Papa: las comunidades cristianas deben vivir en “armonía”, no en “tranquilidad”
La primera es “una gracia interior que sólo puede conceder el Espíritu Santo”, la segunda es una armonía “negociada”, “hipócrita”, es la cual es fuerte el lugar del dinero. “Cuando hay armonía en la Iglesia, en la comunidad, hay coraje, el coraje de dar testimonio del Señor Resucitado”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La armonía no ha de ser confundida con la tranquilidad: la primera es “una gracia interior que sólo puede conceder el Espíritu Santo”, y que debería reinar en una comunidad cristiana, la segunda es una armonía “negociada”, “hipócrita”, en la cual es fuerte el lugar del dinero. Fue lo que dijo el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en la Casa Santa Marta, tomando como punto de partida el pasaje de los Hechos de los Apóstoles, en el cual Bernabé vende su campo y entrega a los Apóstoles lo recaudado.
“Nosotros – dijo – podemos hacer acuerdos, una cierta paz… pero la armonía es una gracia interior que sólo puede conceder el Espíritu Santo. Y estas comunidades, vivían en armonía. Y los signos de la armonía son dos: nadie tiene necesidad, es decir, todo era en común. ¿En qué sentido? Tenían un solo corazón, una sola alma y nadie consideraba como su propiedad aquello que le pertenecía, sino que entre ellos todo era puesto en común. De hecho, ninguno entre ellos era necesitado. La verdadera ‘armonía’ del Espíritu Santo tiene una relación muy fuerte con el dinero: el dinero es enemigo de la armonía, el dinero es egoísta. Y por esto, el signo que da es que todos daban lo suyo para que no hubiera necesitados”.
Pero luego del ejemplo ofrecido por Bernabé, los versículos que siguen inmediatamente, no comprendidos en la lectura, ofrecen otro episodio opuesto al primero; el de Ananías y Safira, una pareja que finge dar todo cuanto ha ganado con la venta de un campo, pero en realidad retiene para sí una parte del dinero –elección que tendrá para ellos un precio amarguísimo, la muerte. Dios y el dinero son dos amos “cuyo servicio es irreconciliable”, repite Francisco, que inmediatamente después aclara que incluso un obispo podría errar en el concepto de “armonía”. No ha de ser confundida, afirma, con la “tranquilidad”. “Una comunidad puede ser muy tranquila, ir bien: las cosas van bien. Pero no está en armonía. Una vez escuché decir a un obispo una cosa sabia: “En la diócesis hay tranquilidad. Pero si tú tocas este problema… o este problema… o este problema, enseguida estalla la guerra’. Una armonía negociada, sería esa y esta no es la del Espíritu Santo. Es una armonía –digamos- hipócrita, como la de Ananías y Safira, con lo que hicieron”.
Francesco concluyó invitando a la relectura de los Hechos de los Apóstoles sobre los primeros cristianos y su vida en común. “Nos hará bien” para entender cómo testimoniar la novedad en todos los ambientes en que se vive. Sabiendo que, como para la armonía, también en el empeño del anuncio se comprende el signo de otro don: “La armonía del Espíritu Santo nos da esta generosidad de no tener nada como propio, mientras haya un necesitado. La armonía del Espíritu Santo nos da una segunda actitud: ‘Con gran fuerza, los Apóstoles daban testimonio de la Resurrección del Señor Jesús, y todos gozaban de gran favor’, es decir el coraje. Cuando hay armonía en la Iglesia, en la comunidad, hay coraje, el coraje de dar testimonio del Señor Resucitado”.