Papa: rezar no es fácil, las distracciones, la aridez y la pereza dificultan la oración
Las distracciones "no son culpables, pero hay que combatirlas". Y Jesús lo dice muchas veces: "Estén atentos". "No se puede superar la aridez espiritual con un corazón gris, el corazón debe estar abierto y luminoso para que entre la consolación, y si no llega, esperarla con esperanza, pero no cerrarlo en el gris". "Otra cosa es la pereza o acedia, que es una verdadera tentación contra la oración y, más en general, contra la vida cristiana".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Rezar no es fácil y el verdadero progreso de la vida espiritual "no consiste en multiplicar los éxtasis, sino en ser capaces de perseverar en los tiempos difíciles", ser capaces de seguir caminando "y si estás cansado, detente un poco y después sigue caminando" superando "las distracciones, la aridez, la pereza" que dificultan la oración.
Las "dificultades muy comunes" que entorpecen la oración fueron el tema de la catequesis del Papa Francisco en la audiencia general de hoy, que volvió a celebrarse en el patio de San Dámaso. Como ya es costumbre, hubo saludos, firma de autógrafos, intercambio de solideos y largos y alegres cantos de un grupo de mexicanos.
Y cuando se dirigió a los peregrinos de lengua francesa, Francisco los invitó a pedir a Dios "el Espíritu de consolación y de paz para los pueblos atormentados que viven en situaciones difíciles".
Con respecto a las “dificultades” que se encuentran en la oración, Francisco observó que “el primer problema que se presenta a quien reza es la distracción. (cf. CIC, 2729)”. “La oración convive a menudo con la distracción. De hecho, a la mente humana le cuesta detenerse durante mucho tiempo en un solo pensamiento. Todos experimentamos ese continuo torbellino de imágenes y de ilusiones en constante movimiento, que nos acompaña incluso durante el sueño”. “Esta es la distracción. La imaginación que da vueltas y vueltas. Santa Teresa llamaba a la imaginación la loca de la casa: es como una loca que te hace dar vueltas y vueltas, hay que reconocerla y meterla en una jaula”.
Las distracciones “no son culpables, pero hay que combatirlas. En el patrimonio de nuestra fe hay una virtud que muchas veces se olvida pero que está muy presente en el Evangelio. Se llama "vigilancia". Y Jesús lo dice muchas veces: 'Estén atentos'”. “A menudo Jesús recuerda a los discípulos el deber de una vida sobria, guiados por el pensamiento de que tarde o temprano Él volverá, como el novio de la boda o el amo que se fue de viaje. Pero como no conocemos el día y la hora de su regreso, todos los minutos de nuestra vida son preciosos y no se deben desperdiciar con distracciones. En un instante que no conocemos, resonará la voz de nuestro Señor: en ese día, bienaventurados los siervos que Él encuentre trabajando, enfocados en lo que realmente importa. Que no se dispersaron siguiendo todas las distracciones que le venían en mente, sino que intentaron caminar por el camino correcto, cumpliendo bien con su tarea”.
"Algo diferente es el tiempo de la aridez". Muchas veces no sabemos cuáles son las razones de la aridez: puede depender de nosotros mismos, pero también de Dios, que permite ciertas situaciones de la vida exterior o interior. O puede ser un dolor de cabeza, un dolor de hígado que te impide entrar en oración". "Los maestros espirituales describen la experiencia de la fe como una continua alternancia de tiempos de consolación y de desolación; momentos en los que todo es fácil, mientras que otros están marcados por una gran pesadez. Muchas veces - siguió diciendo - cuando encontramos un amigo y le preguntamos ‘¿Cómo estás?’ él responde ‘Hoy estoy deprimido’. Muchas veces estamos “deprimidos”, no tenemos sentimientos, no tenemos consolación, no damos más. Son esos días grises... ¡y hay muchos en la vida! Pero el peligro es tener el corazón gris: cuando este “estar decaído” llega al corazón y lo enferma… y hay gente que vive con el corazón gris. Eso es terrible: ¡no se puede rezar, no se puede sentir la consolación con el corazón gris! No se puede superar la aridez espiritual con el corazón gris. El corazón debe estar abierto y luminoso, para que entre la luz del Señor. Y si no entra, hay que esperarla con esperanza. Pero no cerrarlo en el gris”.
“Y otra cosa muy distinta es la acedia, que es una verdadera tentación contra la oración y, más en general, contra la vida cristiana. La acedia es "una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón" (CIC, 2733). Es uno de los siete 'pecados capitales' porque, alimentado por la presunción, puede conducir a la muerte del alma".
“¿Qué hacer entonces en esta sucesión de entusiasmos y abatimientos? Hay que aprender a seguir caminando siempre. "Recordemos la parábola de san Francisco sobre la perfecta leticia: no es en las infinitas fortunas llovidas del Cielo donde se mide la habilidad de un fraile, sino en caminar con constancia, incluso cuando no se es reconocido, incluso cuando se es maltratado, incluso cuando todo ha perdido el sabor de los comienzos. Todos los santos han pasado por este “valle oscuro” y no nos escandalicemos si, leyendo sus diarios, escuchamos el relato de noches de oración apática, vivida sin gusto. Debemos aprender a decir: “Incluso si Tú, Dios mío, pareces hacer de todo lo posible para que deje de creer en Ti, yo sigo rezándote a pesar de todo”. ¡Los creyentes nunca apagan la oración! A veces se puede parecer a la de Job, quien no acepta que Dios lo trate injustamente, protesta y lo llama a juicio. Pero, muchas veces, también protestar delante de Dios es una manera de rezar”. "E incluso nuestras expresiones más duras y amargas, Él las recogerá con el amor de un padre, y las considerará como un acto de fe, como una oración".
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