“Muchas veces la sociedad, mediante decisiones legalistas e inhumanas, justificadas por una presunta búsqueda del bien y de la seguridad, cerca del aislamiento y en la detención de quien obra contra las normas sociales, la solución última a los problemas de la vida de comunidad”. Pero nadie puede cambiar la propia vida si no se ve un horizonte, también cuando la pena es perpetua.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) –La cárcel no debería más ser manifestación de la “cultura del descarte”, lugar de sola marginación, expresión de la elección de reprimir en vez de aducar y ofrecer oportunidades de rescate a quien se ha equivocado. Volvió a afirmarlo el Papa Francisco que recibió hoy a los participantes del encuentro internacional para los responsables regionales y nacionales de la pastoral carcelaria. 

Capellanes provenientes de América Latina, EEUU, Europa, África y Oceanía a los cuales, refiriéndose a la realidad carcelaria, el Papa afirmó que nadie puede cambiar la propia vida si no se ve un horizonte, también cuando la pena es perpetua.

Analizando la realidad de las cárceles de muchos países, Francisco sostubo luego que “muchas veces la sociedad, mediante decisiones legalistas e inhumanas, justificadas por una presunta búsqueda del bien y de la seguridad, cerca del aislamiento y en la detención de quien obra contra las normas sociales, la solución última a los problemas de la vida de comunidad”. Así se justifica el hecho que se destinen grandes cantidades de recursos públicos para reprimir a los transgresores, en vez de buscar realmente la promoción de un desarrollo integral de las personas se reduzcan las circunstancias que favorecen la realización de acciones ilícitas. Es más fácil reprimir que educar, negar la injusticia presente en la sociedad y crear nuevos espacios para encerrar en el olvido a los transfresores, que ofrecer pares oportunidades de desarrollo a todos los ciudadanos. 

Los lugares de detención deberían en cambio “promover procesos de reinsersión”, garantizar “oportunidades de desarrollo, educación, trabajo digno, acceso a la salud” generando “espacios públicos de participación cívica” para los cuales debería tener “recursos suficientes” que en cambio no tienen. Por todo esto es necesario un cambio de mentalidad para ver ante todo como personas a aquellos que cometen delitos. “Hoy, en modo particular, nuestras sociedades están llamadas a superar la estigmatización de quien cometió un error ya que, en vez de usar una ayuda y los recursos adecuados para vivir una vida digna. estamos acostumbrados a descartar más bien que considerar los esfuerzos que la persona cumple para recambiar el amor de Dios en su vida. Muchas veces, salida de la cárcel la persona se debe confrontar con un mundo que le es extraño y que además no la reconoce digna de confianza, llegando hasta excluirla de la posibilidad de recuperar el pleno ejercicio de su dignidad, estas quedan de nuevo expuestas a los peligros que acompañan la falta de oportunidades de desarrollo, en medio de la violencia y a la inseguridad”.

Como comunidades cristianas, es la invitación del Papa, debemos ponernos esta pregunta: “si éstos hermanos y hermanas han descontado la pena por el mal cometido, ¿por qué se pone sobre sus espaldas un nuevo castigo social con el rechazo y la indiferencia”?”En muchas ocasiones esta aversión social es un motivo para exponerlos a recaer en los mismo errores”. Recordando al final que las Iglesias locales acompañan pastoralmente con numerosas iniciativas a los detenidos, el Papa auspició que el amor del Señor aumente “el ministerio de esperanza” en las cárceles.

 

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