20/06/2021, 14.33
VATICANO
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Papa: que en Myanmar se respeten las iglesias, mezquitas, pagodas y hospitales donde se refugian los desplazados

En el Ángelus, Francisco volvió a interceder por "las miles de personas que están muriendo de hambre en un país que no tiene paz. Al comentar el pasaje evangélico en el cual Jesús calma la tempestad, el pontífice recordó que la fe comienza con el grito "Señor, sálvanos", la misma oración que rezan muchas personas "que viajan en las barcazas".

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "¡Que el Corazón de Cristo toque los corazones de todos y lleve la paz a Myanmar". Con un nuevo y sentido llamamiento, el Papa Francisco volvió a referirse hoy, desde la Plaza de San Pedro, a la tragedia de Myanmar, donde en los últimos días hasta las iglesias que han abierto sus puertas a los desplazados que huyen de la guerra fueron bombardeadas por el ejército. “Uno mi voz - dijo el Papa - a la de los obispos de Myanmar, que la semana pasada llamaron la atención del mundo entero sobre la desgarradora experiencia de miles de personas que en ese país se han visto desplazadas y están muriendo de hambre: «Nosotros suplicamos con la mayor gentileza que se permitan corredores humanitarios» y que «iglesias, pagodas, monasterios, mezquitas y templos, así como escuelas y hospitales» sean respetados como lugares neutrales de refugio".

El Papa rezó el Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico ante una Plaza de San Pedro donde una vez más pudieron reunirse unos pocos miles de fieles. Comentó el pasaje evangélico en el cual Jesús calma la tempestad - que casualmente la liturgia propone hoy, día que las Naciones Unidas dedica a los refugiados - y recordó que la fe comienza con el grito "Señor, sálvanos", la misma oración que hoy gritan en el mar muchísimas personas que vienen en barcazas.

Pero ese relato de Jesús que calma la tormenta -agregó el Papa Francisco- también nos habla de todas las veces que, como los apóstoles en la barca, nos hemos sentido "agobiados por las pruebas de la vida y le hemos gritado al Señor" preguntándole: "¿por qué te quedas en silencio y no haces nada por mi?". Tenemos la impresión de que nos hundimos "cuando estamos a merced de las olas persistentes de la angustia; o cuando nos sentimos abrumados por los problemas o perdidos en medio del mar de la vida. O también, en los momentos en que nos faltan fuerzas para seguir adelante porque no hay trabajo o un diagnóstico inesperado nos hace temer por nuestra salud o la de un ser querido”.

En esos momentos de tormenta - comentó el pontífice - corremos el riesgo de perder de vista lo más importante: "Aunque duerma, Jesús está en el barco, Jesús está allí y comparte con los suyos todo lo que está ocurriendo". El suyo es un sueño que “nos pone a prueba: Él está esperando que lo involucremos, que lo invoquemos, que lo pongamos en el centro de lo que estamos viviendo. Su sueño nos provoca a nosotros para que despertemos. Porque, para ser discípulos de Jesús, no basta creer que Dios está, que existe, sino que hay que involucrarse con Él y también hay que gritarle. Escuchen esto: hay que gritarle a Él”.

Exactamente eso, aferrarse a Jesús "para encontrar refugio contra las olas anómalas de la vida", es el comienzo de la fe”, explicó el Papa. Reconocer que solos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús. “La fe comienza - explicó el Papa - cuando nos damos cuenta de que no nos bastamos a nosotros mismos, cuando sentimos que necesitamos a Dios. Cuando vencemos la tentación  de encerrarnos en nosotros mismos, cuando superamos la falsa religiosidad que no quiere incomodar a Dios, cuando le gritamos a Él, Él puede obrar maravillas en nosotros. Es la fuerza mansa y extraordinaria de la oración, que realiza milagros”.

“¡Cuántas veces - concluyó - nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones! ¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de necesidad. Pidamos hoy la gracia de una fe que no se canse de buscar al Señor, de llamar a la puerta de su Corazón”.

Por último, al terminar la oración del Ángelus, volvió sobre el tema del Día Mundial del Refugiado y dijo: "Abramos nuestro corazón a los refugiados; hagamos nuestras sus tristezas y sus alegrías; ¡aprendamos de su valiente resiliencia! Y de esa manera, todos juntos, haremos crecer una comunidad más humana, una única gran familia”.

 

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