Papa: "divisiones", "envidia" e "incomprensión" dividen a la Iglesia "cuerpo de Cristo"
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "Divisiones", "envidia",
"malentendidos" y "marginación" dentro de la comunidad
cristiana " Todas
estas cosas no van bien, porque, en lugar de construir y hacer crecer la
Iglesia como cuerpo de Cristo, la fracturan en muchos pedazos, la desmiembran",
mientras que debe esforzarse para" apreciar los dones en nuestras
comunidades y la calidad de los demás, de nuestros hermanos". Es el
sentido de la Iglesia "cuerpo de Cristo" de la que Francisco Papa
habló hoy en la catequesis de la audiencia general.
"Cuando - dijo - se quiere evidenciar cómo los elementos que componen una
realidad están estrechamente unidos los unos a los otros y forman juntos una
sola cosa, se usa a menudo la imagen del cuerpo. A partir de Apóstol Pablo,
esta expresión ha sido aplicada a la Iglesia y ha sido reconocida como su
característica distintiva más profunda y más bella. Entonces hoy queremos
preguntarnos: ¿en qué sentido la Iglesia forma un cuerpo? ¿Y por qué es
definida "cuerpo de Cristo"?".
"En el libro
de Ezequiel se describe una visión un poco particular, impresionante, pero
capaz de infundir confianza y esperanza en nuestros corazones. Dios muestra al
profeta una fila de huesos, separados uno del otro y resecos. Un escenario desolador...
Imagínense, todo un valle lleno de huesos. Dios le pide entonces que invoque
sobre ellos al Espíritu. En aquel momento, los huesos se mueven, comienzan a
acercarse y a unirse, sobre ellos crecen primero los nervios y luego la carne y
se forma así un cuerpo, completo y lleno de vida. ¡Ésta es la Iglesia! Les
encomiendo hoy, en casa, tomen la Biblia, en el capítulo 37 del profeta
Ezequiel, ¡no lo olviden! Y lean esto, ¡es bellísimo! ¡Ésta es la Iglesia! Es
una obra maestra, la obra maestra del Espíritu, el cual infunde en cada uno la
vida nueva del Resucitado y nos pone uno al lado del otro, uno al servicio y en
apoyo del otro, haciendo así de todos nosotros un cuerpo solo, edificado en la
comunión y en el amor".
"Pero la Iglesia no es solamente un cuerpo edificado en el Espíritu: ¡la
Iglesia es el cuerpo de Cristo! Un poco extraño...pero es así. No se trata
simplemente de un modo de decir: ¡lo somos verdaderamente! ¡Es el gran don que
recibimos el día de nuestro Bautismo! En el sacramento del Bautismo, en efecto,
Cristo nos hace suyos, recibiéndonos en el corazón del misterio de la cruz, el
misterio supremo de su amor por nosotros, para hacernos luego resucitar con Él
como nuevas creaturas. ¡Así nace la Iglesia, y así la Iglesia se reconoce
cuerpo de Cristo! El Bautismo constituye un verdadero renacimiento, que nos
regenera en Cristo, nos hace parte de Él, y nos une íntimamente entre nosotros,
como miembros del mismo cuerpo, del cual Él es la cabeza".
"La que surge, entonces, es una profunda comunión de amor. En este
sentido, es iluminante como Pablo, exhortando a los esposos a "amar a su mujer
como a su propio cuerpo", afirma: "así hace Cristo por la iglesia, por nosotros
que somos los miembros de su cuerpo" (Ef 5,28-30). Qué bueno si
recordáramos más a menudo lo que somos, lo que ha hecho de nosotros el Señor
Jesús: somos su cuerpo, ese cuerpo que nada ni nadie puede arrancar de Él y que
Él recubre con toda su pasión y todo su amor, así como un esposo con su esposa.
Este pensamiento, sin embargo, debe hacer surgir en nosotros el deseo de
corresponder al Señor y de compartir su amor entre nosotros, como miembros
vivos de su mismo cuerpo. En los tiempos de Pablo, la comunidad de Corinto
encontraba muchas dificultades en este sentido, viviendo, como con frecuencia
también nosotros, la experiencia de las divisiones, de las envidias, de las
incomprensiones y de la marginación. Todas estas cosas no van bien, porque, en
lugar de construir y hacer crecer la Iglesia como cuerpo de Cristo, la
fracturan en muchos pedazos, la desmiembran".
"Y esto también sucede en nuestros días. Pensemos en las comunidades
cristianas, en algunas parroquias, pensemos en nuestros barrios, cuántas
divisiones, cuántas envidias, cómo se habla mal, cuánta incomprensión y
marginación. ¿Y esto qué hace? Nos desmiembra entre nosotros. Es el inicio de
la guerra. La guerra no comienza en el campo de batalla: la guerra, las guerras
comienzan en el corazón, con estas incomprensiones, divisiones, envidias, con
esta lucha entre los demás. Y esta comunidad de Corinto era así, pero eran
campeones de esto, ¿eh? El Apóstol dio a los Corintios algunos consejos
concretos que valen también para nosotros: no ser celosos, sino apreciar en
nuestras comunidades los dones y las cualidades de nuestros hermanos. Pero...los
celos: "aquel compró un coche", y yo siento aquí celos; "éste ganó la lotería",
y celos; "y ése hace bien esto", otros celos. Y esto desmiembra, hace mal, ¡no
se debe hacer! Porque los celos crecen, crecen y llenan el corazón. Y un
corazón celoso, es un corazón ácido, un corazón que en vez de sangre parece que
tuviera vinagre. Y un corazón que nunca es feliz, es un corazón que desmiembra
a la comunidad. Pero, ¿qué tengo que hacer? Apreciar en nuestra comunidad, los
dones y las cualidades de los otros, de nuestros hermanos. Cuando me pongo
celoso - porque todos nos ponemos, ¿eh? ¡Todos, todos somos pecadores, eh!
Cuando me pongo celoso decirle al Señor: pero...gracias Señor porque has dado
esto a aquella persona. Apreciar las cualidades y contra las divisiones hacerse
cercanos, y participar en el sufrimiento de los últimos y de los más
necesitados; expresar la propia gratitud a todos. Decir gracias: el corazón que
sabe decir gracias, es un corazón bueno, es un corazón noble. Es un corazón que
está contento porque sabe decir gracias. Me pregunto, todos nosotros, ¿sabemos
decir gracias siempre? Y...no siempre, ¿eh? Porque la envidia y los celos nos
frenan un poco. Y por último, éste es el consejo que el Apóstol Pablo da a los
corintios y que también debemos darnos nosotros, los unos a los otros: no
considerar a nadie superior a los demás. ¡Cuánta gente se siente superior a los
demás! También nosotros tantas veces decimos como aquel fariseo de la parábola:
"te agradezco Señor porque no soy como aquél, soy superior". Pero esto es feo,
¡no hacerlo nunca! Y cuando tienes este pensamiento, recuérdate de tus pecados,
de aquellos que nadie conoce, avergüénzate ante Dios y di: "tú Señor, tú sabes
quién es superior, yo cierro la boca"; ¡y esto hace bien! Y siempre en la
caridad considerarse miembros los unos de los otros, que viven y se donan en
beneficio de todos"
"Como el profeta Ezequiel, y al igual que el apóstol Pablo - dijo el Papa
- también nosotros invoquemos al Espíritu Santo, para que su gracia y la
abundancia de sus dones nos ayuden a vivir verdaderamente como cuerpo de
Cristo, unidos, como familia, pero una familia que es el cuerpo de Cristo, y
como signo visible y bello del amor de Cristo
En el saludo dirigido a los polacos, por último, Francisco recordó a Juan Pablo
II, festejado hoy, por primera vez, como un santo, después de la canonización
de 27 de abril. "Hoy - dijo Francesco - celebramos la memoria litúrgica de
San Juan Pablo II, que invitó a todos a abrir las puertas a Cristo. En su
primera visita a su patria invocó al Espíritu Santo para que descendiera a
renovar la tierra de Polonia. Recordó a todo el mundo el misterio de la Divina
Misericordia. ¡Que no se olvide su herencia espiritual, sino que nos impulse a
la reflexión y a la acción concreta por el bien de la Iglesia, de la familia y
de la sociedad! ¡Alabado sea Jesucristo!".
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