Rangún, la junta birmana no quiere más desplazados

de Alessandra De Poli

Tienen un mes para "reubicarse" y encontrar una casa, los centros de acogida tienen prohibido recibirlos. Según la ONU, hay más de un millón. Los que hayan tomado parte en el movimiento de desobediencia civil no pueden ser contratados, bajo pena de arresto. Fuentes de AsiaNews: “Aumentan la depresión, las adicciones y los traumas entre los jóvenes y muy jóvenes”.

Rangún (AsiaNews)- El último informe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA) dice que hay más de un millón de desplazados en Myanmar. Pero el régimen militar que tomó el poder con un golpe de Estado e inició un conflicto civil en febrero de 2021, considera que el concepto de “desplazados internos” ya no debe existir. Los militares birmanos han dado un mes a la población -en particular a los que se refugiaron en Sagaing, una región central de mayoría birmana- para encontrar una reubicación. En términos prácticos, significa encontrar una casa y un trabajo y continuar con su vida, como si el país no estuviera sumido en un conflicto brutal que ahora se extienden por todas partes, incluso en Estados que hasta hace unos meses se habían librado, como Rakáin.

Pero también significa que aquellos que ofrecían hospitalidad a los refugiados ya no pueden hacerlo. Las inspecciones del ejército se han multiplicado: los soldados aparecen incluso en medio de la noche, apuntando con sus rifles a los civiles, incluidos los niños, para comprobar que el número de personas en una casa se corresponde con el de las listas de residentes, dicen las fuentes de AsiaNews.

A las agencias de las Naciones Unidas se les ha prohibido llevar ayuda: la carga de asistir a la población recae sobre las pequeñas realidades locales, pero estas tienen cada vez más dificultades para trabajar. Está prohibido transportar alimentos, medicinas, colchones, techos de chapa: cualquier cosa que sugiera ayuda humanitaria. Bajo pena de arresto inmediato.

"No podemos pedir analgésicos, ni siquiera paracetamol, a los proveedores porque los soldados abren los paquetes en los controles y confiscan los medicamentos", dijo un farmacéutico. Aquellos que escaparon del ejército y se refugiaron en los bosques (las iglesias y los monasterios ya no son seguros) corren el riesgo de morir por mordeduras de serpientes porque no hay antídotos. Al menos cuatro personas han muerto de esa manera en Sagaing desde junio.

Ahora comienza la estación seca y sin lluvia es más fácil luchar, porque mejora la visibilidad y no hay barro en los caminos: los desplazamientos de hombres y armamentos son más ágiles, por lo que el conflicto se intensificará en los próximos meses. “Ya ocurrió el año pasado y volverá a ocurrir, sin duda”, explican las fuentes.

El gobierno de unidad nacional en la sombra, integrado por ex diputados en el exilio, declaró hace pocos días que las Fuerzas de Defensa del Pueblo (las tropas antigolpistas que combaten a la junta junto a las milicias étnicas de los distintos Estados) lanzarán la última ofensiva y dentro de un año la guerra habrá terminado. Pero entre los civiles (sobre todo los que están combatiendo) nadie cree en ello.

Las dos categorías de personas más afectadas por el conflicto son los jóvenes y los que habían participado en el movimiento de desobediencia civil inmediatamente después del golpe. Entre los primeros, se puede distinguir a su vez tres grupos: los que se han alistado en las milicias, los que intentan salir del país y “los que se las arreglan”. La deserción escolar es muy alta, según algunas estimaciones podría ser del 80%. “Con seguridad el 60% de los alumnos no ha vuelto a estudiar”, nos dicen. El uso de drogas ha aumentado porque “no hay nada que hacer. Hay algunos que van a pelear porque creen en los ideales democráticos, pero muchos lo hacen solo para matar a alguien. La depresión, las adicciones y los traumas están cada vez más extendidos”.

Los jóvenes y los muy jóvenes son la generación que menos hubiera esperado el retorno a un régimen militar después de una década de apertura democrática. Es la generación que inmediatamente después del golpe salió a las calles a protestar pacíficamente. En cambio, los que ya habían vivido la dictadura, tras el primer disparo comprendieron que las cosas empeorarían rápidamente y el ejército trataría de tomar el control del país. Pero el general Min Aung Hlaing, autoproclamado primer ministro, "es el peor de todos los dictadores que ha tenido Myanmar". Por la retórica que utiliza y la violencia que ha desatado.

Los que habían participado en el movimiento de desobediencia civil ahora se encuentran sin nada: “la mayoría están fichados, y nadie los puede contratar, bajo pena de arresto para el empleador. No es maldad, sino miedo a posibles represalias”.

La única esperanza consiste en que el ejército puede tener dificultades para mantener abiertos todos los frentes en los que está luchando, pero "si bien China no quiere involucrarse en este conflicto porque se ha dado cuenta de que no tiene nada que ganar" - continúan nuestras fuentes- Rusia sigue apoyando al régimen birmano. “La resistencia lucha con uñas y dientes. En algunas zonas es muy fuerte, pero los diversos grupos también están divididos entre ellos”. Incluso si el conflicto terminara, muchos se preguntan si las milicias étnicas -que han estado luchando contra el Estado desde la independencia en 1948- serán capaces de llegar a un acuerdo y construir un nuevo Myanmar. Podrían pasar años antes de saberlo.