Papa: la doctrina no se conserva en naftalina, es una realidad viva que progresa
Al intervenir en el encuentro por el 25° aniversario del Catecismo, Francisco dijo que. “No es suficiente con encontrar un lenguaje nuevo para hablar de la fe de siempre; es necesario y urgente que ante los nuevos desafíos y perspectivas que se abren para la humanidad, la Iglesia pueda expresar las novedades del Evangelio de Cristo que, si bien están encerradas en la Palabra de Dios, aún no han salido a la luz”. La pena de muerte es “inadmisible”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “La Tradición es una realidad viva, y solo una visión parcial puede pensar en el “depósito de la fe” como en algo estático, mientras que, en cambio, "es una realidad dinámica, que está siempre viva, que progresa y crece porque tiende a un cumplimiento que los hombres no pueden detener". El encuentro promovido por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, realizado en el Aula del Sínodo, en ocasión del 25° aniversario de la Constitución apostólica “Fidei Depositum”, que acompañaba la edición del Catecismo de la Iglesia católica, dio ocasión al Papa Francisco para reafirmar su visión sobre la relación entre tradición y actualidad en la Iglesia.
Al intervenir anoche en el encuentro promovido por el Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización, Francisco también expresó de una manera más explícita que nunca su "no" a la pena de muerte, tanto porque una vida humana "es siempre sagrada a los ojos del Creador, y de la cual sólo Dios, en última instancia, es el verdadero juez y garante", como porque la misma daña duramente la dignidad humana".
La intervención de Francisco partió de cuanto el Papa Juan XXIII dijo en su discurso de apertura del Concilio, el 11 de octubre de 1962: “Es necesario que la Iglesia no se separe del sagrado patrimonio de las verdades recibidas de los padres; pero, al mismo tiempo, debe mirar también al presente, a las nuevas condiciones y formas de vida que han abierto nuevos caminos al apostolado católico”.
“Custodiar” y “proseguir”, -continuó Francisco- es cuánto compete a la iglesia por su misma naturaleza, para que la verdad, impresa en el anuncio del Evangelio por parte de Jesús, alcance su plenitud hasta el fin de los siglos. Es esta la gracia que fue concedida al Pueblo de Dios, pero al mismo tiempo es una tarea y una misión sobre la cual tenemos una responsabilidad, para anunciar a nuestros contemporáneos, de un modo nuevo y más completo, el Evangelio de siempre”.
“Al presentar el Catecismo de la Iglesia Católica, agregó, san Juan Pablo II sostenía que "éste debe tener en cuenta las explicitaciones de la doctrina que a lo largo del tiempo el Espíritu ha sugerido a la Iglesia”. “Es necesario, además, que ayude a iluminar con la luz de la fe las nuevas situaciones y los problemas que en el pasado no habían surgido todavía” (Const. Ap. “Fidei Depositum”, 3). “Este Catecismo, por lo tanto constituye un instrumento importante no solo porque presenta a los creyentes la enseñanza de siempre, de modo de crecer en la compresión de la fe, sino también y sobre todo, porque quiere acercarse a nuestros contemporáneos con sus nuevas y diversas problemáticas; a la Iglesia, comprometida en presentar la fe como respuesta significativa para la existencia humana. Es necesario y urgente que, frente a los nuevos desafíos y perspectivas que se abren para la humanidad, la Iglesia pueda expresar la novedad del Evangelio de Cristo que, encerrada en la Palabra de Dios, no ha salido todavía a la luz. Es ese tesoro de 'cosas antiguas y nuevas' del que hablaba Jesús, cuando invitaba a sus discípulos a enseñar la novedad traída por él, pero sin omitir lo antiguo (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 25)”.
La pena de muerte es contraria al Evangelio
“En este horizonte de pensamiento me gustaría referirme a un tema que debiera encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un espacio más adecuado y coherente con estas finalidades expresadas. Pienso, en efecto, en la pena de muerte”. El “progreso en la doctrina, por obra de los últimos Pontífices” y la “transformada conciencia del pueblo cristiano, que rechaza una actitud tendiente a habilitar una pena que daña duramente la dignidad humana” llevan a Francisco a “afirman con fuerza que la condena a la pena de muerte es un medida inhumana que humilla, de cualquier modo sea perseguida, la dignidad personal. Es en sí misma contraria al Evangelio, porque se decide voluntariamente suprimir una vida humana, que es siempre sagrada a los ojos del Creador y de la cual sólo Dios, en última instancia, es verdadero juez y garante”. Y, por último, “porque Dios es un Padre que siempre espera el retorno del hijo, el cual, sabiendo que se equivocó, pide perdón y comienza una vida nueva. Por lo tanto, a nadie puede quitársele, no sólo la vida, sino la misma posibilidad de un rescate moral y existencial, que pueda regresar en favor de la comunidad”. A propósito de la pena de muerte, Francisco ha recordado que en el pasado, la misma incluso era aplicada en el Estado pontificio. “Asumamos las responsabilidades del pasado, y reconozcamos que aquellos medios eran dictados por una mentalidad más legalista que cristiana. La preocupación de conservar íntegramente los poderes y las riquezas materiales había llevado a subestimar el valor de la ley, impidiendo ahondar en profundidad en la comprensión del Evangelio. Sin embargo, permanecer neutrales en la actualidad, frente a las nuevas exigencias para la reafirmación de la dignidad personal, nos volvería más culpables”.
La actitud transformada, en relación a la pena de muerte, ejemplifica cómo “el desarrollo armónico de la doctrina requiere dejar a un lado las tomas de posición en defensa de argumentos que ya aparecen como decididamente contrarios a la nueva comprensión de la verdad cristiana”. “La Tradición es una realidad vida, y sólo una visión parcial puede pensar en el ‘depósito de la fe’ como en algo estático. ¡La Palabra de Dios no puede ser conservada en naftalina, como si se tratase de una frazada vieja que debe ser protegida contra los parásitos! No. La Palabra de Dios es una realidad dinámica, que está siempre viva, que progresa y crece porque tiende a un cumplimiento que los hombres no pueden detener”. “No se puede conservar la doctrina sin hacer que ésta progrese, y tampoco puede ser atada a una lectura rígida e inmutable, menospreciando la acción del Espíritu Santo. «Dios, que muchas veces y de diversos modos habló a los padres en los tiempos antiguos» (Heb 1,1), «no cesa de hablar con la Esposa de Su Hijo » (Dei Verbum, 8). Estamos llamados a hacer nuestra esta voz, con una actitud de «religiosa escucha» (ibid., 1), para permitir a nuestra existencia eclesial progresar con el mismo entusiasmo de los inicios, hacia nuevos horizontes que el Señor tiene intención de hacernos alcanzar”.
17/12/2016 13:14
25/07/2022 11:52