Papa: solo la fraternidad puede resolver las múltiples crisis creadas por la pandemia
En su discurso al cuerpo diplomático acreditado ante el Vaticano, Francisco habló de las consecuencias de la epidemia. La crisis sanitaria y la distribución justa de vacunas. La crisis de la democracia y el golpe de Estado en Myanmar. La crisis económica y el plan Next Generation de la Unión Europea. El aumento de los migrantes y los rechazos ilegales. El respeto a la libertad religiosa.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Solidaridad y, más aún, "fraternidad" es la respuesta que el Papa Francisco señala para superar las múltiples crisis - sanitaria, económica, política, social, educativa y sobre todo humana - creadas por la pandemia, que ha demostrado dramáticamente la interdependencia de las diferentes partes del mundo, a pesar de que persisten las diferencias entre países ricos y pobres.
La pandemia fue el tema central del largo y articulado discurso que dirigió Francisco esta mañana a los representantes de los 183 Estados - a los que hay que sumar la Unión Europea y la Soberana Orden Militar de Malta - que mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Hablando de ello, Francisco recordó la prórroga "por otros dos años, la validez del Acuerdo Provisional sobre el Nombramiento de Obispos en China, firmado en Pekín en 2018. Se trata de un entendimiento de carácter esencialmente pastoral y la Santa Sede espera que el camino emprendido continúe, en un espíritu de respeto y confianza recíproca, contribuyendo aún más a la resolución de cuestiones de interés común".
El tema de las consecuencias de la pandemia fue también una oportunidad para referirse a situaciones particulares, desde Birmania (Myanmar) - donde "el camino hacia la democracia emprendido en los últimos años se vio bruscamente interrumpido por el golpe de estado de la semana pasada" - hasta Siria y Líbano - que " corre el riesgo de perder su identidad y de encontrarse aún más comprometido por las tensiones regionales" - pasando por Tierra Santa - donde "la confianza recíproca entre israelíes y palestinos debe ser la base para un renovado y decisivo diálogo directo" -, el "deterioro de las relaciones en la península de Corea” y la persistencia de "conflictos enquistados" en el sur del Cáucaso y en Libia.
El análisis de las "crisis" comenzó naturalmente a partir de la situación sanitaria. La pandemia, en palabras de Francisco, puso en evidencia el "valor de la vida, de cada vida humana y de su dignidad, en todo momento de su itinerario terrenal, desde la concepción en el seno materno hasta su conclusión natural" y también "el derecho al cuidado, que es prerrogativa de todo ser humano”. Por eso afirmó que la salud no se puede guiar por criterios puramente económicos y renovó la demanda de “una distribución equitativa de las vacunas”, para que no queden reservadas a los países ricos.
Pero, observó Francisco, la Tierra también está enferma. La crisis del medio ambiente se ha puesto de manifiesto, sobre todo con los efectos del cambio climático, con consecuencias dramáticas como "las inundaciones del sudeste asiático, especialmente en Vietnam y Filipinas, que se han cobrado víctimas y han dejado a familias enteras sin medios de subsistencia".
El Covid-19 ha provocado asimismo una crisis económica, con desempleo, pobreza y explotación humana. Precisamente la crisis, dice Francisco, "una ocasión propicia para replantear la relación entre la persona y la economía. Lo que se necesita es una especie de ‘nueva revolución copernicana’ que ponga la economía al servicio del hombre y no al revés, «empezando a estudiar y practicar una economía diferente, la que hace vivir y no mata, que incluye y no excluye, que humaniza y no deshumaniza, que cuida la creación y no la depreda»”. "También se requieren iniciativas conjuntas y compartidas, incluso a nivel internacional, especialmente para apoyar el empleo y proteger a los sectores más pobres de la población", como "la asignación propuesta por el plan Next Generation de la Unión Europea".
En el mismo campo se plantea la renovada petición de "condonar o por lo menos reducir la deuda que pesa sobre los países más pobres" y también la consideración de que las sanciones económicas "que terminan en su mayor parte por repercutir principalmente en los sectores más débiles de la población, más que en los responsables políticos”.
Otra consecuencia de la crisis económica ha sido también el flujo masivo de inmigrantes, que "se ha encontrado con un aumento en el número de rechazos ilegales, a menudo implementados para evitar que los migrantes soliciten asilo, en violación del principio de no rechazo (non-refoulement). Muchos son interceptados y repatriados en campos de acogida y de detención, donde sufren torturas y violaciones de los derechos humanos, cuando no encuentran la muerte atravesando mares y otras fronteras naturales”.
"Mucho más profunda" que las otras crisis es la "política y democrática". “Uno de los factores emblemáticos de dicha crisis es el crecimiento de las contraposiciones políticas y la dificultad, por no decir la incapacidad, de encontrar soluciones comunes y compartidas a los problemas que aquejan a nuestro planeta. Es una tendencia a la que se asiste desde hace mucho tiempo y que se difunde cada vez más incluso en países de antigua tradición democrática. Mantener vivas las realidades democráticas es un desafío de este momento histórico[6] , que afecta profundamente a todos los Estados, sean pequeños o grandes, económicamente avanzados o en vías de desarrollo”.
La crisis de la política también tiene efectos a nivel internacional, aunque "no faltan igualmente signos alentadores, como la entrada en vigor, hace algunos días, del Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, así como la prórroga por otros cinco años del Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (el llamado Nuevo START) entre la Federación Rusa y los Estados Unidos de América”.
Por último, "la más grave: la crisis de las relaciones humanas, expresión de una crisis antropológica general, que concierne a la misma concepción de la persona humana y su dignidad trascendente". En este sentido, Francisco destacó que “Las exigencias para contener la difusión del virus también se ramificaron sobre diversas libertades fundamentales, incluida la libertad de religión, limitando el culto y las actividades educativas y caritativas de las comunidades de fe. Sin embargo, no debemos pasar por alto que la dimensión religiosa constituye un aspecto fundamental de la personalidad humana y de la sociedad, que no puede ser cancelado; y que, aun cuando se está buscando proteger vidas humanas de la difusión del virus, la dimensión espiritual y moral de la persona no se puede considerar como secundaria respecto a la salud física. Por otra parte, la libertad de culto no constituye un corolario de la libertad de reunión, sino que deriva esencialmente del derecho a la libertad religiosa, que es el primer y fundamental derecho humano. Por eso es necesario que sea respetada, protegida y defendida por las autoridades civiles, como la salud y la integridad física”.
“El 2021 - concluyó el Papa - es un tiempo que debemos aprovechar. Y no será desaprovechado en la medida en que sepamos colaborar con generosidad y esfuerzo. En este sentido considero que la fraternidad es el verdadero remedio a la pandemia y a muchos males que nos han golpeado. Fraternidad y esperanza son como medicinas que hoy el mundo necesita, junto con las vacunas”. (FP)
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