06/12/2021, 14.48
MYANMAR
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Para la sindicalista Khaing Zar Aung, 'la Junta militar birmana podría caer en un año’

de Alessandra De Poli

A los 16 años comenzó a trabajar en una fábrica de indumentaria en Myanmar, donde cosía ropa para grandes marcas internacionales. En 2015 luchó por un salario mínimo que quintuplicaba lo que se pagaba en ese momento. Vive exiliada en Alemania, pero Khaing Zar Aung sigue luchando por la democracia y los derechos de los trabajadores. Mañana estará en Roma y participará en una reunión con los sindicatos italianos.

Berlín (AsiaNews) - “No es trabajo, es esclavitud", afirma Khaing Zar Aung, cuando habla de las condiciones de los trabajadores en Myanmar. La sindicalista tiene 37 años y empezó a trabajar en una fábrica de ropa cuando tenía 16 años. Necesitaba mantener a su familia. "Tras el golpe de Estado, todos nuestros avances se esfumaron, hemos vuelto a las condiciones laborales del año 2000". Hace veinte años no había sindicatos y la antigua Birmania era una dictadura militar. El país aún estaba muy lejos de las elecciones de 2010 que, al menos por un tiempo, iniciarían un camino hacia la democracia y el gobierno civil. "Me levantaba a las 6.15 de la mañana para estar en la fábrica a las 7.30", cuenta a AsiaNews.  "Trabajaba sin descanso hasta las 10 de la noche, siete días a la semana. Teníamos un día libre al mes, tal vez, después de recibir nuestra paga", que ascendía a "unos 10 dólares al mes". Ella cosía prendas para grandes marcas internacionales de ropa y, tras terminar la escuela secundaria, se matriculó en la universidad, donde estudió Economía, pero nunca dejó de trabajar. 

Originaria de Kyauktan, una pequeña ciudad al sur de Rangún, Khaing ahora es presidenta de la Federación de Trabajadores Industriales de Myanmar (IWFM) y miembro del comité ejecutivo de la Confederación de Sindicatos de Myanmar (CTUM). Mañana estará en Roma y participará de una reunión con las autoridades y los sindicatos italianos, organizada por la asociación Italia Birmania Insieme. Vive en Alemania, donde se ha trasladado para cursar un máster en Políticas Laborales y Globalización. "Pero no puedo estudiar, incluso desde aquí tengo que luchar por mi país", dice. Sobre ella pesa una orden de captura dictada por la junta militar. La misma Junta que el primero de febrero derrocó al gobierno civil conducido por Aung San Suu Kyi, quien hoy fue condenada a cuatro años de prisión en el primer veredicto sobre sus 11 cargos de acusación.

Tras graduarse en la universidad, Khaing Zar Aung encontró empleo en los Ferrocarriles del Estado, donde esperaba que las condiciones de trabajo fueran mejores: "Quería ascender, pero sólo era posible si se entraba en la corrupción". Amargada, se fue a Tailandia, donde ganaba mucho más por hacer el mismo trabajo que hacía en Myanmar. "Trabajaba de 8 a 17 horas y cobraba entre 150 y 180 dólares al mes. ¿Cómo es posible que el salario sea tan diferente? Simplemente había cruzado el río que separa los dos países". Allí conoció a los sindicatos. Atraída por un amigo, empezó a asistir a los cursos sobre derechos de los trabajadores que impartía la Federation of Trade Unions of Burma. Allí le explicaron que era el régimen militar de Myanmar el que mantenía a la población en la pobreza. 

Por su actividad sindical fue encarcelada en dos ocasiones. Más tarde, en 2012, le permitieron regresar a Myanmar, junto con otros trabajadores migrantes y sindicalistas,  "pero sólo como individuos, no como organización". Ella pensó en fundar una, y así nació la CTUM. "Nuestro objetivo era conseguir un salario mínimo para los trabajadores, aún cuando debido a la inflación, el valor real seguía siendo muy bajo. En 2015 conseguimos un salario de 3 dólares al día -con un día libre a la semana-, es decir, cinco veces más que el salario básico que se pagaba hasta ese momento." 

El ascenso de la junta golpista acabó con todos los avances. "Los que todavía tienen un trabajo cobran menos de 2 dólares al día, no tienen días libres ni protección social, aunque en teoría lo paguen. Casi 400.000 personas que trabajaban en la industria de la confección han perdido su empleo, un millón en la industria de la construcción, por no hablar del turismo y todos los sectores relacionados", continúa la sindicalista, que ahora habla emocionada. Ayer hubo una huelga pacífica y la Junta mató a cinco personas sin motivo. Esto no es una violación de los derechos de los trabajadores, es una violación de los derechos humanos”, dice Khaing Zar Aung.

Sin embargo, en lo que respecta al futuro, ella tiene esperanza: "En un año podemos hacer que caiga la Junta". Lo dice convencida. De hecho, Khaing Zar está trabajando para impedir que las empresas internacionales sigan haciendo negocios en Myanmar y está pidiendo a la Unión Europea que aplique sanciones para detener el flujo de dinero a las arcas del ejército. "La gente del país ha dejado de pagar impuestos. Las empresas que quieren seguir trabajando en Myanmar tienen que compartir los beneficios con los militares, pero de este modo apoyan el mantenimiento de la dictadura y la represión". ¿Pero no le preocupa que las sanciones empeoren las condiciones de los trabajadores? "En este momento, nada puede ser peor para el pueblo birmano", responde Khaing Zar. "La única manera de recuperar la democracia en Myanmar es apoyar al gobierno civil de unidad nacional en el exilio, cooperar con el movimiento de desobediencia civil que lucha dentro del país y aumentar la presión internacional sobre el ejército".

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