Putin y Trump, el zar de Rusia y el emperador de los Estados Unidos

de Stefano Caprio

Hay una gran sintonía entre el MAGA del America first de Trump y el sueño del Russkij Mir de Putin en la visión posglobalista del mundo, que en las próximas décadas estará dominado por el neosoberanismo autárquico y amenazante, imperial y colonial, en el que la parte más sacrificable no es tanto Ucrania sino toda Europa.

Como era fácilmente previsible, la inauguración de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos ha desatado una ola de entusiasmo en Rusia, más allá de las amenazas de "nuevas sanciones" contra Moscú si no deja de hacer la guerra en Ucrania, que desde el Kremlin fueron inmediatamente relativizadas como de "administración ordinaria", recordando que Trump “es aficionado a estos métodos” desde su primer mandato. Ya se esperaba el tono decididamente putiniano del primer discurso oficial del viejo-nuevo presidente para proclamar ante el mundo entero los principios del soberanismo contra la globalización, de la defensa de la propia identidad contra las invasiones extranjeras, de la misión universal del pueblo estadounidense para la salvación del mundo, los mismos e idénticos contenidos de la ideología del “mundo ruso” en su versión especular del “mundo estadounidense”.

Los rusos apreciaron especialmente las palabras de Donald el Terrible sobre la existencia de "sólo dos sexos, masculino y femenino", uno de los puntos cualificantes de la "defensa de los valores tradicionales" que motivó la invasión de Ucrania: "de lo contrario, nos obligarán a asistir a los desfiles gay”, dijo el patriarca de Moscú Kirill una semana después de que las tropas rusas entraran para conquistar Kiev. Uno de sus colaboradores de confianza, el jefe del departamento sinodal del patriarcado Vakhtang Kipshidze, habló de "la llegada de los EE.UU. al espacio de los valores tradicionales, al menos de palabra, convirtiéndose en un gran ámbito de competencia" en el que Rusia se compromete a actuar con convicción, porque considera que es “el mayor golpe contra los globalistas en los últimos treinta años”.

Otra declaración de Trump, en cambio, irritó a los rusos, cuando el presidente estadounidense habló del “papel auxiliar” de la URSS en la Segunda Guerra Mundial, jactándose de la victoria obtenida por el ejército estadounidense y británico. Para los rusos, la victoria sólo se puede atribuir a las tropas de Stalin, y, en todo caso, fueron los occidentales los que proporcionaron una ayuda secundaria con los desembarcos en Normandía y Sicilia. De todos modos, Putin invitó a Trump a ir a Moscú el próximo 9 de mayo para las celebraciones de los ochenta años de la gran Victoria, en las que el zar también se propone festejar el éxito de la operación especial en Ucrania gracias a las negociaciones de paz, que se llevarán a cabo con los estadounidenses “en igualdad de dignidad y respeto”, es decir, sacrificando a Ucrania en el altar del Kremlin.

El portavoz Dmitry Peskov recordó que entre Estados Unidos y Europa “se extiende el océano, y así era también en los tiempos de la guerra”, y la gran escena bélica "con decenas de millones de víctimas tenía lugar en el continente opuesto a América”. La distribución de campos y roles es uno de los principios fundamentales del nuevo orden mundial soñado por Putin, un orden "multipolar" donde Rusia es el único y verdadero eje de todas las relaciones (porque es Eurasia la que limita con China y se asoma a América por el extremo Oriente). Y la memoria de las guerras del siglo XX describe el panorama actual de manera mucho más eficaz que cualquier otra dimensión geográfica o digital, porque de hecho es una proyección espiritual, más que una realidad política o económica.

El sueño de una “nueva Yalta”, con la división del mundo entre Oriente y Occidente, empieza a tomar forma bajo la presidencia de Trump, como se deduce también de las declaraciones del emperador de Washington en el Foro Económico Mundial de Davos, donde se proclamó que “ya se ha comenzado a trabajar en una solución pacífica del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania”. Trump también señaló que los precios del petróleo siguen siendo demasiado altos, lo que permite a Rusia financiar la guerra, e invitó a los principales productores como Arabia Saudita y los países de la OPEP a aumentar la producción para hacer bajar los precios, y de esa manera poner fin a los conflictos. Actualmente el petróleo se mantiene en 80 dólares el barril, y a pesar de los topes y limitaciones impuestas, Rusia sigue alimentando su economía de guerra por medio de la “flota fantasma” y el mercado alternativo, que hasta ahora han hecho que las sanciones sean bastante ineficaces. Durante el discurso de Trump, el precio ya bajó alrededor de un dólar, pero hace falta mucho más que eso para poner realmente de rodillas a la economía rusa.

El presidente estadounidense ha puesto mucho énfasis en las relaciones entre Washington y Riad, que planea invertir unos 600.000 millones de dólares en EEUU, aunque en la visión de Trump "habrá que redondear esa cifra a 1.000, porque los estadounidenses han sido muy comprensivos con Arabia Saudíta". Son discursos coherentes con la nueva “guerra fría”, que parecen amenazar a Moscú, pero en realidad reconocen a los rusos un papel determinante en el reparto de las esferas de influencia mundiales. Por supuesto, Trump ha reiterado que tiene la intención de reunirse con Vladimir Putin “en el corto plazo”, la cumbre fundamental que todos esperan desde hace meses y que ya parece cerca de concretarse.

El Kremlin hizo saber que entre tanto ya se ha planificado una entrevista de Putin con el bloguero Lex Fridman, de 42 años, uno de los más populares del mundo en los canales de YouTube. Fridman es un judío de etnia ucraniana, nacido en el Tayikistán soviético con el nombre de Aleksej Fedotov, crecido en Moscú donde completó sus estudios e hijo de un famoso físico de Kiev, Aleksandr Fridman, quien más tarde se trasladó a Estados Unidos y se convirtió en director del Instituto de Plasma de la Drechsel University. Entre sus invitados figuran Elon Musk, el mismo Trump, Benjamin Netanyahu, el argentino Javier Milei (que estaba eufórico por el "frente soberanista mundial" que se está formando alrededor de Trump), Volodymyr Zelensky y muchas otras personalidades de primer nivel de la política y la economía internacional, a las que sólo falta Putin para completar la lista, y dar las necesarias respuestas a las invitaciones y provocaciones de Trump.

Mientras tanto, los rusos se preparan para aprovechar las próximas citas electorales, en primer lugar la votación en Bielorrusia que confirmará la eterna presidencia de Alexander Lukashenko, cuya misión, que comenzó en 1994, debe concluir, según el Kremlin, con la proclamación definitiva del Estado unitario de Moscú y Minsk, al que tarde o temprano se anexionará también Kiev. Resulta igualmente muy tentadora la posibilidad de interferir en las elecciones del 23 de febrero en Alemania, donde la desinformatsija rusa se ha activado al más alto nivel, con una avalancha de post en X para acusar a los Verdes por los problemas económicos de Alemania y criticar al canciller saliente Olaf Scholz por su apoyo a Ucrania. La campaña de guerra híbrida rusa Doppelgänger, ya denunciada por las autoridades alemanas, estadounidenses y francesas, se está orientando cada vez más en apoyo del partido de extrema derecha Alternative für Deutschland y contra los partidos tradicionales alemanes, para construir otro pilar del soberanismo putiniano en el corazón de Europa. Un papel crucial se ha confiado al ex oficial de policía estadounidense John Mark Dougan, que huyó de Estados Unidos y se convirtió en propagandista del Kremlin, quien coordina una red de 102 sitios web en idioma alemán que amplifican las narrativas prorrusas cuando falta un mes para las elecciones.

Trump ya ha fijado como fecha de finalización del conflicto en Ucrania el 30 de abril de 2025, cien días después de su toma de posesión, en lugar de las prometidas “veinticuatro horas”. Habrá que disribuir las remesas rusas congeladas, una parte de las cuales se destinará a la reconstrucción de Ucrania y otra volverá a estar a disposición de los activos bancarios rusos bloqueados en Occidente. Luego, en el acostumbrado estribillo tardomedieval de la “guerra de los aranceles”, se establecerán los términos de los nuevos campos de la geopolítica y la geoeconomía, asignando los roles de amigos y enemigos en las trincheras de los mercados internacionales. Hay mucha sintonía entre el MAGA del America first de Trump y el sueño putiniano del Russkij Mir en la visión posglobalista del mundo, que en las próximas décadas estará dominado por el neosoberanismo autárquico y amenazante, imperial y colonial, en el que la parte más sacrificable no es tanto Ucrania sino toda Europa, considerando no sólo los dos polos de EE.UU. y Rusia, sino también los variables de China, Turquía e India.

El nuevo secretario general de la OTAN, el holandés Mark Rutte, invita a "prolongar la guerra para que gane Ucrania", pero esta no parece ser la opinión de Trump, que se propone repartirse Ucrania con Putin en aras de los intereses de la Casa Blanca combinados con los del Kremlin. “Ha comenzado la edad de oro”, proclamó Trump en conexión con Davos, asegurando que “Kiev está lista para llegar a un acuerdo”, y poco después Putin interrumpió una reunión del gobierno de Moscú para mantener "una conversación telefónica internacional de máxima importancia”, según aclaró su portavoz Dmitry Peskov, sin revelar quién era el interlocutor. El zar y el emperador se reparten el mundo, y todos los demás se limitan a mirar.

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