Papa: el testimonio cristiano es ‘fruto’ de la misa
La Eucaristía, "al hacer que aumente nuestro amor a Cristo”, “nos separa del pecado”, “renueva, fortifica y profundiza el ligamen con la comunidad cristiana a la cual pertenecemos” y “compromete en la relación con los pobres”. Deseo de una “Feliz Pascua” a Benedicto XVI.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “Mientras la Misa termina, se abre el compromiso del testimonio cristiano”, en las actividades cotidianas, en nuestras casas, en los ambientes de trabajo, en medio de las preocupaciones de la ciudad terrena. Hablando de la conclusión de la misa, el Papa Francisco concluyó hoy el ciclo de catequesis dedicado a la celebración eucarística, subrayando cómo “los frutos” de la misa “están destinados a madurar en la vida de cada día”.
Ante las 20.000 personas presentes en la plaza San Pedro, pese a que la lluvia caía de a ratos, Francisco subrayó como la Eucaristía, “haciendo que aumente nuestra unión con Cristo”, “nos separa del pecado”, “renueva, fortifica y profundiza el ligamen con la comunidad cristiana la cual pertenecemos” y “compromete en la relación con los pobres”.
“Vosotros -dijo al inicio de su discurso- ven que hay hermosas flores que indican alegría, felicidad. En ciertos lugares se llama Pascua florida porque florece nuestra justificación”. “Quisiera -agregó- que deseásemos una Feliz Pascua al Papa Benedicto que nos sigue”.
“Con esta catequesis concluimos el ciclo dedicado a la Misa y nuestra atención va hoy hacia los ritos de conclusión. Terminada la oración después de la Comunión, la Misa se concluye con la bendición impartida por el sacerdote y el saludo final al pueblo (Cfr Ordenamiento General del Misal Romano, 90). Como había iniciado con el signo de la cruz, en el nombre del padre y del Hijo y del Espíritu Santo, es también con el nombre de la Trinidad que se cierra la acción litúrgica”.
“Sin embargo, sabemos bien que mientras la Misa termina, se abre el compromiso del testimonio cristiano. Los cristianos no van a misa para hacer una tarea semanal y luego olvidarse. No van a misa para vivir la pasión”. “Salimos de la iglesia para “ir en paz” a llevar la bendición de Dios a las actividades cotidianas, a nuestras casas, a los ambientes de trabajo, en medio de las ocupaciones de la ciudad terrena, ‘glorificando al Señor con nuestra vida’. Pero, si salimos de la misa charlando: ‘mira esto, mira aquello’, la misa no entró”. “Cada vez que voy a misa debo salir más cristiano”.
“A través de la Eucaristía el Señor Jesús entra en nosotros, en nuestro corazón y en nuestra carne, para que podamos “expresar en la vida el sacramento recibido en la fe”. “Misal Romano, Colecta del lunes en la Octava de Pascua). De las celebraciones a la vida, entonces, conscientes que la Misa encuentra cumplimiento en las elecciones concretas de quien se hace involucrar en primera persona en los misterios de Cristo. No debemos olvidar que celebramos la Eucaristía para aprender a convertirnos en hombres y mujeres eucarísticos. ¿Qué significa esto? Significa dejar obrar a Cristo en nuestras obras: que sus pensamientos sean nuestros pensamientos, sus sentimientos los nuestros, sus elecciones también nuestras elecciones. Y esto es la santidad”.
Lo expresa con precisión San Pablo, al hablar de sí mismo como asimilado con Jesús: “Fui crucificado con Cristo y ya no vivo más yo, sino que Cristo vive en mí. Y esta vida, que yo vivo en el cuerpo, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me ha amado y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,19-20). La experiencia de Pablo también nos ilumina a nosotros: en la medida en la que mortificamos nuestro egoísmo, o sea, matamos lo que se opone al Evangelio y al amor de Jesús, y se crea dentro de nosotros un mayor espacio para el poder de su Espíritu. Los cristianos son hombres y mujeres que se dejan ensanchar el alma por el Espíritu Santo después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo”.
“Podemos decir, un poco forzando, que la misa es como el grano de trigo que luego madura en la vida de cada día. Los frutos de la Misa, por lo tanto, están destinados a madurar en la vida de cada día. En realidad, al acrecentar nuestra unión a Cristo, la Eucaristía actualiza la gracia que el espíritu nos ha donado en el bautismo y en la Confirmación, para que sea creíble nuestro testimonio cristiano (Cfr. Ibidem, 1391-1392). Aún, encendiendo en nuestros corazones a la caridad divina, la Eucaristía nos separa del pecado: “¡Cuánto más participamos en la vida de Cristo y progresamos en su amistad, tanto más nos es difícil separarnos de Él con el pecado mortal!” (Ibid. 1395). El hecho de acercarse con regularidad a la Fiesta eucarística, renueva, fortifica y profundiza el ligamen con la comunidad cristiana a la cual pertenecemos, según el principio que la Eucaristía hace la Iglesia (Cfr. Ibid., 1397)”. Nos une a todos. En concreto, participar en la Eucaristía compromete en la relación con los pobres, educándonos a pasar de la carne de Cristo a la carne de los hermanos, en la cual Él espera ser reconocido por nosotros, servido, honrado, amado (Cfr. Idbid.., 1397)”.
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