Papa: integrar pueblos, modelos de desarrollo, cuerpo y alma
A 50 años de lo enunciado por Pablo VI, que en la Populorum Progressio afirmaba el principio del desarrollo humano integral, que puede ser sintetizado en el “desarrollo de cada hombre y de todo el hombre”, la integración sigue siendo la clave del desarrollo.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – A 50 años de lo enunciado por Pablo VI, que en la Populorum Progressio afirmaba el principio del desarrollo humano integral, que puede ser sintetizado en el “desarrollo de cada hombre y de todo el hombre”, la integración sigue siendo la clave del desarrollo: integrar a los pueblos, la dimensión personal y la comunitaria, los modelos de desarrollo social, cuerpo y alma. Es lo que ha subrayado el Papa Francisco, que ha recibido a los participantes en el convenio promovido por el Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral, al cumplirse el 50mo aniversario de la “Populorum progressio”, y que se concluye hoy.
“Se trata – afirmó Francisco- de integrar los diversos pueblos de la tierra. El deber de la solidaridad nos obliga a buscar modalidades justas en el compartir, para que no exista esa dramática desigualdad entre quienes tienen demasiado y los que no tienen nada, entre el que descarta y el que es descartado. Sólo el camino de la integración entre los pueblos permite a la humanidad un futuro de paz y de esperanza”.
“Se trata de ofrecer modelos viables de integración social. Todos tienen una contribución que dar al conjunto de la sociedad, todos tienen una particularidad que puede servir para la vida en común, nadie está excluido de aportar algo para el bien de todos. Esto es, al mismo tiempo, un derecho y un deber. Es el principio de la subsidiariedad que ha de garantizar la necesidad del aporte de todos, tanto como individuos y como grupos, si queremos crear una convivencia humana abierta a todos”.
“Además, se trata de integrar en el desarrollo todos esos elementos que lo vuelven realmente tal. Los diversos sistemas: la economía, las finanzas, el trabajo, la cultura, la vida familiar, la religión son, cada uno en su ámbito específico, un momento irrenunciable de este crecimiento. Ninguno de éstos puede arrogare el hecho de ser absoluto y ninguno de éstos puede ser excluido de la conexión que tiene en pos del desarrollo humano integral, por ende, ha de tener en cuenta que la vida humana es como una orquesta que suena bien sólo si los distintos instrumentos están de acuerdo y siguen una partitura que es compartida por todos”.
“Se trata, entonces, de integrar la dimensión individual y la comunitaria. Es innegable que somos hijos de una cultura, por lo menos en el mundo occidental, que ha exaltado al individuo hasta hacer del mismo una isla, casi como si se pudiera ser feliz solo. Por otro lado, no faltan las visiones ideológicas y los poderes políticos que han aplastado a la persona, que la han masificado y la han privado de esa libertad sin la cual el hombre ya no se siente más hombre. También hay poderes económicos que tienen interés en perpetrar dicha masificación, puesto que quieren sacar partido de la globalización, en lugar de favorecer una mayor compartición entre los hombres, y esto, simplemente, para imponer un mercado global del cual ellos mismos son quienes han de dictar las reglas y obtener los beneficios. El yo y la comunidad no compiten entre sí, dado que el yo sólo puede madurar en presencia de relaciones interpersonales auténticas, y la comunidad es generadora cuando también lo son todos y cada uno de los miembros que la componen. Esto vale tanto más para la familia, que es la primera célula de la sociedad en la cual se aprende a vivir juntos”.
“Se trata en definitiva de integrar cuerpo y alma. Pablo VI ya escribió que el desarrollo no se reduce a un mero crecimiento económico (cfr n. 14); el desarrollo no consiste en tener cada vez más bienes a disposición, para un bienestar solamente material. Integrar cuerpo y alma significa también que ninguna obra de desarrollo podrá alcanzar realmente su objetivo si no respeta aquel lugar en el cual Dios está presente y le habla a nuestro corazón. Dios se ha dado a conocer plenamente en Jesucristo: en Él, Dios y el hombre no están divididos ni separados entre sí”.
“Dio se ha hecho hombre para hacer de la vida humana, tanto en lo personal como en lo social, una vía de salvación concreta. Así, la manifestación de Dios en Cristo –incluyendo sus gestos de curaciones, de liberación, de reconciliación, que hoy estamos llamados a proponer nuevamente a tantos heridos que están al costado del camino- indica el camino y la modalidad del servicio que la Iglesia pretende ofrecer al mundo: a la luz de ella se puede comprender qué se entiende por desarrollo “integral”, que no yerra ni con Dios ni con el hombre, puesto que asume toda la consistencia de ambos. En este sentido, es justamente el concepto de persona, que nació y maduró en el cristianismo, que ayuda a ir en pos de un desarrollo plenamente humano. Porque persona implica siempre relación, no individualismo, afirma la inclusión y no la exclusión, la dignidad única e inviolable y no la explotación, la libertad y no la constricción”.
“La Iglesia no se cansa de ofrecer esta sabiduría y su obra al mundo, con la conciencia de que el desarrollo integral es el camino del bien que la familia humana está llamada a recorrer”.