Papa: las divisiones y el dinero son las armas que tiene el diablo para destruir a la Iglesia
Recibiendo a los obispos que participan en el seminario de actualización, organizado por la Congregación para la evangelización de los pueblos, Francisco recomienda estar vigilantes para que todo lo que se ponga en acto para la evangelización y las diversas actividades pastorales “no sea dañado o se torne vano por las divisiones presentes o que puedan llegar a generarse”. “El diablo entra por los bolsillos y destruye con la lengua, con las habladurías que dividen, y la costumbre de chismorrear es un hábito de terrorismo”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Las divisiones y el dinero son las armas que tiene el diablo para destruir a la Iglesia. Esto otorga a los obispos la responsabilidad de luchar contra estas realidades y contra las “habladurías” que a menudo alimentan los contrastes. Fue lo que recomendó el Papa en las palabras que dirigió a los participantes en el seminario de actualización para los obispos de los territorios de misión, organizado por la Congregación para la evangelización de los pueblos, recibidos en la Sala Clementina, en el Vaticano.
“Cada uno de ustedes –dijo Francisco- fue puesto como Pastor en su diócesis para gobernar la Iglesia de Dios en el nombre del Padre, del cual vuelven presente la imagen; en el nombre de Jesucristo Su Hijo, del cual han sido constituidos maestros, sacerdotes y guías; en el nombre del Espíritu Santo, que da vida a la Iglesia (cfr Exhortación Apostólica post-sinodal Pastores gregis, 7). Los lugares de los cuales ustedes provienen son diversos y distantes entre sí, y pertenecen a la gran constelación de los llamados “territorios de misión”. Por lo tanto, cada uno de ustedes tiene el gran privilegio y al mismo tiempo la responsabilidad de estar a la vanguardia de la evangelización. A imagen del Buen Pastor, son enviados a cuidar del rebaño y a estar cerca de las ovejas, especialmente de aquellas alejadas o extraviadas; a buscar también nuevas modalidades para el anuncio, para ir al encuentro de las personas; a ayudar a crecer en la fe a quien ha recibido el don del Bautismo, para que los creyentes, incluso aquellos que son “tibios” o no practicantes, descubran nuevamente la alegría de la fe y una fecundidad evangelizadora (cfr Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 11). Por eso, los aliento a ir al encuentro incluso de aquellas ovejas que aún no pertenecen al redil de Cristo: efectivamente, « la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado » (ibid., 14)”.
“En la obra misionera pueden valerse de diversos colaboradores. Muchos fieles laicos, sumergidos en un mundo marcado por contradicciones e injusticias, están disponibles para buscar al Señor y dar testimonio de Él. Compete ante todo al Obispo alentar, acompañar y estimular a todos en los intentos y esfuerzos que ya se hacen para mantener viva la esperanza y la fe. Las Iglesias jóvenes, de las cuales ustedes son Pastores, se caracterizan por la presencia de un clero local que a veces es numeroso, a veces escaso o incluso exiguo. En cualquier caso, los invito a prestar atención a la preparación de los presbíteros en los años de Seminario, sin dejar de acompañarlos en la formación permanente luego de la Ordenación. Sepan ofrecerles un ejemplo concreto y tangible. En la medida de lo posible, traten de participar con ellos en los principales momentos formativos, cuidando siempre, al mismo tiempo, de la dimensión personal. No se olviden de que el prójimo más próximo al Obispo es el presbiterio. Cada presbítero debe sentir la cercanía de su Obispo. Cuando un obispo recibe una llamada telefónica del presbítero o llega una carta suya, ¡responde rápido! ¡Rápido! El mismo día, si es posible. Pero esa cercanía debe comenzar en el seminario, en la formación, y continuar. El prójimo más próximo del Obispo es el presbítero”.
“El dinamismo del sacramento del Orden, la vocación misma y la misión episcopal, así como el deber de seguir atentamente los problemas y las cuestiones concretas de la sociedad a evangelizar, piden a todo Obispo tender hacia la plenitud de la madurez de Cristo (cfr Ef 4,13). Que también, a través del testimonio de la propia madurez humana, espiritual e intelectual, centrada en la caridad pastoral, resplandezca, cada vez más claramente en vosotros la caridad de Cristo y la solicitud de la Iglesia para con todos los hombres”.
“Estén atentamente vigilantes para que todo aquellos que se pone en acto para la evangelización, y las diversas actividades pastorales de las cuales ustedes son promotores, no sea dañado o se torne vano por las divisiones presentes o que puedan llegar a generarse. Las divisiones son el arma que el diablo tiene más a mano para destruir a la Iglesia desde dentro. Tiene dos armas, pero la principal es la división; la otra es el dinero. El diablo entra por los bolsillo y destruye con la lengua, con las habladurías que dividen, y la costumbre de chismorrear es una costumbre de terrorismo. El chismoso es un terrorista que arroja la bomba –el chisme- para destruir. Por favor, luchen contra las divisiones, porque es una de las armas que tiene el diablo para destruir a la Iglesia local y a la Iglesia universal. En particular, las diferencias debidas a las distintas etnias presentes en un mismo territorio no deben penetrar en las comunidades cristianas hasta llegar a prevalecer por encima de su bien. La Iglesia está llamada a saber ponerse siempre por encima de las connotaciones tribales-culturales, y el Obispo, visible principio de la unidad, tiene la tarea de edificar incesantemente la Iglesia particular, en la comunión de todos sus miembros”.