Papa: depongamos las armas, también en las relaciones entre nosotros
La invitación del Papa Francisco con motivo de su saludo navideño a la Curia Romana. "Lo peor que nos puede pasar es pensar que ya no necesitamos la conversión, tanto a nivel personal como comunitario. Si a veces digo cosas que pueden sonar duras y fuertes, no es porque no crea en el valor de la ternura, sino porque es bueno reservar las caricias para los que están cansados y oprimidos".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - “Ante el Príncipe de la Paz, que viene al mundo, depongamos toda arma, de cualquier tipo. Que ninguno saque provecho de la propia posición o del propio rol para mortificar al otro”. Esto dijo hoy el Papa Francisco en su tradicional saludo de Navidad a la Curia Romana. La reunión -que tuvo lugar en la Sala de las Bendiciones, en el Vaticano- fue una oportunidad para echar una mirada de fe al año transcurrido, con sus luces y sus fatigas.
“Cuando se examina la propia existencia o el tiempo transcurrido, siempre es necesario tener como punto de partida la memoria del bien”, dijo el Papa. “En efecto, sólo cuando somos conscientes del bien que el Señor ha hecho por nosotros, somos también capaces de dar un nombre al mal que hemos vivido o sufrido. Ser conscientes de nuestra pobreza sin serlo también del amor de Dios, nos aplastaría”.
“Lo peor que nos podría pasar”, agregó, “es pensar que ya no necesitamos conversión, sea a nivel personal o comunitario”. El Papa también nos invita a mirar bajo esta luz el 60 aniversario del Concilio Vaticano II, que se celebra este año. “¿Qué ha sido el acontecimiento del Concilio sino una gran ocasión de conversión para toda la Iglesia? De la misma manera, “la actual reflexión sobre la sinodalidad de la Iglesia nace precisamente de la convicción de que el itinerario de comprensión del mensaje de Cristo no tiene fin y continuamente nos desafía”. “Lo contrario a la conversión es el fijismo, es decir, la convicción oculta de no necesitar ninguna comprensión mayor del Evangelio”.
“Pero la conversión no sólo nos hace caer en la cuenta del mal para hacernos elegir el bien, sino que al mismo tiempo impulsa al mal a evolucionar, a volverse cada vez más insidioso, a enmascararse de una manera nueva, para que nos cueste reconocerlo”. Por eso, ”una de las virtudes más útiles que se ha de practicar es la de la vigilancia”. En este sentido, el Pontífice recordó que en las parábolas de la misericordia Jesús no habla solamente del hijo que se va y se pierde, sino también del que está perdido en su propia casa. “Se puede vivir infeliz aun permaneciendo formalmente en el sitio del propio deber, como le sucede al hijo mayor del padre misericordioso. Si, para quien se va, es fácil darse cuenta de la distancia, para quien se queda en casa es difícil percatarse del infierno que se vive por la convicción de ser solamente víctimas, tratados injustamente por la autoridad constituida y, en último análisis, por Dios mismo. ¡Y cuántas veces nos sucede esto!”.
Por tanto, "tras los muros de la institución, al servicio de la Santa Sede, en el corazón del cuerpo eclesial, podríamos caer en la tentación de pensar que estamos seguros, que somos mejores, que ya no nos tenemos que convertir”. Y, por el contrario, “corremos mayor peligro que todos los demás, porque nos asecha el ‘demonio educado’, que no llega haciendo ruido sino trayendo flores”. Y el Papa prosiguió: “Perdónenme, hermanos y hermanas, si a veces digo cosas que pueden sonar duras y fuertes, no es porque no crea en el valor de la dulzura y de la ternura, sino porque es bueno reservar las caricias para los cansados y los oprimidos, y encontrar la valentía de ‘afligir a los consolados’, como le gustaba decir al siervo de Dios don Tonino Bello (un obispo italiano cuya causa de beatificación está en curso, ed.), porque a veces su consolación es sólo el engaño del demonio y no un don del Espíritu”.
Por último, el Papa Francisco -dirigiéndose también a la Curia Romana- retomó el tema de la paz. "Nunca como en este momento", dijo, "sentimos un gran deseo de paz. Pienso en la atormentada Ucrania, pero también en tantos conflictos que tienen lugar en distintas partes del mundo. La guerra y la violencia son siempre un fracaso. El Evangelio es siempre un Evangelio de paz, y en nombre de ningún Dios puede declararse "santa" una guerra".
“Pero la cultura de la paz no sólo se construye entre los pueblos y las naciones, sino que comienza en el corazón de cada uno de nosotros”, agregó. “Mientras sufrimos por los estragos que causan las guerras y la violencia, podemos y debemos dar nuestra contribución en favor de la paz tratando de extirpar de nuestro corazón toda raíz de odio y resentimiento respecto a los hermanos y las hermanas que viven junto a nosotros”.
"San Pablo nos dice claramente que la benevolencia, la misericordia y el perdón son la medicina que tenemos para construir la paz", concluyó, recordando que "toda guerra, para extinguirse, necesita del perdón”.
23/12/2015
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