Papa: el coraje de los jóvenes y la comida que no debe desecharse

En el Ángelus, el Papa Francisco subraya que “frente al grito de hambre –toda clase de “hambre”- de tantos hermanos y hermanas en todas partes del mundo, no podemos permanecer como espectadores distantes y tranquilos”. “Jamás tirar la comida que sobra. Se vuelve a servir o se da a quien pueda comerla, a quien pase necesidad”. Rezar a María “para que en el mundo prevalezcan los programas dedicados al desarrollo, a la alimentación, a la solidaridad, y no aquellos del odio, del armamento y de la guerra”. Mañana se celebra el Día Mundial de lucha contra la trata de personas, instaurado por la ONU.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Al comentar el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces (Juan 6, 1-15), hoy, antes del rezo del Ángelus, el Papa Francisco elogió la valentía del niño que puso a disposición los peces y el pan que le dieron, y pidió a todos hacer un examen de conciencia sobre el fin que se da, en casa de cada quien, a la comida que se sirve en la mesa. “Jamás tirar la comida que sobra”, dijo Francisco, sino que ésta “se vuelve a hacer o se da a quien pueda comerla, a quien pase necesidad”.

Luego de la oración mariana, dirigiéndose a los peregrinos reunidos en la plaza San Pedro, el pontífice recordó la importancia Día mundial de lucha contra la trata de personas, jornada instaurada por la ONU, que se celebra mañana.

Al comenzar a comentar el Evangelio del día (17mo domingo del Año, ciclo B), refiriéndose a la disponibilidad del muchacho, él dijo: “¡Qué fantástico este muchacho! Valiente. Él también veía a la multitud, y veía sus cinco panes. Dijo: ‘Yo tengo esto: si sirve, estoy a disposición’. Este chico nos hace pensar… Ese coraje… los jóvenes son así, tienen coraje. Debemos ayudarlos a llevar adelante este coraje”.

Luego, el Papa explicó: “Con esta página evangélica, la liturgia nos mueve a no quitar la mirada de ese Jesús, que el domingo pasado, en el Evangelio de Marcos, al ver a «una gran multitud, tuvo compasión de ellos» (6,34). Este muchacho de los cinco panes también se dio cuenta de esta compasión y dijo: “¡Pobre gente! Yo tengo esto…”. La compasión lo llevó a ofrecer lo que tenía. En efecto, hoy Juan nos muestra nuevamente a Jesús, atento a las necesidades primarias de las personas. El episodio surge de un hecho concreto: la gente tiene hambre, y Jesús involucra a sus discípulos para que esta hambre sea saciada. Pero ante la multitud, Jesús no se limita a darles esto –ofreció su Palabra, su consuelo, su salvación, y finalmente su vida- pero, por cierto, también ha hecho esto: se ocupó de la comida para el cuerpo. Y nosotros, sus discípulos, no podemos hacer como si nada. Solamente escuchado los reclamos más simples de la gente y poniéndose a su lado en sus situaciones existenciales concretas, se podrá ser escuchados cuando se habla de valores superiores”.

“El amor de Dios por la humanidad hambrienta de pan, de libertad, de justicia, de paz, y sobre todo, de su gracia divina, jamás se echa a perder. Todavía hoy, Jesús sigue saciando el hambre, sigue siendo una presencia viva y consoladora, y lo hace a través de nosotros. Por lo tanto, el Evangelio nos invita a estar disponibles y a trabajar, igual que ese muchacho. Frente al grito de hambre –de toda clase de “hambre”- de tantos hermanos y hermanas en todas partes del mundo, no podemos permanecer como espectadores distantes y tranquilos. El anuncio de Cristo, pan de vida eterna, nos llama a un generoso compromiso de solidaridad para con los pobres, los débiles, los postergados, los indefensos. Esta acción de cercanía y de caridad es la mejor manera de verificar la calidad de nuestra fe, tanto a nivel personal como a nivel comunitario”.

“Al término del relato, el Evangelista cuenta que cuando todos ya estaban saciados, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan lo que quedó, para que nada se pierda» (v. 12). Yo quisiera proponerles esta frase; recojan los restos que han quedado para que nada se pierda. Pienso en la gente que tiene hambre y esta comida que queda, y que nosotros botamos... Que cada uno de nosotros, piense: la comida que queda del almuerzo, de la cena, ¿a dónde va? En casa, ¿qué hacemos con la comida que sobra? ¿Se arroja a la basura? No. Si tú tienes esta costumbre, te doy un consejo: habla con tus abuelos que han vivido la etapa después de la guerra, y pregúntales qué hacían ellos con la comida que quedaba. Se vuelve a hacer o se da quien pueda comerla, a quien pasa necesidad. Jamás botar la comida que queda. Este es un consejo y también, un examen de conciencia: en casa, ¿qué se hace con la comida sobrante? Recemos a la Virgen María, para que prevalezcan en el mundo los programas dedicados al desarrollo, a la alimentación, a la solidaridad, y no aquellos del odio, del armamento y de la guerra”.

Al final del Ángelus, después de la bendición, el Papa insistió: “Y no se olviden de dos cosas: una imagen, un ícono y una frase, una pregunta. El ícono del joven valiente que da lo poco que tiene para saciar el hambre de una gran multitud. Tengan coraje, siempre. Y la frase, que es una pregunta, un examen de conciencia: ¿qué se hace, en casa, con la comida sobrante? ¡Gracias!”.

Antes de saludar a los distintos grupos, Francisco recordó que mañana se celebra el Día Mundial de la lucha contra la trata de personas. “Este flagelo –dijo- reduce a la esclavitud a muchos hombres, mujeres y niños, con el objetivo de explotarlos ya sea como instrumento laboral o sexual, para el comercio de órganos, la mendicidad o la delincuencia forzada. Y esto sucede también aquí, en Roma. Las rutas migratorias también suelen ser utilizadas por traficantes y explotadores para reclutar nuevas víctimas de la trata. Es responsabilidad de todos denunciar las injusticias y combatir firmemente este crimen vergonzoso”.