Papa: los diáconos son centinelas que ayudan a la comunidad a descubrir a Jesús en los pobres
En el encuentro con los diáconos permanentes de Roma, Francisco describió su perfil y sus tareas. No "medio sacerdotes", ni "monaguillos de lujo", sino personas dedicadas "al servicio" del pueblo de Dios, "disponibles" y "dóciles", abiertos pero humildes, "buenos esposos y buenos padres e incluso buenos abuelos".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Los diáconos no son "medio sacerdotes", ni "monaguillos de lujo", sino personas dedicadas "al servicio" del pueblo de Dios. Deben ser "disponibles" y "dóciles", abiertos pero humildes, “buenos esposos, buenos padres y también buenos abuelos” y “centinelas” que ayudan a la comunidad cristiana a “ver, en los pobres y en los que se han alejado, a Jesús llamando a nuestra puerta a través de ellos”. Eso dijo el Papa Francisco que espera de los diáconos de Roma y del mundo, aprovechando el encuentro de esta mañana con los diáconos permanentes de la diócesis de Roma y sus familias (en la foto).
Francisco habló del "ministerio del diácono" a partir de la Lumen gentium, según la cual "reciben la imposición de las manos «no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio»" (n. 29)”. “Esta diferencia no es menor. El diaconado, que en la concepción anterior se había reducido a un orden de paso hacia el sacerdocio, recupera así su lugar y su especificidad. El mero hecho de subrayar esta diferencia ayuda a superar el flagelo del clericalismo, que coloca a una casta de sacerdotes 'por encima' del Pueblo de Dios”. Siguiendo las indicaciones conciliares, se puede decir que el diaconado "nos conduce al centro del misterio de la Iglesia. Así como he hablado de una 'Iglesia constitutivamente misionera' y de una 'Iglesia constitutivamente sinodal', de la misma manera digo que deberíamos hablar de la 'Iglesia constitutivamente diaconal'. En efecto, si no se vive esta dimensión de servicio, todo ministerio se vacía por dentro, se vuelve estéril, no produce fruto. Y poco a poco se mundaniza”.
“Los diáconos, precisamente porque están dedicados al servicio de este Pueblo, recuerdan que en el cuerpo eclesial nadie puede elevarse por encima de los demás. En la Iglesia debe regir la lógica opuesta, la lógica del abajamiento. Todos estamos llamados a abajarnos, porque Jesús se abajó, se hizo siervo de todos. Si hay alguien grande en la Iglesia, es Él, que se hizo el más pequeño y el servidor de todos. Todo empieza desde aquí”.
“En definitiva, la espiritualidad diaconal, la espiritualidad del servicio, se podría resumir en unas pocas palabras: disponibilidad dentro y apertura fuera. Disponibles dentro, de corazón, dispuestos a decir sí, dóciles, sin hacer que la vida gire en torno a la propia agenda; y abiertos afuera, con la mirada puesta en todos, especialmente en los que se han quedado fuera, en los que se sienten excluidos. En cuanto a lo que espero de los diáconos de Roma, añadiré tres breves ideas más, que no van en la dirección de 'cosas que hacer', sino de dimensiones para cultivar. En primer lugar, espero que sean humildes. Es triste ver a un obispo o a un sacerdote que se pavonean, ¡pero es más triste todavía ver a un diácono que quiere ser el centro del mundo! Que todo el bien que hagan sea un secreto entre ustedes y Dios. Y así dará frutos”.
“En segundo lugar, espero que sean buenos esposos, buenos padres y buenos abuelos. Eso dará esperanza y consuelo a las parejas que atraviesan momentos de fatiga y que encontrarán en la genuina sencillez de ustedes una mano tendida. Podrán pensar: '¡Mira a nuestro diácono! ¡Es feliz de estar con los pobres, pero también con el párroco e incluso con sus hijos y su esposa!”. Y también con su suegra, es muy importante. Hagan todo con alegría, sin quejarse: ése es un testimonio que vale más que muchos sermones”.
“Por último, espero que sean centinelas: no solo que sepan divisar a los que están lejos y a los pobres - eso no es tan difícil - sino que ayuden a la comunidad cristiana a ver, en los pobres y en los que se han alejado, a Jesús que llama en nuestra puerta a través de ellos. Centinela, profetas que saben ver y ayudan a demás a ver a los pobres. ¿Pueden hacer propia esa hermosa imagen que está al final de los Evangelios, cuando Jesús pregunta desde lejos a los suyos: "¿Tienen algo de comer?" Y el discípulo amado lo reconoce y dice: "¡Es el Señor!" (Jn 21,5,7). De la misma manera reconozcan ustedes al Señor cuando, en tantos hermanos pequeños, Él les pide que le den de comer, que lo reciban y lo amen. Bueno, me gustaría que ese fuera el perfil de los diáconos de Roma y del mundo entero. Trabajen en eso”.
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