Ravioles y patriotismo ruso en la escuela
En un esfuerzo por releer la historia rusa en el contexto bélico actual, el caso de un profesor que recurrió a un ejemplo culinario se ha hecho viral en las redes sociales rusas. 'Mejor preparar pelmeni que jugar con drones de asalto'.
Moscú (AsiaNews) - Uno de los instrumentos más importantes de la propaganda patriótica en Rusia son las lecciones escolares, a las que ahora se da un significado similar al de las escuelas soviéticas, donde se confiaba a los profesores la tarea de "formar las conciencias" de las generaciones futuras. El compromiso consistía en "mantener un nivel altamente científico y práctico, y al mismo tiempo teórico e ideológico", según una formulación reiterada recientemente por las instrucciones del Ministerio de Educación. En particular, esto se refiere a las lecciones sobre la historia patria, que no deben limitarse a transmitir nociones, sino lograr un "efecto educativo" en los alumnos de todos los niveles.
Por este motivo, una película soviética de 1968, Resistamos hasta el lunes, ha cobrado gran actualidad en Rusia, debido también a la total falta de películas extranjeras. En ella, el protagonista es el historiador Ilya Mensikov, que enseña historia en la escuela según los libros de texto, presentando la figura heroica del "teniente Šmidt", personaje simbólico de las grandes victorias soviéticas en la Gran Guerra Patria contra los nazis. Durante el interrogatorio, el alumno vuelve a proponer las hazañas del soldado repitiendo de memoria las 15 líneas del libro, pero el profesor le pide más, para ver si ha comprendido el "principal talento" del teniente: "el de tener compasión por los sufrimientos ajenos más que por los propios, porque ahí nacen los revolucionarios y los poetas", asignando al heroísmo un valor añadido que hace de la guerra un acto salvífico, como el que Rusia está cometiendo hoy en Ucrania por el bien del mundo entero.
Este es precisamente el contenido de una nota entregada en días pasados por Nina Gorjanova, profesora de historia, a un alumno de sexto curso de la región rusa de Tjumen, en Siberia, a quien había pedido que escribiera una redacción sobre "Aleksandr Nevsky": comandante, diplomático, cristiano". Formaba parte de una serie de tareas que continuaban con peticiones de comentarios sobre las guerras medievales de la Rus', la grandeza del gobierno de Iván IV el Terrible y otras características de los héroes de la historia rusa. Los temas propuestos pretendían despertar la pasión del patriotismo en los adolescentes, en la edad más propensa a dejarse llevar por sugerencias y emociones. Y como en la película soviética, el profesor expresa su pesar por las pedantes respuestas, evidentemente recopiladas por padres generosos o basadas en textos fácilmente accesibles en Internet, tal vez mediante aplicaciones de inteligencia artificial.
Aquí, pues, el profesor de Tjumen recurre a un enfoque mucho más concreto y vivencial: la preparación de pelmeni, los raviolis siberianos que constituyen uno de los platos principales de la cocina rusa, con un cuidadoso estirado de la masa y una mezcla bastante elaborada de carne, cebolla y grasa, para obtener un verdadero "plato principal" que los adultos acompañan con generosas raciones de vodka. La historia se aprende juntando los elementos para obtener el verdadero producto, el alma rusa que se degusta en la mesa, aunque no necesariamente con licor, echando al agua hirviendo pelmeni congelado en el alféizar de la ventana.
La iniciativa del profesor siberiano fue criticada en varias tertulias de padres, pero recibió los elogios de la dirección de la escuela, hasta el punto de que la experiencia culinaria se incluyó en el programa de todas las clases. En palabras del historiador Dmitry Volokhin, prorrector de investigación científica de la universidad técnico-científica (Mgutu) "Razumovsky", "¿cómo se puede criticar un enfoque así? El profesor intentó dirigirse a los alumnos no como jóvenes ignorantes, sino como adultos que necesitan practicar la vida, mejor preparar pelmeni que jugar con drones de asalto". No todos los educadores del "patriotismo de guerra" apoyaron la iniciativa, pero para los chicos fue un momento mucho más atractivo que los simulacros paramilitares, sustituyendo las bombas por raviolis y la guerra por el arte culinario.
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