Papa: que las Iglesias de todo el mundo atiendan igualmente a las víctimas de abusos

La recomendación de Francisco durante el encuentro con la Comisión Ponticia para la Protección de Menores: "No es justo que fuera de las zonas más prósperas las víctimas y las familias sufran en silencio, tal vez rechazadas o estigmatizadas cuando intentan acercarse para contar lo que sufrieron". El llamado a cultivar una "espiritualidad de reparación" escuchando a los que fueron heridos.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - En la Iglesia deben superarse las desigualdades entre las diversas áreas del mundo respecto a la atención al sufrimiento de los menores víctimas de abusos sexuales. Así lo afirmó hoy el Papa Francisco refiriéndose específicamente a Asia, África y América Latina, al recibir en audiencia en el Vaticano a los miembros de la renovada Comisión Pontificia para la Protección de Menores.

"No es justo -dijo el pontífice- que las zonas más prósperas del planeta puedan contar con programas de protección bien formados y financiados, en los que se respeta a las víctimas y a sus familias, mientras que quienes viven en otras partes del mundo sufren en silencio, tal vez rechazados o estigmatizados cuando intentan acercarse a relatar los abusos que sufrieron. También en este ámbito, la Iglesia debe esforzarse por convertirse en un ejemplo de acogida y buena conducta". En este sentido, el Papa dijo sentirse estimulado por las quejas que preparó la Comisión "en términos de formación y servicio a las víctimas" también en Asia, África y América Latina.

Previamente en su discurso, el Papa Francisco había reconocido que "los abusos sexuales a menores por parte del clero y su mala gestión por parte de los responsables eclesiásticos ha sido uno de los mayores desafíos para la Iglesia en nuestro tiempo. La incapacidad de actuar adecuadamente para detener este mal y acudir en ayuda de sus víctimas ha desfigurado nuestro mismo testimonio del amor de Dios". También añadió que "en los últimos diez años todos hemos aprendido mucho, incluso yo mismo".

Junto a las medidas para hacer frente a la repetición de este fenómeno, Francisco también indicó a la Comisión otro horizonte, que definió como "una espiritualidad de la reparación". "La terrible sensación de pérdida que sienten tantos a causa de los abusos -dijo- puede parecer a veces demasiado difícil de soportar. Pero el Señor, que hace nacer cosas nuevas en cada época, puede devolver la vida a los huesos marchitos (cf. Ez 37,6). Por eso, incluso cuando el camino por recorrer sea arduo y agotador, los animo a no estancarse, a seguir tendiendo la mano, a tratar de infundir confianza a aquellos con quienes se encuentren y que compartan con ustedes esta causa común. No se desanimen cuando parezca que poco está cambiando para mejor. Perseveren, avancen.

Pero, evidentemente, la reparación debe contemplar sobre todo a las víctimas. "Hace poco -relató el Papa- me reuní con un grupo de supervivientes de abusos que pidieron entrevistarse con la dirección del instituto religioso que dirigía la escuela a la que asistieron hace unos 50 años. Eran todos ancianos y algunos de ellos, conscientes del rápido paso del tiempo, expresaron el deseo de vivir los últimos años de su vida en paz. Y la paz, para ellos, significaba reanudar su relación con la Iglesia que los había ofendido; querían cerrar no sólo el mal que habían sufrido, sino también las preguntas que llevaban dentro desde hacía tiempo. Querían que los escucharan, que les creyeran, querían que alguien les ayudara a comprender. Hablamos juntos y tuvieron el valor de abrirse. En particular, la hija de uno de los abusados habló del impacto que la experiencia de su padre tuvo en toda su familia. Reparar el tejido desgarrado de la historia es un acto redentor, es el acto del Siervo sufriente, que no evitó el dolor, sino que tomó sobre sí toda culpa".

"Ahora -observó el Papa Francisco- es el momento de reparar el daño que se hizo a las generaciones que nos precedieron y a los que siguen sufriendo. Este tiempo pascual es signo de que se prepara para nosotros un tiempo nuevo, una nueva primavera fecundada por el trabajo y las lágrimas compartidas con los que han sufrido. Por eso es importante que nunca dejemos de avanzar". "Desde la vida ordinaria de una diócesis en sus parroquias y seminario", concluyó Francisco, "hasta la formación de catequistas, profesores y otros agentes pastorales, la importancia de la protección de los menores y de las personas frágiles debe ser una norma para todos; y en este sentido, en la vida religiosa y apostólica, la novicia de clausura debe atenerse a las mismas normas ministeriales que el hermano anciano que lleva toda una vida enseñando a los jóvenes".