Papa: si realmente queremos amar a Dios tenemos que amar a las personas, sobre todo a las que sufren
Francisco celebró la misa por los 60 años del policlínico Gemelli de Roma, el hospital donde fue internado en julio. “Nos hace bien, por la noche, repasar los rostros que hemos encontrado, las sonrisas que hemos recibido, las palabras buenas. Son recuerdos de amor y ayudan a que nuestra memoria se encuentre a sí misma”.
Roma (AsiaNews) - "Cercanía, compasión y ternura" es el "estilo de Dios" y por eso, "si realmente queremos amar a Dios, debemos apasionarnos por los hombres, por cada hombre, especialmente por los que viven la condición en la que se manifestó el Corazón de Jesús, es decir, el dolor, el abandono, el rechazo; sobre todo en esta cultura del descarte que vivimos hoy”.
El Papa Francisco reflexionó sobre el tema del Corazón de Jesús en la homilía de la misa que celebró esta mañana (en la foto) por el sexagésimo aniversario de la inauguración del Policlínico Gemelli de Roma, el hospital donde estuvo internado en julio y donde también fue atendido Juan Pablo II, quien lo bautizó "Vaticano III" (Castel Gandolfo sería el Vaticano II), en referencia a la duración de su estadía. Y recordando esa oportunidad, Francisco quiso "renovar hoy mi 'gracias' por las atenciones y el cariño que he recibido aquí".
El "Gemelli" es la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón y Francisco comenzó refiriéndose a ese nombre para señalar que memoria, pasión y consuelo son las palabras que sugiere la contemplación del Corazón de Jesús. "Nos muestra a Jesús que se ofrecer a sí mismo: es el compendio de su misericordia”. “Al mirarlo, resulta natural hacer memoria de su bondad, que es gratuita, que no se puede comprar ni vender, y que no tiene condiciones, porque no depende de nuestras obras, es soberana. Y eso nos conmueve. En la vida frenética que vivimos hoy, en medio de las corridas y continuas preocupaciones, estamos perdiendo la capacidad de conmovernos y sentir compasión, porque estamos perdiendo ese retorno al corazón, es decir al recuerdo, a la memoria, el retorno al corazón. Sin memoria se pierden las raíces y sin raíces no podemos crecer. Nos hace bien alimentar la memoria de quienes nos amaron, nos cuidaron, nos ayudaron”.
"Creo que en este tiempo de pandemia también nos hace bien hacer memoria de los momentos dolorosos. No para entristecernos, sino para no olvidar y para orientarnos en nuestras decisiones a la luz de un pasado muy reciente". Es bueno recordar "atesorar los rostros que encontramos. Pienso en el cansancio de los días en el hospital, en la universidad, en el trabajo. Corremos el riesgo de que todo pase sin dejar rastro y que solo conservemos la fatiga y el cansancio. Nos hace bien, por la noche, repasar los rostros que hemos encontrado, las sonrisas que hemos recibido, las palabras buenas. Son recuerdos de amor y ayudan a que nuestra memoria se encuentre a sí misma. ¡Qué importantes son estos recuerdos en el hospital! Pueden dar sentido a la jornada de un enfermo. Una palabra fraternal, una sonrisa, una caricia en el rostro: son recuerdos que curan por dentro, que hacen bien al corazón. No olvidemos la terapia del recuerdo: ¡hace mucho bien!”.
“La segunda palabra es pasión. Pasión. La primera es la memoria, recordar; la segundo es la pasión. El Corazón de Cristo no es una devoción piadosa para sentir un poco de calor por dentro, no es una estampita tierna que despierta cariño, no, no es eso. Es un corazón apasionado - basta con leer el Evangelio -, un corazón herido de amor, desgarrado por nosotros en la cruz”. “Con ternura y dolor, ese Corazón revela cuál es la pasión de Dios. ¿Cuál es? El hombre, nosotros. ¿Y cuál es el estilo de Dios? Cercanía, compasión y ternura. Este es el estilo de Dios: la cercanía, la compasión y la ternura. ¿Qué sugiere eso? Que, si realmente queremos amar a Dios, debemos apasionarnos por el hombre, por cada hombre, especialmente por los que viven la condición en que se manifestó el Corazón de Jesús, es decir, el dolor, el abandono, el rechazo; sobre todo en esta cultura del descarte que vivimos hoy. Cuando servimos a los que sufren, consolamos y alegramos el Corazón de Cristo”.
La tercera palabra es consuelo. “Indica una fuerza que no viene de nosotros, sino de alguien que está con nosotros: la fuerza viene de allí. Jesús, el Dios-con-nosotros, nos da esa fuerza, su Corazón nos da valor en la adversidad. Hay muchas incertidumbres que nos asustan: en este tiempo de pandemia nos hemos descubiertos más pequeños, más frágiles. A pesar de tantos progresos maravillosos, se lo puede ver también en el campo médico: ¡cuántas enfermedades raras y desconocidas!”. “El Corazón de Jesús late por nosotros repitiendo siempre esas palabras: '¡Ánimo, ánimo, no tengan miedo, yo estoy aquí!'. Ánimo hermana, ánimo hermano, no te desalientes, el Señor tu Dios es más grande que tus males, te toma de la mano y te acaricia, está cerca de ti, es compasivo, es tierno. Él es tu consuelo”.
“Animémonos - concluyó - con esta certeza, con el consuelo de Dios. Y pidamos al Sagrado Corazón la gracia de poder ser también nosotros capaces de consolar. Es una gracia que hay que pedir, mientras nos comprometemos con valentía a abrirnos, a ayudarnos unos a otros, a llevar las cargas de los demás. Esto también se aplica al futuro de la asistencia de la salud, en particular de la asistencia de la salud "católica": compartir, apoyarse unos a otros, caminar juntos. Que Jesús abra el corazón de los que atienden a los enfermos a la colaboración y la cohesión. A tu Corazón, Señor, encomendamos nuestra vocación de cuidar: haz que sintamos cariño por cada persona que se acerca a nosotros en la necesidad”.
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