Papa: la fe en el Espíritu Santo nos abre a la vida eterna

Comentario de Francisco en la audiencia general a las palabras del Credo sobre la tercera persona de la Trinidad. Nuevo llamamiento a seguir «rezando y luchando por la paz». La memoria del beato Jerzy Popiełuszko asesinado por el régimen comunista hace 40 años en Polonia: «Enseñó a vencer el mal con el bien».

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Es la fe en el Espíritu Santo la que libera al creyente del vacío de la muerte y de la injusticia sin redención. Lo dijo hoy el Papa Francisco dirigiéndose a los fieles durante la audiencia general de los miércoles celebrada en la Plaza de San Pedro.

Continuando con el ciclo de catequesis dedicado al Espíritu Santo, hoy el pontífice se detuvo en el versículo del Credo en el que se proclama la fe en la tercera persona de la Trinidad. «Pasamos de lo que se nos ha revelado sobre el Espíritu Santo en la Sagrada Escritura a cómo está presente y actúa en la vida de la Iglesia», dijo.

Francisco recordó cómo en los tres primeros siglos la Iglesia no sintió la necesidad de dar una formulación explícita de su fe en el Espíritu Santo. Tanto es así que en el Símbolo Apostólico, cuyo 1700 aniversario se cumple el próximo año, dice: «Creo en el Espíritu Santo», sin ninguna especificación. «Fue la herejía -explicó el Papa- la que empujó entonces a la Iglesia a especificar esta fe suya. Y esto sucedió en el Concilio Ecuménico de Constantinopla en 381, que definió la divinidad del Espíritu Santo con las palabras que todavía hoy repetimos en el Credo.

«La afirmación más fuerte es que a Él se debe la misma gloria y adoración que al Padre y al Hijo. Es el argumento de la igualdad en el honor, querido por san Basilio el Grande, que fue el principal creador de esa fórmula», recordó el pontífice, evocando también las discusiones entre Oriente y Occidente sobre la traducción latina de la palabra “Filioque”. «Ha sido el motivo (o el pretexto) de tantas disputas y divisiones que no es el caso tratar aquí», también porque “esta cuestión, en el clima de diálogo establecido entre las dos Iglesias, ha perdido la dureza del pasado y permite esperar una plena aceptación recíproca, como una de las principales diferencias reconciliadas”.

Pero más allá de este escollo, la idea más importante que proclama este artículo del Credo es que «el Espíritu Santo da la vida». «Al principio, en la creación, el soplo de Dios da a Adán la vida natural; de una estatua de barro, lo convierte en un ser vivo -comentó Francisco-. Ahora, en la nueva creación, el Espíritu Santo es quien da a los creyentes la vida nueva, la vida de Cristo, la vida sobrenatural, como hijos de Dios». Y «la gran y consoladora noticia para nosotros» es que se trata de «vida eterna». «La fe nos libera del horror de tener que admitir que todo termina aquí, que no hay redención para el sufrimiento y la injusticia que reinan en la tierra».

«Cultivemos esta fe -concluyó Francisco- también por aquellos que, a menudo sin culpa, están privados de ella y no pueden encontrar sentido a la vida. Y no olvidemos dar gracias a Aquel que, con su muerte, nos obtuvo este don inestimable».

En su saludo a los fieles, el Papa recordó a san Ignacio de Antioquía, gran figura del Oriente cristiano, cuya fiesta litúrgica se celebra mañana: «que su ejemplo -dijo- ayude a todos a redescubrir la alegría de ser cristianos». Y no olvidemos -añadió- a los países en guerra: la atormentada Ucrania, Palestina, Israel, Myanmar. No olvidemos que la guerra es siempre una derrota y recemos y luchemos por la paz».

En sus saludos en polaco, Francisco recordó también el testimonio del beato Jerzy Popiełuszko, sacerdote asesinado hace 40 años por el régimen comunista en Polonia y al que se recuerda estos días en Roma en una conferencia. «Que este beato, que enseñó a vencer el mal con el bien -dijo-, les apoye en la construcción de la unidad en el espíritu de la verdad y del respeto de la dignidad de la persona humana».

Por último, también dirigió un saludo a los participantes en la convención mundial de Radio María, exhortándoles a «difundir los valores de fraternidad y solidaridad haciéndose eco de la vida de la Iglesia».