Predicadores islamistas ‘demoníacos’ prohíben las oraciones por Essebsi
En Túnez, laicos e islamistas, de luto, lloran la muerte de su presidente. En Argelia y Turquía se lanzan fetuas para prohibir su sepultura en el cementerio musulmán. Para los islamistas fundamentalistas, Essebsi carga con la culpa de haber privilegiado una Constitución laica, contraria a la Sharia. También es suyo el proyecto de ley que procura la paridad de derechos entre hombres y mujeres en cuestiones de herencia.
Argel (AsiaNews) - La muerte del presidente tunecino Béji Caïd Essebsi, ocurrida el 25 de julio, está desencadenando un fuerte debate en torno al legado del político en el mundo islámico. Primer presidente electo mediante sufragio universal en el 2014, luego de la “primavera árabe”, Essebsi trató de reconciliar el islam con la modernidad, impulsando reformas sociales respetuosas de la libertad de conciencia y de la dignidad de la persona. El país ha declarado siete días de duelo nacional por quien fuera el primer presidente en el poder luego de la expulsión de Zine el-Abidine Ben Ali. Los mensajes de condolencias han llegado a Túnez provenientes de todo el mundo. Y en su país, hasta Rached Ghannouchi, líder del partido islamista Ennahdha, en un inicio adversario y luego aliado del difunto, definió a Essebsi como “un diccionario de sabiduría”. En Argelia y en Turquía, en cambio, el mundo fundamentalista busca venganza.
Hay un proverbio francés que dice: “Si expulsas aquello que es natural, eso mismo volverá al galope”. Lo cual significa que uno no puede deshacerse totalmente de sus tendencias naturales, y tampoco tratar de disimularlas. Este proverbio calza como anillo al dedo a los residuos del FIS (Frente Islámico de Salvación): para ellos, la muerte del presidente tunecino Essebsi es una inesperada ocasión para tratar de hacerse escuchar en Argelia, luego del rechazo de la sociedad argelina hacia esta ideología extremista e integrista, que quedó demostrado en las manifestaciones que sacudieron al país. Estas protestas han vuelto a poner en su lugar (un lugar muy pequeño) a los islamistas integristas, pese a que ellos esperaban ocupar ampliamente el terreno y guiar el movimiento de protesta.
Considero que el islamismo es una ideología fascista, peligrosa para el futuro de nuestro país y para el de todos los países donde ella florece. Sus partidarios han elegido este momento de incertidumbre e inestabilidad política, social y económica para retomar sus antiguas costumbres y los famosos discursos takfiristas [acusadores de apostasía], de excomunión, que han costado a Argelia una década negra y más de 200.000 muertos.
Al morir el presidente tunecino, los militantes islamistas y sus agitadores oficiales de las páginas de Facebook han pedido no sepultar al difunto jefe de Estado tunecino en un cementerio musulmán. El pretexto en el que se basan es que Caïd Essebsi era laico y que durante su gobierno combatió la ley de Alá. Con esto debe entenderse que él sostuvo la ley civil por encima de “la ley del cielo”. Para ser más precisos: para ellos, ¡un laico no puede ser musulmán!
Uno de los primeros predicadores en difundir el veneno contra Essebsi fue el extremista Abdelfattah Hamadache (foto 1). No vaciló en emitir una fetua en la cual se declara “ilícita” la sepultura del jefe de Estado tunecino en un cementerio musulmán, prohibiendo de esta manera cualquier oración para el difunto, ya que según él, Essebsi era un enemigo del islam.
Hamadache sentenció su posición el mismo día del anuncio de la muerte del presidente tunecino, alegando que Essebsi defendía el principio de un Estado civil, “rechazando cualquier referencia a la Sharia”.
No es la primera vez que este energúmeno edita una fetua retorcida y violenta contra los militantes de la laicidad y de la democracia. Por otro lado, aún tiene prohibido hablar en la televisión argelina, luego de su famoso llamado del 2014, cuando incitó a asesinar al escritor Kamel Daoud.
Otro predicador islamista, Wajdi Ghanim (foto 2), cercano a la organización terrorista de los Hermanos Musulmanes, un ferviente defensor del Califato como modelo de gobierno, desde su tierra del exilio, en Turquía, se alegró por la muerte de Essebsi. Considera que su muerte es un castigo divino infligido a un incrédulo por rechazar el Corán y sostener la Constitución. Sin siquiera una pizca de humanidad, él ha declarado que “está totalmente prohibido [haram] rezar por él en la mezquita, en el cementerio o reunirse en torno al cuerpo de un impío y un apóstata que, tal como Dios prometió, irá al infierno”. ¡[Habla] como si Dios le perteneciera y fuese su propiedad privada! Es triste ver que ni siquiera la muerte puede poner freno a su odio!
Sin embargo, más allá de sus ideologías, los frutos tunecinos de la revolución cultural de Bourguiba, saben cómo honrar la memoria de sus muertos. Esto ha quedado demostrado al ver que laicos e islamistas han llorado unidos, en memoria de su difunto presidente.
Cabe aclarar que Caïd Essebsi hizo mucho en lo que respecta a la libertad individual. Impulsor de la ley sobre la igualdad entre hombres y mujeres en materia hereditaria, su recuerdo quedará impreso en la memoria colectiva de los tunecinos y tunecinas. Ellos recordarán su obra. En cambio, Abdelfattah Hamadache y Wajdi Ghanim terminarán arrojados al basural de la historia, condenados al olvido a causa de sus discursos de odio, sus pretensiones de iluminados y sus ideas oscurantistas.
14/10/2021 11:55