Se agrava la crisis política armenia
La dimisión del Presidente Sarkisyan deja el campo libre al Primer Ministro Pashinian, acusado de ser demasiado condescendiente con Azerbaiyán y Turquía. El temor de una deriva autoritaria en Ereván.
Moscú (AsiaNews) – A finales de enero presentó su dimisión el presidente Armen Sarkisyan, agravando aún más los enfrentamientos políticos en la joven democracia armenia. El ex jefe de Estado explicó en los últimos días que había renunciado porque “carecía de las facultades y poderes” que se le atribuyen al cargo. El ex mandatario se trasladó a las islas caribeñas de San Cristóbal y Nieves, donde se descubrió que tenía una tercera nacionalidad, además de la británica, dato que era de público conocimiento.
Stepan Grigoryan, ex embajador armenio en Rusia y politólogo, afirma en Novaja Gazeta que "en ciertos países como el nuestro, además de los acuerdos escritos, los acuerdos verbales son muy importantes. Es lo que ocurrió en el traspaso del poder presidencial entre Serz Sargsyan y Armen Sarkisyan, a quien se le prometió que como presidente se encargaría de atraer inversiones a Armenia y que desempeñaría un papel importante en política exterior".
Sarkisyan fue electo en 2018, y en los últimos años tuvo que buscar la manera de colaborar con el primer ministro Nikol Pashinian, protagonista de la "revolución de terciopelo" y posteriormente, de la derrota con Azerbaiyán en Nagorno Karabaj. Las elecciones anticipadas de 2021 confirmaron a Pashinian en el poder, y su gobierno ha bloqueado todas las iniciativas del presidente, valiéndose de la legitimidad popular de la que aún goza a pesar de las numerosas contradicciones. Sin embargo, Grigoryan advierte que "incluso un gobierno revolucionario requiere el control de parte de los demás poderes del Estado".
La administración de Pashinian recibe fuertes críticas, entre otras cosas, por la falta de idoneidad de sus miembros, elegidos de la "sociedad civil". Los funcionarios de gobierno no parecen capaces de hacer frente a los tremendos desafíos de los últimos años. "Hablé con un importante miembro del partido oficialista", explica Grigoryan, "y me dijo: si Azerbaiyán tiene 1.000 tanques de guerra, Turquía 10.000 y nosotros sólo 300, estamos obligados a hacer lo que ellos quieran. Yo le respondí que Luxemburgo no tiene ni un solo tanque, pero vive en paz entre Francia y Alemania”.
Tras la confirmación de Pashinian, el presidente dimisionario no tuvo fuerzas para continuar la confrontación y se sumó a las críticas destructivas de la oposición, junto con la Iglesia armenia, la Universidad de Ereván y la Academia de Ciencias. Dado que solo exigía su dimisión, sin proponer ninguna alternativa o acuerdo, la rigidez de la élite intelectual, cultural y política acabó reforzando aún más el apoyo popular al primer ministro.
Sarkisyan envió su carta de dimisión desde Londres, antes de volar al Caribe, y su actitud despectiva cosechó aún más descontento entre la población. Pashinian tenía buenas razones para exasperar al ex presidente tras la derrota en la guerra de 2020, cuando quedó claro que quería deshacerse de él -pero no podía lograrlo recurriendo al Parlamento, porque ello hubiera requerido del 75% de los votos (de todos modos, hoy controla el 67%).
Según Grigoryan y otros comentaristas, la crisis se agudizó porque Pashinian está a punto de cerrar nuevos acuerdos sobre Nagorno Karabaj, y piensa ceder en muchos puntos con tal de poner punto final a las disputas con azeríes y turcos. Ante todo, que Karabaj sea reconocido como parte de Azerbaiyán ya parece inevitable, pues "todo el mundo lo reconoce ahora", como declaró recientemente el propio Primer Ministro armenio, algo que la oposición y la alta sociedad armenia no están dispuestas a aceptar.
En cuanto a Turquía, el jefe de gobierno armenio estaría dispuesto a dejar de insistir en la denuncia del genocidio de principios del siglo XX. Su argumento es que "la diáspora armenia debe ocuparse de ello, y no tanto las instituciones nacionales". Como consecuencia, se abrirán los accesos a Najicheván a través de carreteras, lo que permitiría a Turquía comunicarse directamente con Azerbaiyán. Por último, Pashinian podría intentar sustituir a Sarkisyan por una persona leal a él, provocando un "cortocircuito" democrático similar a los que él mismo denunció en la época de la "revolución de terciopelo". De este modo, concluye Grigoryan, "él también se convertiría en una especie de autócrata, y no creo que continuaría gozando por mucho tiempo del consenso actual”.
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