Sadriddin, refugiado kazajo, 'víctima' de la represión china en Xinjiang
El hombre de 44 años logró escapar con sus hijos y ahora vive cerca de Almaty. Su esposa, ciudadana china, está recluida desde hace siete años en uno de los tantos "campos de reeducación" creados por Beijing en la región de mayoría musulmana. Los padres de la mujer también estuvieron en un centro de detención, una de sus “culpas” es haber enviado a una hija a Egipto para estudiar el Corán.
Moscú (AsiaNews) - Son muchos los kazajos étnicos que tratan de volver a su país de origen para escapar del manto de opresión chino en Xinjiang, la región de turánica tristemente famosa por los "campos de reeducación" para musulmanes uigures, kazajos y otras nacionalidades de Asia central. Radio Azattyk cuenta la historia de Sadriddin Antonov, un prófugo que logró llegar a Kazajistán con sus hijos pero tuvo que dejar atrás a su esposa, que sigue prisionera en un campo de concentración chino.
Sadriddin, de 44 años, vive ahora en la localidad de Shelek, en la provincia de Enbekshikazakh, no lejos de Almaty, protegido por el pasaporte kazajo que obtuvo hace unos años, y trabaja en un centro de reciclado de metales. Tiene que criar solo a sus tres hijos porque su esposa, Mijasar Mukhedam, languidece desde hace siete años en un centro de reeducación en el Xinjiang chino. Una vez al mes recoge todo el metal y lo carga en un camión para llevarlo a Almaty. Su hijo mayor, Elzat, de 15 años, trabaja con él y cuida a sus hermanos menores, Muslim de 11 años, y Fátima de 9.
Al principio Antonov los había colocado en un internado kazajo, pero las maestras sólo hablaban ruso y él y sus hijos solo sabían kazajo, uigur y un poco de chino. “Sería completamente diferente si su madre estuviera con ellos, ella puede comunicarse en todos los idiomas”, reconoce Sadriddin. La familia recibió un apartamento de dos habitaciones en el tercer piso de un edificio. Los niños siempre están en silencio y no responden a las preguntas de los extraños. “Cuando estaba estudiando aprendí a cocinar un poco”, recuerda el padre, “pero en ésto se siente aún más la falta de Mijasar”. Los niños se enfermaban a menudo cuando llegamos y tenía que llevarlos al hospital cada dos o tres semanas, pero “como no tenía los documentos de mi esposa, no me daban subsidios para los niños, así que siempre tenía que buscar algún trabajo adicional. Por suerte tengo una hermana que me envía ayuda de vez en cuando”.
Su esposa tiene 37 años, es ciudadana china y se encuentra en la ciudad de Atush, en la provincia de Kashgar, pero las autoridades chinas no le permiten emigrar a Kazajistán. Conoció a Sadriddin en Egipto en 2006, y al año siguiente regresaron juntos a Kazajistán, donde su marido era imán de una de las mezquitas de Almaty. Después comenzaron a tramitar la ciudadanía de Mijasar, en base a la ley por la cual ésta se otorga a quienes han estado casados con un ciudadano kazajo durante más de tres años. Debieron viajar a China para reunir todos los documentos necesarios, más de 15 certificados, desde la falta de antecedentes penales hasta la confirmación de que no había huido ilegalmente ni era buscada. Permanecieron allí seis meses, porque los documentos chinos sólo eran válidos por un mes y los trámites se prolongaron demasiado, lo que obligó a los cónyuges a pasar por el proceso dos veces. Hasta que venció el pasaporte de la esposa y ella se vio obligada a permanecer en China.
En 2016 comenzaron las persecuciones contra las minorías étnicas de Xinjiang y se abrieron los campos de reeducación política. Sadriddin recurrió a su pasaporte kazajo, mientras su esposa trató de cruzar la frontera por el paso de "Horgos" y después se dirigió a la ciudad de Urumqi, donde fue detenida por la policía y enviada a un campo de reeducación, del que ya no pudo salir.
La mujer había regresado a China no solo por los documentos, sino también porque sus padres habían sido arrestados. Los suegros de Sadriddin, creyentes musulmanes, también pasaron tres años en un campo de concentración, y la madre de Mijasar, de 63 años, fue especialmente castigada por haber enviado a su otra hija a Egipto a estudiar el Corán. Ahora toda la familia está repartida en distintos campos de reeducación de Xinjiang, que los chinos llaman "centros de capacitación profesional" y aseguran que se cerraron en 2019. En 2021 Mijasar le escribió a su esposo que estaba bajo arresto domiciliario y consigue comunicarse con él un par de veces por año a través de WeChat. Sigue esperando que los chinos le permitan salir para poder reunirse con su familia, tal vez con la ayuda de las autoridades kazajas o incluso de la UE, a quienes ha recurrido sin éxito hasta el momento.
27/12/2023 10:05
06/09/2023 10:25