Papa: la política no apoya ni sostiene a la familia, que para la Iglesia es una de las “redes” más importantes para “pescar”
Ciudad del vaticano (AsiaNews)- La familia, a la cual la política no da el debido peso ya poyo hoy es una de las “redes” más importantes que la Iglesia tiene para “pescar”. Una red que no hace prisioneros, sino que “libera de las aguas malas del abandono y de la indiferencia” y “pueda el entusiasmo de los Padres sinodales, animados por el Espíritu santo, fomentar el lanzamiento de una Iglesia que abandona las viejas redes y vuelve a pescar confiando en la palabra de su Señor”. El Papa Francisco desde hoy y por toda la duración del Sínodo sobre la familia dedica las catequesis de la audiencia general a “algunos aspectos de la relación- que podemos bien decir ¡indisoluble!- entre la Iglesia y la familia”.
“La familia que camina en la vía del Señor- dijo a las treinta mil personas presentes en la plaza de S. Pedro, entre las cuales pasó por largo tiempo dando vueltas con la jeep blanca- es fundamental en el testimonio del amor de Dios y merece por lo tanto toda la decisión de la cual la iglesia es capaz. El Sínodo está llamado a interpretar, por hoy, esta solicitud y este cuidado de la Iglesia”.
“Una mirada atenta a la vida cotidiana de los hombres y de las mujeres de hoy muestra inmediatamente la necesidad que hay por todos lados de una robusta inyección de espíritu familiar. De hecho, el estilo de las relaciones- civiles, económicos, jurídicos, profesionales, de ciudadanía- aparece muy racional, formal, organizado, pero también muy “deshidratado”, árido, anónimo. A veces se vuelve insoportable. Si bien quiere ser inclusivo en sus formas, en la realidad abandona a la solicitud y al descarte un número siempre mayor de personas. Es así que la familia abre para la entera sociedad una perspectiva siempre más humana: abre los ojos de sus hijos a la vida- y no sólo la mirada, sino también todos los otros sentidos- representando una visión de la relación humana edificado en la libre alianza de amor. La familia introduce a la necesidad de los ligámenes de fidelidad, sinceridad, confianza, cooperación, respeto: alienta a proyectar un mundo habitable y a creer en las relaciones de confianza, también en condiciones difíciles; enseña a honrar la palabra dada, el respeto por los individuos, el compartir los límites personales y de los otros. Y todos estamos conscientes de la irremplazabilidad de la atención familiar hacia familiar hacia los miembros más pequeños, los más vulnerables, más heridos y hasta más desarmados en las conductas de sus vidas. En la sociedad, quien practica estas actitudes, los ha asimilado del espíritu familiar, no ciertamente de la competición y del deseo de auto-realización.
“Y bien, si bien sabiendo todo esto, no se le da a la familia el debido peso, reconocimiento y apoyo en la organización política y económica de la sociedad contemporánea. Quisiera decir algo más: la familia no sólo no tiene reconocimiento adecuado, pero ¡no genera más aprendizaje! A veces habría que decir que, con toda su ciencia y su técnica, la sociedad moderna no está todavía en grado de traducir estos conocimientos en formas mejores de convivencia civil. No sólo la organización de la vida común se encalla siempre más en una burocracia del todo extraña a los ligámenes humanos fundamentales, sino, es más, las costumbres sociales y políticas muestran a menudo signos de degradación, agresividad, vulgaridad, desprecio…,que están muy por debajo del límite de una educación familiar aunque sea mínima. En tal coyuntura, los extremos opuestos de este embrutecimiento de las relaciones- o sea el embotamiento tecnocrático y el familismo amoral-se conjugan y se alimenta mutuamente. Es una paradoja”.
“La Iglesia individua hoy, en este punto exacto, el sentido histórico de su misión respecto a la familia y del auténtico espíritu familiar: comenzando de una atenta revisión de vida, que se refiere a sí misma. Se podría decir que el “espíritu familiar” es una carta constitucional para la iglesia: así el cristianismo debe aparecer y así debe aparecer y así debe ser. Está escrito en clara letras: “Vosotros que un tiempo estaban lejos- dice S. Pablo[...] no sois más extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santo y familiares de Dios” (Ef. 2,19). La Iglesia es y debe ser la familia de Dios. Jesús, cuando llamó a Pedro a que los siga, le dijo que lo habría convertido en pescador de hombres; y por esto se necesitan un nuevo tipo de redes. Podíamos decir que hoy las familias son una de las redes más importantes para la misión de Pedro en la Iglesia. ¡Esta no es una red que crea prisioneros! Por el contrario, libera de las sucias aguas del abandono y de la indiferencia. Las familias saben bien que es la dignidad del sentirse hijos y no esclavos o extraños, o sólo un número de carta de identidad”.
“De aquí, de la familia, Jesús reinicia su paso entre los seres humanos para persuadirlos que Dios no los ha olvidado. De aquí Pedro toma vigor para su ministerio. De aquí la Iglesia, obedeciendo a la palabra del Maestro, va a pescar mar adentro, segura que si esto sucede, la pesca será milagrosa”.
“Pueda el entusiasmo de los Padres sinodales, animados por el Espíritu santo, fomentar el ímpetu de una Iglesia que abandona las viejas redes y reinicia a pescar confiando en la palabra de su Señor. ¡Recemos intensamente por esto! Cristo, por otro lado prometió y nos alienta: si hasta los malos padres no rechazan el pan a los hijos hambrientos, imaginémonos si Dios no dará el Espíritu a aquellos que- si bien imperfectos como son- lo piden con apasionada insistencia (Cfr. Lc 11,9-13)!
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