Rusia y la OTAN
Discutir si es Rusia la que quiere hacer la guerra a la OTAN, o los aliados los que quieren destruir a Rusia, no cambia el panorama de la situación, en la que ambas partes se centran únicamente en las estrategias y objetivos a alcanzar.
A medida que se acerca el primer aniversario de la invasión de Ucrania, la sensación de una "rendición de cuentas" sobre la guerra se refuerza de una y otra parte, en una escalada de anuncios y estrategias destinadas a destruir al adversario, y en el rechazo despectivo de cualquier negociación de paz. A las cumbres de Europa y Estados Unidos para ayudar a Ucrania, responden las renovadas amenazas globales de Rusia, reviviendo la retórica de que la misión de Moscú es liberar al mundo del mal.
La conmemoración del 80 aniversario de la batalla de Stalingrado -el nombre que quisieran restituir definitivamente a la capital del sur del Volga- estuvo presidida por el Putin más clásico, ese que considera la figura de Stalin como su principal inspirador. Las fechas de la Gran Guerra Patriótica marcan la agenda política rusa desde hace mucho tiempo, incluso antes de la llegada al poder del oscuro agente de la KGB. En 1995, año del cincuentenario, en todas las plazas de las grandes metrópolis rusas se realizaron grandiosas recreaciones de las batallas decisivas hasta la entrada en Berlín de las tropas soviéticas, que ocuparon el búnker de Hitler y encontraron su cuerpo y el de Eva Braun, que se habían suicidado.
Desde entonces, cada aniversario ha reforzado el sentimiento de venganza, recordando que la caída de la URSS, "la mayor tragedia del siglo XX" según Putin, debía ser releída a la luz de la gloria imperecedera de la era estalinista. Año tras año fue creciendo el énfasis en la memoria de la guerra junto con la restauración de la teología política ortodoxa, en una fusión entre Iglesia y Estado que encuentra su expresión más completa precisamente en el Ejército. En 2020, 75 aniversario de la Victoria, se inauguró la catedral de las Fuerzas Armadas, el templo donde la liturgia evoca las guerras pasadas y profetiza las futuras, como la actual en Ucrania. Putin vinculó esa fecha con el punto de inflexión decisivo, modificando la constitución para perpetuarse en el poder, consagrando los "valores tradicionales" como motivación superior a cualquier norma de derecho interno o internacional, y doblegando las últimas reticencias del patriarca Kirill, que no quería perder sus iglesias en Ucrania.
La reinterpretación de la historia pone de relieve la superioridad moral, religiosa y militar de Rusia, reescribiendo incluso los manuales de historia y eclipsando las fechas de la vergüenza: la caída del régimen en 1991, la invasión suicida de Afganistán en 1979, la trágica guerra civil y la hambruna de 1920, la vergonzosa derrota contra Japón en 1905, la catastrófica Guerra de Crimea de 1857 y remontándose incluso hasta la funesta campaña del siglo XVI de Iván el Terrible contra los países bálticos, profecía de la actual guerra de Ucrania. En aquel momento se derrumbaron los sueños apocalípticos de la Tercera Roma y del Patriarcado de Moscú, arrastrados por las "turbulencias" del siglo XVII del conflicto con Polonia y el cisma entre los Verdaderos y los Viejos Creyentes, enfrentados sobre la manera de proclamar la superioridad de la fe rusa aún por encima de la griega.
La ideología de Putin, y la psicología de masas con la que se inculca, es un "pensamiento retroactivo", que mira al futuro para restaurar el pasado, y el final de un año de masacres y destrucción se puede ver como un comienzo, como el momento más adecuado para representar el alma de Rusia, que proclama la victoria cuando la derrota se hace evidente. El ministro de Relaciones Exteriores, Lavrov, denunció en RIA Novosti "el intento de Occidente de resolver la cuestión rusa infligiendo a Moscú una derrota tal que no pueda recuperarse en décadas". Y en consecuencia la guerra se vuelve universal, porque “toda la OTAN está luchando contra nosotros, y cuanto mayor sea el alcance de las armas suministradas por Occidente a Kiev, más tendremos que alejarlas de nuestras fronteras”. Cuanto más se acerca la derrota, más cómoda se siente Rusia, amenazando con el fin del mundo, porque "no tenemos sólo misiles tradicionales", como recordó Putin en Stalingrado.
El presidente de la Duma, Vjacheslav Volodin, afirmó a su vez que "la OTAN utiliza a Ucrania como campo de pruebas para sus armas y para ensayar nuevas formas de hacer la guerra". Por otra parte, desde el frente opuesto llegan ecos similares, como las declaraciones de Rob Bauer, el jefe holandés del comité de guerra de la OTAN, quien declaró que "la OTAN está preparada para la confrontación con Rusia", aunque todos los líderes occidentales descartan la posibilidad de llegar a un enfrentamiento directo. Por supuesto las decisiones sobre la entrega de tanques de última generación, en las que participaron muchos países e incluso Alemania, reavivan las acusaciones rusas sobre los "ejércitos de la OTAN" que no se limitan a suministrar armamento, sino que envían "tropas de mercenarios bien pagados", como reiteró Lavrov.
Una de las pocas cosas que se recordará de Liz Truss, la última primera ministra británica bajo Isabel II y primera bajo Carlos III, cuyo mandato fue el más breve de la historia del Reino Unido (44 días), es su discurso de abril del año pasado sobre la "OTAN Global". Allí rechazaba "la infundada elección entre la seguridad euroatlántica y la seguridad del Indo-Pacífico... en el mundo moderno necesitamos ambas", y a continuación reiteró que "necesitamos una OTAN global. Con esto no me refiero a ampliar la integración a los que provienen de otras regiones, sino a que la OTAN debe tener una visión global, debe estar preparada para enfrentar las amenazas globales”.
Desde fines de la década de 1990, a medida que ha ido creciendo el sentimiento de revancha soberanista, en Rusia se repite continuamente la ya proverbial frase de que "si no lo hacemos nosotros, lo harán los soldados de la OTAN". La misma idea resuena también en forma poética -como en un título del Komsomolskaja Pravda de 1997-: "recuerden niños, si no hubiera soldados rusos, los acariciarían los soldaditos de la OTAN". Estos eslóganes evocan muchos dichos similares de épocas anteriores, en los que "el soldado soviético protege la tierra santa / de los locos planes de la violenta OTAN". En aquel momento se enseñaba en las escuelas, como hoy ocurre de nuevo, que la amenaza del "bloque agresivo de la OTAN, quiere establecer la dominación angloamericana en todo el mundo". Los actuales discursos de Putin, en el fondo, no son más que reminiscencias de las escuelas primarias, y por eso hoy “la OTAN es el refugio de los nazis impunes, sedientos de venganza”, como proclamó frente al monumento a la gloria de Stalin.
Sin embargo, el mismo Putin había tratado al principio de establecer relaciones cordiales con la OTAN. En 2000 declaró en una entrevista con la BBC que Rusia estaba dispuesta a incorporarse a la Alianza Atlántica y previamente había recibido en Moscú al secretario general de la OTAN, George Robertson. Incluso, poco antes de invadir Ucrania, Putin recordó que durante la visita del presidente Bill Clinton a Moscú él había preguntado cómo veía Estados Unidos la posible entrada de Rusia en la OTAN, pero "la reacción a mi pregunta fue muy evasiva". El ingreso definitivo en la OTAN de los países bálticos en 2004 lo convenció de "reformular radicalmente la política militar", excluyendo cualquier posible amistad y alianza entre Rusia y Occidente.
La "nueva política" se expuso en 2007 en su famoso discurso en la Cumbre de Seguridad de Munich, y en 2010 la OTAN fue declarada oficialmente "la principal amenaza militar para la seguridad de Rusia". Mientras que en la década de 1990 Rusia, aunque no estaba dentro de la Alianza era considerada por la OTAN como el "socio crucial" para "consolidar los cambios positivos de estos años", es decir, el fin de la Guerra Fría, hoy se la define como "la amenaza más grave y directa para la seguridad de los aliados, para la paz y la estabilidad de toda la región euroatlántica”, dejando a China en segundo lugar, mientras que el “terrorismo internacional” bajó al tercer escalón del podio de los “enemigos de la OTAN”.
La reanudación de las acusaciones mutuas, tras un año de guerra en Ucrania, ya es sólo un tema apropiado para debates en salones televisivos. Discutir si es Rusia la que quiere hacer la guerra a la OTAN o los aliados los que quieren destruir a Rusia, no cambia el panorama de la situación, en el que ambas partes se centran únicamente en las estrategias y los objetivos que pretenden alcanzar. Y efectivamente no hay un “ejército de la OTAN” o batallones de “soldados de la OTAN”, una imagen que Rusia necesita para representar al enemigo único y global. Hay soldados y ejércitos de Lituania, de Polonia, de Alemania, de Estados Unidos, etc.: aliados que renegocian las reglas de sus recíprocos compromisos y al mismo tiempo tratan de armarse y reorganizarse según sus necesidades, en un escenario bélico destinado a cambiar profundamente las relaciones entre países de todas las alianzas y latitudes, en todos los continentes, en los largos años por venir e independientemente del resultado del conflicto ucraniano.
Desde hace años el Papa Francisco viene advirtiendo sobre el riesgo de una “tercera guerra mundial” en pedazos, o en grandes porciones, tal como está ocurriendo ahora. La paz se construye atravesando las guerras y las tragedias, reconstruyendo un mundo que realmente se está rompiendo en pedazos. En 1638, el gran artista flamenco Pieter Paul Rubens pintó un cuadro sobre las Consecuencias de la Guerra, después de los terribles años de la Guerra de los Treinta Años y de la Guerra Civil inglesa, mientras viajaba de corte en corte como diplomático. Europa está vestida de luto, con la ropa en jirones, y suplica la ayuda divina; Venus, la diosa del amor, intenta disuadir a su amante, Marte, dios de la guerra, pero éste es desafiado por la Discordia, una Furia incontrolable que arrastra tras de sí a los monstruos de la Peste y el Hambre. La guerra de Marte pisotea y destruye las Artes y la Caridad de todas las Musas, mostrando la locura que aniquila a toda la humanidad y todo su patrimonio moral y material. Un mensaje pacifista de cuatrocientos años, que muestra la necesidad de reconstruir el mundo desde sus cimientos, la tarea de todas las épocas de la historia.
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