01/06/2018, 14.43
VATICANO
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Papa: el deporte, ‘instrumento de encuentro, formación, misión y santificación’

Mensaje de Francisco en ocasión de la publicación del nuevo documento del Dicasterio “Dar lo mejor de sí. La Perspectiva cristiana del deporte y de la persona humana”. “El deporte puede abrir camino hacia Cristo en aquellos lugares o ambientes donde por varios motivos no es posible anunciarlo de manera directa; y las personas, con su testimonio de alegría, practicando el deporte en forma comunitaria, pueden ser mensajeras de la Buena Noticia”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – El deporte como “lugar de unión y encuentro entre las personas”, “vehículo de formación”, y “medio de misión y santificación” fue el tema central del mensaje que el Papa Francisco envió al Card. Kevin Farell, prefecto del Dicasterio para laicos, familia y vida, en ocasión del nuevo documento del Dicasterio, “Dar lo mejor de uno mismo. Documento sobre la Perspectiva cristiana del deporte y de la persona humana”, que fue dado a conocer hoy.

El documento, escribe Francisco, tiene “por objetivo remarcar el rol de la Iglesia en el mundo del deporte, y de qué manera el deporte puede ser un instrumento de formación, de misión y santificación”.

El “deporte es un lugar de encuentro en el que personas de todos los niveles y condiciones sociales se unen para lograr un resultado en común. En una cultura dominada por el individualismo y por el descarte de las jóvenes generaciones y de aquellas de ancianos, el deporte es un ámbito privilegiado, en torno al cual las personas se encuentran sin distinciones de raza, sexo, religión o ideología, y donde podemos experimentar la alegría de competir para alcanzar una meta juntos, participando en un equipo en el cual el suceso o la derrota se comparte y se supera; esto nos ayuda a rechazar la idea de conquistar un objetivo centrándose exclusivamente en sí mismos. La necesidad del otro comprende no sólo a los compañeros de equipo, sino también a los dirigentes, al entrenador, a los sostenedores, a la familia, en síntesis, todas aquellas personas que con compromiso y dedicación vuelven posible llegar a ‘dar lo mejor de uno mismo’. Todo esto hace del deporte un catalizador de experiencias de comunidad, de familia humana”.

Asimismo, el deporte “es un vehículo de formación”. En efecto, los jóvenes, “miran”,  “y se inspiran en los deportistas! Por lo tanto, es necesaria la participación de todos los deportistas, de cualquier edad y nivel, para que cuantos forman parte del mundo del deporte sean un ejemplo de virtudes como la generosidad, la humildad, el sacrificio, la constancia y la alegría. De la misma manera, debieran dar su contribución en lo que respecta al espíritu de grupo, el respeto, un sano desafío y la solidaridad con los demás”.

El deporte, por último, es “medio de misión y santificación”. Para la Iglesia, “llamada a ser signo de Jesucristo en el mundo”, “toda ocasión es buena para llevar el mensaje de Cristo”. “El deporte puede abrir el camino hacia Cristo en los lugares y ambientes donde, por varios motivos, no es posible anunciarlo de manera directa; y las personas, con su testimonio de alegría, practicando el deporte en forma comunitaria, pueden ser mensajeros de la Buena Noticia”.

“Dar lo mejor de sí es, también, una llamada a aspirar a la santidad”. El deporte, de hecho, “es una riquísima fuente de valores y virtudes que nos ayudan a mejorar como personas. Como ocurre para el atleta durante el entrenamiento, la práctica deportiva nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos, a descubrir sin miedo nuestros límites, y a luchar para mejorar, todos los días. De esta manera, «todo cristiano, en la medida en que se santifica, se vuelve fecundo para el mundo » (ibíd., 33). Para el deportista cristiano, la santidad será, entonces, vivir el deporte como un medio de encuentro, de formación de la personalidad, de testimonio y de anuncio de la alegría de ser cristiano, con aquellos que lo rodean”.  

El extenso documento afirma que la razón del interés y del compromiso de la Iglesia en relación al deporte es que en dicha actividad también es central el ser humano, hecho de cuerpo y espíritu. Toda su actividad, por ende, requiere ser sostenida por virtudes y cualidades, que le permitan elevarse y jamás caer en los peligros que pueden llegar a minar cualquier actividad humana.

Por lo tanto, el documento reclama a ese “dar lo mejor uno mismo”, tan estimado por el Papa Francisco, quien ha invitado, sobre todo a los jóvenes, a “no conformarse con un empate” en la vida. “El deporte se apoya sobre este valor del compromiso, del sacrificio, sobre la idea de superar los propios límites trabajando duramente, sin hacer trampa, persiguiendo la victoria –pero no a toda costa- y, al mismo tiempo, aprendiendo a manejar la derrota sin dejarse abatir”.

“Desde el inicio de la Modernidad – resalta el documento – la Iglesia ha manifestado interés por el fenómeno deportivo, apreciando el potencial educativo y compartiendo muchos valores con éste.  La Iglesia se ha dedicado activamente a promover el desarrollo del deporte mismo, de manera organizada y estructurada”. Teniendo como objetivo “no un deporte cristiano, sino una visión cristiana del deporte”. Eso significa que “sin perjudicar ni invalidar en modo alguno la particularidad propia del deporte, el patrimonio de la fe cristiana libera esta actividad de  ambigüedades y desvíos, favoreciendo una plena realización”. “El cristianismo no es, por lo tanto, una ‘marca de calidad ética’ del deporte, una etiqueta yuxtapuesta pero externa al mismo. El cristianismo se propone como valor añadido, capaz de dar plenitud a la experiencia deportiva”.

Precisamente, considerando algunas cualidades ínsitas en el deporte, como son el espíritu de sacrificio, el sentido de responsabilidad, el respeto de las reglas, la capacidad de trabajar en equipo, la alegría, el coraje, la solidaridad, la armonía, el deporte debe ser visto como un medio para promover valores auténticos.  

Por ende, al Iglesia se siente y es protagonista del camino de humanización que se da a través del deporte. En una época dominada por un “cambio acelerado por la revolución tecnológica y digital”, la pastoral del deporte “pretende desarrollar en cada sujeto, sea practicante o espectador, aquél conjunto de buenas cualidades y virtudes que caracterizan a un gran deportista, a un gran ciudadanos y a un gran cristiano”.

Y frente al individualismo imperante, el deporte “puede marchar a contracorriente, puesto que hace que los jóvenes puedan encontrarse cara a cara entre ellos, incluso cuando a veces provengan de situaciones de vida diferentes. Mientras juegan en equipo, es decir, mientras se abocan a algo que para ellos es una cuestión muy seria, aprenden cómo afrontar concretamente las dinámicas de conflicto entre ellos. También tienen la posibilidad de enfrentarse deportivamente con personas de otros grupos de su misma comunidad, de su país o del mundo, ampliando así su horizonte de conocimiento personal. Las experiencias de este tipo ayudan a los jóvenes a comprender que forman parte de una realidad más grande de lo que podían imaginar, y a vivir una experiencia que puede dar un sentido y un objetivo a su vida”.  

Como conclusión, el documento recuerda cuanto fue dicho por el Papa Francisco en el Centro deportivo italiano, en el 2014, cuando “exhortó a quienes lo estaban escuchando, y de la misma manera nos exhorta a nosotros también hoy, a dar lo mejor de uno mismo, no sólo en el deporte, sino en toda nuestra vida: ‘Y justamente porque son deportistas, los invito no solamente a jugar, como ya hacen, sino a algo más: a ponerse en juego en la vida, como en el deporte. Pónganse en juego en la búsqueda del bien, en la Iglesia y en la sociedad, sin miedo, con coraje y entusiasmo. Pónganse en juego con los demás y con Dios; no se contenten con un ‘empate’ mediocre, sino con dar lo mejor de sí mismos, gastando la vida por aquello que realmente vale la pena y que dura para siempre”. (FP)

 

Acceda aquí al texto completo del documento.

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