Protestas, represalias y garantías en respuesta a la liberación de aguas de Fukushima
Beijing anuncia el bloqueo "total" de los productos pesqueros, pero guarda silencio sobre sus propios vertidos en el mar. Ambientalistas y activistas salen a las calles en Corea del Sur y Japón; al menos 14 arrestos entre los manifestantes frente a la embajada japonesa en Seúl. La OIEA asegura que los procedimientos son correctos. El primer ministro surcoreano pide "máxima transparencia" y datos "para los próximos 30 años".
Tokio (AsiaNews)- Preocupación entre los ciudadanos de los países de la región; represalias comerciales y máxima atención por parte de los gobiernos, que piden transparencia y, aunque con matices diferentes, critican la decisión de Tokio por cuestiones medioambientales o para mostrar solidaridad y cercanía con el electorado interno; moderada cautela entre los científicos, que elogian los procedimientos adoptados hasta el momento y excluyen peligros inminentes para la salud y el medio ambiente en la región de Asia-Pacífico. Son muchas las reacciones de gobiernos y opinión pública que acompañan la decisión del gobierno japonés de iniciar a las 13:00 (hora local) la liberación en el océano del agua de refrigeración de la central de Fukushima, escenario del accidente atómico en marzo de 2011. Las pruebas que se realizaron esta mañana mostraron concentraciones de tritio -el único elemento radiactivo que queda después de efectuar el tratamiento- por debajo de la norma de 1.500 bequerelios por litro, que es el límite establecido por la empresa para la liberación de las aguas y debería mantenerse durante los próximos 30 años.
Uno de los que expresan temores es Beijing, que ya ha bloqueado "totalmente" la importación de productos pesqueros procedentes de Japón. La medida amenaza con arruinar las numerosas actividades relacionadas con la restauración que se inspira en la cocina japonesa, desde Hong Kong hasta Macao y pasando por China continental. Sin embargo, conviene recordar que las mismas centrales nucleares chinas liberan al mar agua radiactiva y contaminada desde hace mucho tiempo, sin -en este caso- ninguna supervisión o control por parte de las agencias internacionales y del sector, como está ocurriendo ahora.
Según algunas fuentes, los niveles chinos serían hasta 6,5 veces superiores a los de Fukushima, el lugar donde se produjo el accidente atómico en marzo de 2011. Un documento que publicó hace unos años el gobierno de Tokio y reprodujo el diario Yomiuri Shimbun, revela que en en 2020 se liberó agua proveniente de la central nuclear Qinshan III, en la provincia de Zhejiang, que contenía alrededor de 143 billones de bequerelios de tritio. Una de las tantas circunstancias que muestran, según Tokio, que la operación actual es en realidad mucho más segura, mientras otros gobiernos ocultan los datos o llevan a cabo el vertido en absoluto secreto, poniendo en peligro la salud de todos.
Si el frente chino preocupa (en cierta medida) por las consecuencias económicas, el verdadero interés de Japón se centra en Seúl. En efecto, en los últimos años ha habido un lento y laborioso intento de reparar y fortalecer las relaciones (no sólo económicas, sino también diplomáticas y militares) después de los dramas y divisiones del pasado, sobre todo a partir del legado de la Segunda Guerra Mundial. Por eso Tokio ha invertido tiempo y recursos para superar la resistencia del gobierno de Seúl y la hostilidad de una opinión pública sumamente preocupada por las consecuencias, sobre todo en la pesca. En clave electoral, ese descontento podría pesar en la aprobación del ejecutivo encabezado por el primer ministro Han Duck-soo, que pide "máxima transparencia" y que se faciliten datos sobre la contaminación del agua "durante los próximos 30 años".
Rafael Mariano Grossi, director general de la OIEA, señala que los expertos de la agencia atómica internacional están "sobre el terreno" para verificar con sus propios ojos -y al servicio de la comunidad internacional- que los procedimientos sean "conformes con las normas de seguridad" . "Con nuestra presencia -añade- ayudamos a generar la confianza necesaria en que el proceso se realiza de forma segura y transparente". A pesar del reconocimiento de la OIEA, el gobierno surcoreano ha dicho que no aprobará ni apoyará la liberación del agua, aunque valora positivamente el canal directo con la agencia. El mundo de la pesca también ha expresado su preocupación, en particular las asociaciones surcoreanas del sector y, en algunos casos, también las japonesas y filipinas, que temen verse afectadas. En este sentido, la Agencia de Pesca de Japón será responsable de monitorear los niveles de concentración de materiales radiactivos en los peces capturados en un radio de 10 km de la central nuclear y luego compartirlos en el sitio web.
Entre las voces de la ciencia, el experto de la Universidad Nacional Australiana Wen-Ti Sung señala que, ante una desaceleración de la economía de base (léase China), "el nacionalismo es la herramienta más conveniente para aglutinar a la sociedad". “Para la salud pública -continúa-, cuestiones como la amenaza invisible y extranjera de las radiaciones son una de las pocas que trascienden las fronteras geográficas, étnicas y de clases” y movilizan a toda la población. Varios grupos cívicos han iniciado protestas en Japón y Corea del Sur, particularmente en Seúl, donde la policía detuvo a 14 manifestantes que intentaron irrumpir en la embajada japonesa local. Antes de que comenzara la liberación de las aguas, algunas decenas de manifestantes también se concentraron frente a la sede de Tepco, en Tokio, con pancartas que decían "¡No arrojen agua contaminada al mar!". Park Jong-Kwon, un ambientalista coreano entrevistado por Reuters, dijo que estaba "furioso" por una decisión "desconcertante". “Estoy aún más enojado - añade - con nuestro presidente, Yoon Suk Yeol, que ha guardado silencio sobre este asunto. Vivo cerca del mar, por eso me gusta el pescado. Sin embargo, voy a reducir el consumo”. El ciudadano hongkonés Jacay Shum, de 73 años, habla también de actos "irresponsables, ilegales e inmorales", porque "nadie puede demostrar que los residuos y materiales nucleares son seguros".
Por último, cabe señalar la postura inevitablemente crítica y dura de Corea del Norte, que intimó al gobierno japonés a "detener inmediatamente" el vertido de aguas residuales de Fukushima. En una nota oficial difundida por la agencia estatal de noticias KCNA, el Ministro de Relaciones Exteriores de Pyongyang calificó la decisión como un "crimen imperdonable" cometido por Tokio contra la humanidad y del que será "responsable". "Japón -concluye el comunicado- debería detener inmediatamente el peligroso vertido de aguas residuales radiactivas que amenaza gravemente la vida, la seguridad y el futuro de la humanidad".
(Foto tomada del sitio web de Tepco)