Salvar a la civilización del terrorismo islamista
La raíz del “cáncer” terrorista en el islam ha de buscarse en la enseñanza wahabita, sostenida por Arabia Saudita. El rechazo al integrismo debe darse en tres niveles: afirmar la fraternidad de todos, sin absorber las divisiones del odio; prohibir expresiones públicas del islam integrista, que se contrapone a una cultura que hospeda; cortar relaciones comerciales y diplomáticas con los Estados que sostienen el fundamentalismo (Arabia Saudita e Irán). La denuncia del filósofo franco-árabe Abdennour Bidar, seguidor de islam sufí, luego de las masacres de Niza y del asesinato del P. Jacques Hamel.
París (AsiaNews) – Desde enero de 2015, una serie de actos de barbarie han golpeado a nuestra Francia y nos han herido profundamente. Perpetrados en nombre del islam, éstos son también el fruto de espíritus enfermos, así como una de las más agudas expresiones de las crisis radicales que atraviesa hoy la civilización árabe-musulmana.
De aquí surge una gran dificultad en el análisis: ¿cuál es el vínculo que existe entre estos casos psiquiátricos aislados y el estado general de la civilización?
Hay quienes dicen que no existe vínculo alguno. Son ciegos. Como pude mostrar en mi “Carta abierta al mundo musulmán” [Ed. Ibis, 2015], aquellos que hoy nos agreden son parte de una de las metástasis más mortíferas de un cáncer generalizado del islam, que mata a través de sus elementos más patógenos.
Para dar rienda suelta a su apetito de destrucción, el cáncer del islam halla un terreno más favorable entre quienes son más frágiles desde un punto de vista psicológico, así como en aquellas regiones del mundo musulmán más desestabilizadas por los enfrentamientos entre la voluntad de potencias locales y occidentales.
Atentos a no equivocarnos: nosotros hemos podido acusar, incluso aquí, los objetivos de una gigantesca deflagración cuyo origen es el wahabismo de Arabia Saudita. Es este el epicentro del cáncer – ella, que hospeda los lugares santos de La Meca y Medina, traicionando su sacralidad de una manera vergonzosa. Extraviada por su oscurantismo desde el siglo XVIII, esta región del mundo ya ha hecho marchitar el mundo musulmán por entero con el dinero de su petróleo, que le ha brindado el medio maléfico para contaminar y hacer degenerar una civilización que nada tiene que ver con ese oscurantismo suyo, vacío de toda espiritualidad digna de este nombre.
Frente a eso, para nosotros los musulmanes hay varias cosas por hacer: reinventar de pies a cabeza una cultura espiritual auténtica –de paz, de no violencia, de fraternidad universal, de una libertad de conciencia frente a los dogmas, normas y costumbres de la tradición, y, por último, de una igualdad entre las mujeres y los hombres.
Todos los musulmanes que osan decir que semejante cultura es mayoritaria en el islam son demasiado optimistas. Ellos toman su caso y lo generalizan, y no ven, o bien subestiman gravemente, la galopante proliferación del integrismo.
Esta persistencia en ignorar la profundidad y la amplitud del mal hace que corra un terrible peligro no sólo la libertad propia, sino también el mundo humano.
Para nosotros, los franceses de hoy, frente a este cáncer presente en el corazón del islam, hay tres cosas por hacer.
Proclamar la fraternidad en lugar de la guerra, es decir, rechazar los dobleces del odio entre las identidades y solidarizarnos en afirmar nuestros valores, sin dejarnos dividir por nada que nos agreda.
Tener el coraje y la fuerza de combatir, no sólo contra la radicalización de los candidatos al terrorismo, sino también prohibiendo en nuestro territorio toda manifestación pública de un islam integrista, para lo cual el simple criterio es la contradicción con nuestra cultura –valores, ley, arte de vivir.
Por último, tener el coraje de ya no mantener más relaciones comerciales ni diplomáticas, indignas y viles, con los Estados musulmanes fundados sobre el poder de una religión arcaica, intolerante y expansionista –Arabia Saudita, Irán, etc.
Mi conciencia como ser humano y mi responsabilidad como filósofo del islam me llevan hoy a repetir todo esto –y lo seguiré haciendo, cueste lo que cueste- hasta que el islam sea completamente regenerado. Y una vez más, otra cosa que no me canso de decir es que cada uno tiene su responsabilidad frente a las tragedias y los peligros del tiempo presente: tanto quienes no son musulmanes como quienes son musulmanes, juntos, a todos nosotros nos compete el deber de luchar por la paz en todos los niveles.
(Del blog de Abdennour Bidar, 28 de julio de 2016. Traducción del francés realizada por AsiaNews)
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