Putin en Corea y Vietnam y el canibalismo de la guerra rusa
Corea, como Crimea en Europa, es clave para desestabilizar Asia, en un contexto de tensión bélica permanente y creciente en todas las latitudes. Éste parece ser el verdadero objetivo del viaje de Putin, que de China a Uzbekistán, de Corea a Vietnam, diseña su nuevo "orden mundial" tratando de infundir miedo en Oriente y Occidente al mismo tiempo.
Con el viaje de estos días a Corea del Norte y Vietnam, Vladimir Putin ha superado todas las barreras en la degradación de la reputación de Rusia. Según una expresión atribuida a la poetisa Anna Ajmátova, en Rusia han terminado los "tiempos vegetarianos", como escribió en sus diarios de los años cincuenta la gran disidente de la época de Stalin. Comparando los años '20 leninistas posteriores a la revolución con los años '30 del terror estalinista, decía que, después del "período relativamente vegetariano", la Unión Soviética se había sumido, con las más atroces represiones, en un "completo canibalismo".
Ajmátova iba más allá de su propia tragedia familiar, que en las primeras oleadas represivas arrastró a su marido Nikolai Gumilev - otro gran protagonista de la literatura rusa de principios del siglo XX - a un campo de concentración junto con otros 96 representantes de la intelligentsija de San Petersburgo (convertida ya en Leningrado), acusados de participar en el "levantamiento militar" del profesor Tagantsev (análogo a las "acciones para desacreditar a las fuerzas armadas" de la Rusia de Putin), y todos ellos destinados a ser fusilados. Como cuenta Ajmátova, los "tiempos vegetarianos" terminaron en diciembre de 1934 con el asesinato de Sergei Kirov, la estrella en ascenso del comunismo de Leningrado que hacía sombra al dictador georgiano, inaugurando los años del "Gran Terror". Con la muerte en un campo de concentración del principal opositor de Putin, el mártir de las protestas callejeras Aleksei Navalny, hemos vuelto a los sentimientos del estalinismo más triunfante, que ha sido celebrado en estos días por Kim Yong-un y Nguyen Phu Trong.
Una historia simbólica ilumina precisamente esta dimensión del putinismo más extremo, como resulta cada vez más evidente tras la reelección plebiscitaria y la coronación de los últimos meses. Un criminal tristemente famoso, el satanista y caníbal Nikolai “el Duque” Ogolobjak, se había redimido en la guerra de Ucrania, pero cuando regresó a casa fue nuevamente arrestado por narcotráfico. En 2010 había sido condenado a veinte años de cárcel por el asesinato ritual de cuatro personas, pero el año pasado se alistó en el Štorm Z, el batallón de reclusos, para luchar en Ucrania y después ser recompensado con un indulto presidencial. El "duque" era el cabecilla de una banda de satanistas, que gozaban descuartizando adolescentes desde 2008, con diversos rituales sangrientos en los que sacrificaban gatos, perros y jóvenes, atiborrándose luego con su carne y su sangre. Ogolobjak era el único adulto del grupo y recibió la condena más severa.
Nikolaj luchó sólo durante seis meses en Ucrania, y regresó a casa triunfante y libre, pero en el frente no tienen la intención de recibirlo de vuelta después de los nuevos crímenes, considerando su comportamiento decididanente aterrador incluso con sus compañeros soldados, por lo que ahora vive tranquilamente en su casa junto con su madre, protegido por su fama de "héroe de la patria". Un caso aún más paradójico de los últimos días es el de Andrej Orlov, un pacífico ciudadano ruso de la región de Tomsk, en Siberia, que disparó con un rifle a su mejor amigo y lo alcanzó en el costado después de compartir con él unos tragos de vodka. Acabó en un campo de concentración, del que finalmente pudo salir para ganar dinero en la guerra, dado que no había sido aceptado como voluntario por problemas burocráticos. En el juicio dijo que "si no hubiera estado borracho lo habría matado, pero por lo menos me gané un pasaje a Ucrania".
Por eso los caníbales de la guerra rusa miran con entusiasmo los desfiles de su gran líder en Pyongyang y Hanoi, que Putin visitó principalmente para abastecerse de armas y municiones, y tal vez para proyectar otras amenazas nucleares un poco más efectivas que los barcos de guerra enviados a Cuba, que se desarmaron al llegar al puerto de La Habana. Junto con la amistad "eterna y estratégica" con Pyongyang, la visita a Hanoi devolvió a Rusia a las glorias del siglo XX del reconocimiento de la república socialista en guerra con Francia y Estados Unidos, cuando Moscú también protegía a Vietnam de los ataques de China, que ahora mira con desagrado los desfiles de Putin por su reino. Si Corea del Norte puede ayudar a Rusia con suministros militares, Putin proporciona a los vietnamitas el material bélico que constituye el 70% de su arsenal de defensa, aunque la preocupación por las sanciones internacionales está empujando a Hanoi hacia otros proveedores como Corea del Sur, Japón, India y la República Checa. Pero ahora la fraternidad con Rusia debería reconstruir un frente seguro contra los "grandes colonizadores" del mundo occidental, sin olvidar que para los rusos son muy importantes no sólo las materias primas de los vietnamitas sino también la atracción del Sudeste Asiático para los turistas, excluidos ahora de Europa y de todo Occidente.
En el encuentro con Kim Yong-un, Putin reiteró una vez más que "Rusia está luchando contra el gegemon", el demonio hegemónico estadounidense, y agradece mucho el apoyo de Corea del Norte a su guerra santa. “Me refiero a nuestra lucha contra la política colonizadora y hegemónica que nos ha impuesto desde hace muchas décadas el imperialismo estadounidense y sus satélites, sobre todo a la Federación Rusa”, señaló el jefe del Kremlin. En efecto, el responsable de las sanciones estadounidenses en Europa, David O'Sullivan, insistió en que "debemos encontrar nuevas formas de presión contra Rusia, para poder detener la guerra en Ucrania", que sólo terminará cuando Putin se vea obligado a retirar sus tropas.
O'Sullivan también habló de la "política de canibalismo" de Rusia, a la que hay que despojarla de las tecnologías y otras estructuras de la industria bélica, que "no sólo hacen sufrir a los ciudadanos de Ucrania, sino también a los de la propia Rusia", y en realidad también la región de Asia Sur y del Pacífico, donde Putin intenta extender su influencia con estas visitas. Por otra parte no podemos olvidar que el abuelo de Kim Yong-un, el "gran líder" y "presidente eterno" Kim Il-sung, era capitán del Ejército Rojo, y accedió al poder gracias a la protección de Moscú, cuando Stalin creó la "república popular y democrática" con los mismos métodos que utiliza Putin para la anexión y el reconocimiento de la "soberanía" de Crimea y el Donbass, enviando sus ejércitos a la ciudad periférica de Pyongyang. La única diferencia radica en el hecho de que Stalin evitó "anexar" Corea del Norte, aunque podría haberlo hecho, como hizo en esos mismos años con los mongoles de la república siberiana de Tuvá.
En los años '40 del siglo pasado, todos consideraban que Tuvá era parte de China, excepto la Unión Soviética y Mongolia, cuya soberanía a su vez no era reconocida por nadie; pero Stalin decidió engullir estos territorios, que ahora son una parte problemática de la Federación Rusa, y Tuvá y Buriatia están presionando por su independencia. Una figura icónica de los tuvanos es el ex ministro de Defensa Serguéi Shoigú, que a pesar de las recientes purgas se mantiene a flote en el consejo de seguridad del Kremlin, para conservar el control sobre estos territorios asiáticos de donde procede una gran parte de los combatientes en Ucrania. Ahora la visita a Corea del Norte hace más evidente el monstruoso panorama de las alianzas de Rusia en Asia Oriental, que podrían involucrar a Pyongyang en las amenazas atómicas contra el mundo entero.
Corea, como Crimea en Europa, es clave para desestabilizar Asia, en un contexto de tensión bélica permanente y creciente en todas las latitudes. Éste parece ser el verdadero propósito del viaje de Putin, que de China a Uzbekistán, de Corea a Vietnam, está diseñando su nuevo "orden mundial" mientras trata de infundir miedo en Oriente y Occidente. En tales circunstancias, la población rusa se ve cada vez más abrumada por un canibalismo que borra todo rastro de los "tiempos vegetarianos". Si antes de la invasión de Crimea entre el 10 y el 12% de la población rusa estaba interesada en la política, ahora los porcentajes se acercan cada vez más a cero. La psicología política y la antropología social atestiguan que la voluntad de oponerse al régimen totalitario depende no sólo del miedo a los riesgos personales, sino también de la aversión por las alianzas con los diversos Frankenstein de Asia, África y, en parte, también de Europa y América. La paradoja es que en la novela gótica de ciencia ficción de Mary Shelley, Frankenstein era vegetariano.
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