27/10/2013, 00.00
VATICANO
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Papa: las familias cristianas son misioneras; custodian la fe compartiéndola en el testimonio

El Papa Francisco indica a las familias la tarea de "conservar la fe" no aferrados en "posiciones defensivas", sino con " la acogida y la apertura a los otros. La invitación a rezar en familia el Padre Nuestro y el Rosario. La alegría en la familia está garantizada por el Señor [que] está cerca" y "escucha el grito de los humildes y los libra del mal". La pregunta "llevar a casa" es: ¿"como es la alegría en tu familia" ¡en tu casa?". La oración de la Presentación al templo, seguida del Ángelus. Cita en Filadelfia en septiembre de 2015, para el encuentro internacional de las familias.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- "Las familias cristianas son siempre misioneras"; son "la sal de la tierra y la luz del mundo"; "levadura para la sociedad" Ellas hacen todo esto custodiando la fe no "como un bien privado", sino compartiéndola 2con el testimonio", con la acogida, con la apertura a los otros"

El Papa Francisco con estas palabras dio la tarea a las familias cristianas, hablando a las 100 mil y más fieles presentes esta mañana en la plaza de S. Pedro para la misa de la jornada de la Familia, en ocasión del Año de la fe. Entre ellas, familias de todo el mundo y de diversas generaciones: mamás, papás, abuelos, nitos, bisnietos. Los presentes eran muchos más, dado que toda la Vía de la Conciliación estaba re-colmada de personas.

Después de la vigilia de ayer, caracterizada por un clima de fiesta y de entusiasmo, con danzas, cantos, globos, la misa de hoy daba indicaciones de la tarea de la familia, hoy en crisis por las presiones sociales y políticas sobre "los derechos individuales", sobre las parejas de hecho, sobre el control de la natalidad y la contracepción y además por el aborto, sobre los atentados económicos a la vida familiar.

El texto completo de la homilía es el siguiente:

"Las lecturas de este domingo nos invitan a meditar sobre algunas características fundamentales de la familia cristiana.

1. La primera: La familia que ora. El texto del Evangelio pone en evidencia dos modos de orar, uno falso - el del fariseo - y el otro auténtico - el del publicano. El fariseo encarna una actitud que no manifiesta la acción de gracias a Dios por sus beneficios y su misericordia, sino más bien la satisfacción de sí. El fariseo se siente justo, se siente en orden, y juzga a los demás desde lo alto de su pedestal. El publicano, por el contrario, no utiliza muchas palabras. Su oración es humilde, sobria, imbuida por la conciencia de su propia indignidad, de su propia miseria: este hombre se reconoce necesitado del perdón de Dios.

La del publicano es la oración del pobre, es la oración que agrada a Dios que, como dice la primera Lectura, «sube hasta las nubes» (Si 35,16), mientras que la del fariseo está marcada por el peso de la vanidad.

A la luz de está Palabra, quisiera preguntarles a ustedes, queridas familias: ¿Rezan alguna vez en familia? Algunos sí, lo sé. Pero muchos me dicen: ¿Cómo se hace? La oración es algo personal, y además nunca se encuentra el momento oportuno, tranquilo... Sí, es verdad, pero es también cuestión de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios, como el publicano. Y se requiere sencillez. Rezar juntos el "Padrenuestro", alrededor de la mesa, se puede hacer. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y rezar el uno por el otro.

2. La segunda Lectura nos sugiere otro aspecto: la familia conserva la fe. El apóstol Pablo, al final de su vida, hace un balance fundamental: «He conservado la fe» (2 Tm 4,7) ¿Cómo la conservó? No en una caja fuerte. No la escondió bajo tierra, como aquel siervo perezoso. San Pablo compara su vida con una batalla y con una carrera. Ha conservado la fe porque no se ha limitado a defenderla, sino que la ha anunciado, irradiado, la ha llevado lejos. Se ha opuesto decididamente a quienes querían conservar, «embalsamar» el mensaje de Cristo dentro de los confines de Palestina. Por esto ha hecho opciones valientes, ha ido a territorios hostiles, he aceptado el reto de los alejados, de culturas diversas, ha hablado francamente, sin miedo. San Pablo ha conservado la fe porque, así como la había recibido, la ha dado, yendo a las periferias, sin atrincherarse en actitudes defensivas.

También aquí, nos podemos preguntar: ¿De qué manera conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos para nosotros, en nuestra familia, como un bien privado, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás? Todos sabemos que las familias, especialmente las más jóvenes, van con frecuencia «a la carrera», muy ocupadas; pero ¿han pensado alguna vez que esta «carrera» puede ser también la carrera de la fe? Las familias cristianas son familias misioneras, en la vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, poniendo en todo la sal y la levadura de la fe.

3. Un último aspecto encontramos de la Palabra de Dios: la familia que vive la alegría. En el Salmo responsorial se encuentra esta expresión: «Los humildes lo escuchen y se alegren» (33,3). Todo este Salmo es un himno al Señor, fuente de alegría y de paz. Y ¿cuál es el motivo de esta alegría? Es éste: El Señor está cerca, escucha el grito de los humildes y los libra del mal. Lo escribía también San Pablo: «Alegraos siempre... el Señor está cerca» (Flp 4,4-5).

Queridas familias, ustedes lo saben bien: la verdadera alegría que se disfruta en familia no es algo superficial, no viene de las cosas, de las circunstancias favorables... la verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenerse mutuamente el camino de la vida. A la base de este sentimiento de alegría profunda está la presencia de Dios en la familia, está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Sólo Dios sabe crear la armonía de las diferencias. Si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para la sociedad.

Queridas familias, vivan siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret. ¡La alegría y la paz del Señor esté siempre con ustedes!".

 

Casi al finalizar la misa, el papa Francisco se dirigió hacia el ícono de la Presentación en el templo, sobre la izquierda del altar y recitó esta oración:

"Jesús, María y José, Santa Familia, hoy dirigimos a ustedes la mirada con admiración y confianza; en ustedes contemplamos la belleza de la comunión en el amor verdadero; a ustedes encomendamos todas nuestras familias, porque en ellas se renueven las maravillas de la gracia.

Santa Familia de Nazaret, escuela del Santo Evangelio: enséñanos a imitar tus virtudes con una sabia disciplina espiritual, dónanos una mirada límpida que sepa reconocer la obra de la Providencia en las realidades cotidianas de la vida. 
 


Santa Familia de Nazaret, custodia fiel del misterio de la salvación: haz renacer en nosotros el amor al silencio, haz que nuestras familias sean cenáculos de oración y transfórmalas en pequeñas Iglesias domésticas, renueva el deseo de santidad, sostén la noble fatiga del trabajo, de la educación, de la recíproca comprensión y del perdón.

Santa Familia de Nazaret, despierta en la sociedad la conciencia del carácter sagrado e inviolable de la familia, bien inestimable e insustituible. Cada familia sea demora acogedora de bondad y de paz para los niños y los ancianos, para quien esté enfermo y solo, para quien es pobre y necesitado.
 


Jesús, María y José a ustedes con confianza les pedimos, a ustedes con alegría nos confiamos".


Al final de la oración, el Papa incensó el ícono que, como se explicó ayer, tiene las tres generaciones de fieles: Jesús, los padres de Jesús y los ancianos Simeón y Ana.

Antes de la conclusión, el Papa Francisco recitó el Ángelus con todos los peregrinos. Invitando a los fieles, dijo: "Con esta plegaria invocamos la protección materna de María para las familias del mundo entero, en modo particular para aquellas que viven situaciones de mayor dificultad. Marí, Reina de la familia, ¡ruega por nosotros!".

E invitó a todos a repetir por tres veces la invocación.

Mons. Vicente Paglia, presidente del pontificio concejo para la familia, dio cita en Filadelfia en septiembre 2015 para el encuentro internacional de las Familias.

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