Papa: esperar los ‘temas’ fijados por Dios, sin querer ‘fabricar’por sí mismo la misión
Iniciando un ciclo de catequesis dedicado a los Hechos de los Apóstoles, Francisco subraya que “el Resucitado invita a los suyos a no vivir con ansia el presente, sino hacer alianza con el tiempo, a saber esperar el desenredarse de una historia sagrada que no se interrumpió sino que avanza”. Esperar “rezando en unidad y con perseverancia”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Esperar los ‘temas’ fijados por Dios, sin querer ‘fabricar’ de por sí la misión, sino permanecer dóciles rezando, implorando al Espíritu y cultivando el arte de la comunión eclesial, iniciando un nuevo ciclo de catequesis dedicada a los Hechos de los Apóstoles.
A las 20 mil personas presentes en la plaza de S. Pedro, comentando el tema: “Se mostró a ellos vivo… y les ordenó...esperar el cumplimiento de la promesa del Padre”. (Hech. 1,3-4), Francisco dijo que los Hechos, libro bíblico, escrito por S. Lucas evangelista, “nos habla de una de un viaje del Evangelio en el mundo y nos muestra la maravillosa unión entre la Palabra de Dios y el Espíritu Santo que inaugura el tiempo de la evangelización. Los protagonistas de los Hechos son justamente una “pareja” vivaz: la Palabra y el Espíritu”.
“San Lucas nos dice que la palabra humana se vuelve eficaz no gracias a la retórica, que es el arte del bello hablar, pero que gracias al Espíritu Santo, que es la dynamis de Dios, la dinámica de Dios, su fuerza, que tiene el poder de purificar la palabra, de hacerla portadora de vida”. Por ejemplo en la Biblia hay palabras humanas, pero a diferencia de un libro de historia son inspiradas por el Espíritu Santo. “Cuando el Espíritu visita a la palabra humana ésta se convierte dinámica, como ‘dinamita’, o sea capaz de encender los corazones y de hacer saltar los esquemas, resistencias y muros de división, abriendo nuevas vías y dilatando los confines del pueblo de Dios. Aquel que da sonoridad vibrante e incisividad a nuestra palabra humana tan frágil, capaz hasta de mentir y de sustraerse a sus propias responsabilidades, es sólo el Espíritu Santo".
Los hechos de los Apóstoles, agregó el Papa, muestran a Jesús que después de la Resurrección “realiza gestos humanísimos, como el compartir la comida con los suyos y los invita a vivir confiados la espera del cumplimiento de la promesa del Padre, “seréis bautizados en Espíritu Santo” (Hech 1,5). El bautismo en el Espíritu Santo, de hecho, es la experiencia que nos permite entrar en una comunión personal con Dios y de participar en su voluntad salvífica universal, adquiriendo la dote de la parresía, valentía, o sea la capacidad de pronunciar una palabra ‘de hijos de Dios’, no sólo como hombres: límpida, libre, eficaz, llena de amor por Cristo y por los hermanos. Por lo tanto no hay que luchar para ganarse o meritar el don de Dios. Todo es dado gratuitamente. La salvación no se paga. Delante del ansia de conocer anticipadamente el tiempo en el cual sucederán los eventos por Él anunciados, Jesús responde a los suyos: “No les toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre reservó a su poder, pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descender´pa sobre vosotros y de m´serán testigos en Jerusalén, en toda la Galilea y Samaría y hasta los confines de la tierra” (Hech 1,7-8)”.
“El Resucitado invita a los suyos a no vivir con ansia el presente, sino a hacer alianza con el tiempo, a saber esperar el desenredarse de una historia sagrada que no se interrumpió sino que avanza, a saber esperar los ‘pasos’ de Dios, Señor del tiempo y del espacio. El Resucitado invita a los suyos a no ‘fabricar” de por sí mismos la misión, sino de esperar que sea el Padre quien dinamice sus corazones con su Espíritu, para poderse involucrar en un testimonio misionero capaz de irradiarse de Jerusalén a Samaría y de ahí atravesar las fronteras de Israel y alcanzar las periferias del mundo”.
“En esta expectativa, los Apóstoles viven juntos, como la familia del Señor, en la sala superior o cenáculo, cuyos muros aún son testigos del regalo con el que Jesús se entregó a sí mismo en la Eucaristía. ¿Y cómo aguardan la fortaleza, los dýnamis de Dios? Orando con perseverancia, como si no hubiera tantos sino uno. De hecho, es a través de la oración que uno supera la soledad, la tentación, la sospecha y abre su corazón a la comunión. La presencia de las mujeres y de María, la madre de Jesús, intensifica esta experiencia: primero aprendieron del Maestro a dar testimonio de la fidelidad del amor y la fuerza de la comunión que supera todo temor. Pidamos también al Señor-concluyó Francisco- la paciencia de esperar sus pasos, de no querer ‘fabricar’ nosotros su obra y permanecer dóciles rezando, invocando el Espíritu y cultivando el arte de la comunión eclesial”.
05/12/2016 17:00
23/12/2015