando era niño llegó a su aldea de visita un francés que era miembro de alguna orden y se quedó durante un tiempo: "en ese momento comprendí que mi fe era importante, porque si alguien de tan lejos venía a visitarnos, quería decir que éramos parte de algo grande, de algo hermoso".
La esperanza que viene de esta tierra es tangible si uno mira con atención. Hay una reserva de vitalidad y deseo de mundo, que es el reflejo de la privación de libertad y de apertura. Son las semillas de aquel que sabe que ahora es de noche, pero que la noche no dura para siempre y que de todos modos es un buen momento para salir. Como la Magdalena, que «salió cuando todavía estaba oscuro», esta Iglesia también sale de noche y prepara el camino para el día que debe venir. Por supuesto, no faltan las preocupaciones, la desorientación, las dificultades, pero se puede percibir en la gente que para ellos la fe es una fuente de verdadera esperanza para toda China, la esperanza que permite salir de ese vacío social, político y existencial que sólo genera presiones infinitas. “China sólo está esperando que alguien le hable de Dios”, en esto coinciden muchos jóvenes cristianos, y es un estribillo en muchas conversaciones.
El Jubileo se convierte así en un espacio de libertad, porque recuerda que hay Iglesias hermanas que piensan unas en otras, hace percibir la comunión y olvidar el aislamiento. Sobre todo recuerda que hay un centro, que sólo por el hecho de existir da esperanza.
De este modo, la Iglesia china se nutre de la esperanza que nace de pertenecer a la universalidad del mundo y, al mismo tiempo, se convierte ella misma en reserva de esperanza para la universalidad, pues descubre la vida donde parece haber sólo muerte. Y esta es la misión más hermosa.
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23/12/2015
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