Papa: vivir desapegados de los bienes del mundo, para reconocerse ‘pobres de espíritu’
“Hay quienes poseen los reinos de este mundo: tienen bienes y comodidades. Pero son reinos que terminan. El poder de los hombres, e incluso los imperios más grandes, pasan y desparecen”. “Y también las riquezas: los abuelos nos enseñaban que el sudario no tiene bolsillos”. “Reina de verdad quien sabe amar el bien verdadero más que así mismo. Este es el poder de Dios”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Reconocerse pobres de espíritu, reconocerse necesitados, porque “somos mendigos”. Jesús los llama “bienaventurados”: son los que viven el desapego de las cosas del mundo y se encomiendan por entero a Dios, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Continuando con el nuevo ciclo de catequesis sobre las Bienaventuranzas, Francisco hoy centró su meditación para la audiencia general en la primera bienaventuranza: Bienaventurados los pobres de espíritu.
Dirigiéndose a las ocho mil personas presentes en el Aula Pablo VI, Francisco dijo ante todo que “debemos preguntarnos: ¿qué entendemos aquí por ‘pobres’?”. Mateo, subrayó, no usa esta palabra sola, “pues de otro modo el significado sería meramente económico”, sino que habla de «pobres de espíritu». “¿Qué quiere decir? El espíritu, según la Biblia, es el soplo de la vida, que Dios comunicó a Adán; es nuestra dimensión más íntima, o bien digamos espiritual, la que nos vuelve personas, seres humanos, el núcleo profundo de nuestro ser. Entonces, los ‘pobres de espíritu’ son aquellos que son y se sienten pobres, mendigos, en lo íntimo de su ser. Jesús los proclama bienaventurados, porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos”.
“¡Cuántas veces se nos dijo lo contrario! En la vida hay que ser algo, hay que ser alguien… Hay que hacerse de un nombre, de una reputación… Es de aquí que nace la soledad y la infelicidad: si yo debo ser ‘alguien’, compito con los demás y vivo con una preocupación obsesiva por mi ego. Si no acepto el hecho de ser pobre, termino odiando todo aquello que me recuerde mi fragilidad, porque eso impide que yo me vuelva importante, rico. Cada uno, si se detiene a pensar sobre sí mismo, bien sabe que, por más que se ocupe de muchas cosas, siempre queda radicalmente incompleto y vulnerable. No hay ardid que pueda cubrir esta vulnerabilidad”.
“Sin embargo, como se vive mal, ¡se niegan los propios límites! Las personas orgullosas no piden ayuda porque deben demostrarse a sí mismas que son auto-suficientes. Sin embargo, cuando precisan ayuda, el orgullo les impide pedirla”. A propósito de esto, Francisco repitió que las “tres palabras fundamentales” en la relación entre cónyuges son: permiso, gracias, discúlpame. “Son palabras que provienen de la pobreza. No ser invasivo, permiso; tú has hecho esto por mí y yo lo necesitaba, gracias. Y siempre se cometen errores, discúlpame. Y muchas veces me dicen que la tercera es la más difícil”.
“¡Y cuán difícil es admitir un error y pedir perdón! En cambio, el Señor jamás se cansa de perdonar; lamentablemente somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón (cfr Angelus 17 de marzo de 2013). ¿Por qué es difícil pedir perdón? Porque esto humilla nuestra imagen hipócrita. Ahora bien, vivir tratando de ocultar las propias carencias es agotador y angustiante. Jesucristo nos dice: ser pobres es una ocasión de gracia; y nos muestra cómo salir este cansancio. Se nos da el derecho de ser pobres de espíritu, porque este es el camino del Reino de Dios. Pero hay que reafirmar algo fundamental: no debemos transformarnos para volvernos pobres de espíritu, ¡porque ya lo somos! Somos pobres de espíritu, somos pobrecillos, necesitamos de todo, somos mendigos. Esta es la condición humana”.
“Están los que poseen los reinos de este mundo – dijo luego -: tienen bienes y tienen comodidades. Pero son reinos que terminan. El poder de los hombres, e incluso los imperios más grandes, pasan y desaparecen”. “También las riquezas: los abuelos nos enseñaban que el sudario no tiene bolsillos”. “Reina de verdad – concluyó - quien sabe amar el bien más que a sí mismo. Este es el poder de Dios. ¿Cuál fue aquello en lo que Cristo se mostró más poderoso? Supo hacer lo que los reyes de la tierra no hacen: dar la vida por los hombres. Este es el verdadero poder. El poder de la fraternidad, de la caridad, del amor”. “En esto reside la libertad verdadera. Al servicio de esta libertad está la pobreza, que es elogiada en las Bienaventuranzas. Porque hay una pobreza que debemos aceptar, la de nuestro ser, y una pobreza que, en cambio, debemos procurar, aquella que es concreta, la de las cosas de este mundo, para ser libres y poder amar. La libertad del corazón, la que tiene sus raíces en el corazón”.
02/05/2017 13:54
28/08/2016 13:40