Papa: dolor por la violencia en Nicaragua, y llamado a entablar un diálogo respetuoso
Con la Eucaristía, “tenemos la experiencia de la Nueva Alianza, que realiza plenamente la comunión entre Dios y nosotros. Y en tanto partícipes de esta alianza, nosotros, aún siendo pequeños y pobres, colaboramos para construir la historia como quiere Dios”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Dolor” del Papa Francisco por los hechos de violencia que en Nicaragua han causado muertos y heridos, y la invitación a un diálogo, que exige respeto. Fue el llamamiento que hizo hoy el Papa, en el Ángelus. Francisco dijo que se unía a los obispos “expresando dolor por los graves hechos de violencia, con muertos y heridos, que han sido perpetrados por grupos armados para reprimir protestas sociales. Ruego por las víctimas y por sus familiares. La Iglesia –agregó- está siempre a favor del diálogo, pero esto requiere un compromiso activo de respetar la libertad y ante todo, la vida. Ruego para que cese toda la violencia y para que se aseguren las condiciones que permitan la reanudación del diálogo lo antes posible”.
Previo a ello, antes del rezo de la oración mariana, el Papa había dicho a las 20.000 personas presentes en plaza San Pedro que cada vez que celebramos la Eucaristía, “tenemos la experiencia de la Nueva Alianza, que realiza plenamente la comunión entre Dios y nosotros. Y en tanto partícipes de esta Alianza, nosotros, aún siendo pequeños y pobres, colaboramos para construir la historia como quiere Dios”.
Describiendo el sentido de la celebración del día de hoy, Corpus Domini, es decir, la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el Papa recordó que “hoy, en muchos países, entre ellos, Italia, se celebra la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, o, según la más conocida expresión latina, la del Corpus Domini. El Evangelio nos lleva de vuelta a las palabras de Jesús, pronunciadas en la Última Cena con sus discípulos: «Tomen, este es mi cuerpo. […] Esta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos» (Mc 14, 22-24). Precisamente en virtud de aquél testamento de amor, la comunidad cristiana se reúne cada domingo, y cada día, en torno a la Eucaristía, sacramento del Sacrificio redentor de Cristo. Y atraídos por su presencia real, los cristianos lo adoran y lo contemplan a través del humilde signo del pan convertido en su Cuerpo”.
“Cada vez que celebramos la Eucaristía, mediante este Sacramento tan sobrio y a la vez tan solemne, nosotros tenemos la experiencia de la Nueva Alianza, que realiza plenamente la comunión entre Dios y nosotros. Y en tanto partícipes de esta Alianza, nosotros, aún siendo pequeños y pobres, colaboramos para construir la historia como Dios quiere. Por eso, toda celebración eucarística, en tanto constituye un acto de culto público a Dios, remite a la vida y a las circunstancias concretas de nuestra existencia. Mientras nos alimentamos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, somos asimilados a Él, recibimos su amor, no para retenerlo celosamente, sino para compartirlo con los demás. Esta es la lógica eucarística. En ella, contemplamos a Jesús que se vuelve pan, es partido y entregado, y su sangre derramada por nuestra salvación. Es una presencia que, igual que un fuego, quema en nosotros las actitudes egoístas, nos purifica de la tendencia a dar sólo cuando hayamos recibido, y enciende el deseo de que también nosotros, unidos a Jesús, nos volvamos pan partido y sangre derramada por los hermanos.
Por lo tanto, la fiesta del Corpus Domini es un misterio de atracción a Cristo y de transformación en Él. Y es escuela de amor concreto, paciente y sacrificado, como Jesús en la cruz. Nos enseña a volvernos más dispuestos a acoger a cuantos buscan comprensión, ayuda, aliento, y se encuentran marginados y solos. La presencia de Jesús vivo en la Eucaristía es como una puerta, una puerta abierta entre el templo y la calle, entre la fe y la historia, entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre.
Expresión de la piedad popular son las procesiones con el Santísimo Sacramento, que en la solemnidad del día de hoy, se desarrollan en tantos países. Éstas constituyen un signo elocuente del hecho de que Jesús, muerto y resucitado, continúa recorriendo las calles del mundo, se coloca a nuestro lado y guía el camino: alimenta la fe, la esperanza y el amor; consuela en las pruebas; sostiene el compromiso por la justicia y la paz. Esta misma tarde, también yo, en Ostia –tal como hizo el Beato Pablo VI hace 50 años- celebraré la Misa, luego de la cual se hará la procesión con el Santísimo Sacramento. Invito a todos a participar, e incluso a hacerlo espiritualmente, mediante la radio y la televisión”.
02/05/2017 13:54
23/12/2015