Periodistas perseguidos en Dusambé
En el último año, 8 periodistas y blogueros fueron condenados en Tayikistán, con penas que van de 7 a 21 años, por colaborar con organizaciones prohibidas. Radio Ozodi recogió el testimonio de sus familias. Uno de ellos consiguió hacer llegar una carta desde su reclusión en régimen de aislamiento, donde cuenta que lo someten a presiones psicológicas y torturas.
Dusambé (AsiaNews) - En el último año 8 periodistas y blogueros han sido condenados en Tayikistán a penas que van de 7 a 21 años por colaborar con organizaciones prohibidas. Las organizaciones humanitarias han hecho varios llamamientos al gobierno de Dusambé para que sean liberados, pero las autoridades las han ignorado. Las familias y amigos tienen la esperanza de recuperarlos tarde o temprano.
El problema de las familias no es sólo afectivo, porque muchas dependen de los ingresos de los condenados. Las esposas se sienten orgullosas del coraje que demuestran en las raras visitas que permiten las autoridades, pero de todos modos tienen que responder las preguntas de sus hijos sobre el regreso de su padre. Radio Ozodi entrevistó a algunos de estos familiares para comprender cómo afrontan las pruebas.
Abdullo Gurbaty, de 26 años, tiene un solo hijo de 10 meses, Masud, al que prácticamente todavía no conoce porque fue condenado a fines de 2022, cuando acababa de nacer. El tribunal lo declaró culpable de violencia y de insultar a las autoridades constituidas, a lo que sumó el cargo de participación en asociación prohibida, imponiéndole una pena de siete años y medio de privación de la libertad. Su esposa, Muborak Kosimzoda, explicó que está tratando de aceptar la dura realidad y seguir adelante, y que llevará a su hijo con ella tan pronto como le concedan una visita. "Queremos apoyarlo -cuenta-, nos decimos entre todos que no debemos desesperar, y con la ayuda de Alá tratamos de resistir". Ella también trabaja como periodista y ahora vive con sus suegros, que están seguros de la inocencia de su hijo y lo apoyan en forma incondicional.
Gurbaty trabajó los últimos tres años haciendo vídeos y reportajes fotográficos para la agencia "Asia-Plus", y tenía su propia página de Facebook, donde a menudo planteaba los problemas de la sociedad tayika, incluso con expresiones fuertes. A él se asoció como coautor Daler Imomali, ex actor que llegó al periodismo hace ocho años y también fue condenado a diez años por cargos completamente falsos de malversación. A diferencia de su socio, Daler tiene tres hijos un poco más grandes que debieron dejar el departamento alquilado en la capital y mudarse al pueblo con sus abuelos. La madre de Daler, Shodigul Bobieva, pudo ver a su hijo por última vez a fines de junio y recuerda los tiempos difíciles de la guerra civil, cuando perdió otros cinco hijos; después tuvo que luchar para criar sola a los dos restantes, y ahora la historia se repite con su nuera y sus nietos.
Imomali tiene mala salud y soporta con dificultad las condiciones de la cárcel. Su madre y familiares tratan de conseguirle los medicamentos que necesita, aunque él no se lamenta. Las visitas a la prisión son una vez al mes, y la esposa y los hijos pueden quedarse un par de días. También hay competencias internas entre los presos, y el que gana puede recibir algunas visitas más de sus familiares. La esposa de Daler, Zaytuna Inojatova, es una buena costurera y de alguna manera se las arregla para conseguir comida para sus hijos. Afirma con tristeza que "en este momento cada uno tiene que preocuparse por su vida y no se puede compartir las cargas de los demás".
Otro testimonio recogido por Ozodi es el de Khabisa Jatimova, la madre de Zavkibek Saidamini, quien también llevó al campo a su nuera y sus nietos. "¿Quién cuidaría de ellos en Dusambé?", explica. El hermano de Zavkibek se encarga de mantener a la familia y espera poder resistir los siete años de sentencia que ha recibido el periodista. Su familia afirma que fue condenado por cargos "totalmente no objetivos". Otro colega, Abdusattor Pirmukhammadzoda, fue condenado a siete años y cumple su condena en la prisión de Khudzhansk. En octubre del año pasado logró enviar una carta desde su celda de aislamiento, donde denuncia que lo someten a presiones psicológicas y torturas para obligarlo a admitir sus culpas, que afirma son "inventadas". Él también ha tenido que confiar su esposa e hijos a su hermano Abdukarim, quien envía el dinero y no puede hacer mucho más, porque la familia vive bastante lejos de la cárcel y ni siquiera puede pagar los gastos de viaje para las visitas. La libertad de expresión es un espejismo en Tayikistán, y la única forma de hacerle frente es la solidaridad familiar.
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